(Certamen “Letras en Llamas”, 2009. Segundo lugar)
Un día como tantos en la selva de concreto, en la estación de bomberos de
Iztapalapa, donde todo parece ser siempre lo mismo, encontramos al Demonio, un bombero de apenas tres años de servicio y veintidós de edad, escombrando su locker. Rompe y tira papeles que ya no le sirven, mientras escucha La hora de los adoloridos en su pequeño radio. Apenas se entiende la música que sale de él. De pronto, el Peterete llega a su pasillo en dormitorio y le pregunta:
— ¿Qué ondas, compadre, en cuál vas?
Responde el Demonio, después de exhalar un suspiro:
— En la camioneta 400. Andamos cazando abejas, ¿y tú?
Responde el Peterete:
—Yo, en la primera de incendio. Ya sabes. Y tú, ¿por qué tienes cara de buey cansado? demonio:
Pues así me he sentido últimamente, hijo.
peterete: ¿Y eso a qué se debe?
demonio: La neta es que recuerdo mucho a mi ex torta, me trae arrastrando la cobija y por todos lados la pienso.
peterete: Chale. ¿Y por qué chafiaron?
demonio: Ya sabes, ella no daba el ancho.
peterete: Órales.
demonio: No, no es cierto, la verdad es que un día que estábamos de mal humor nos mandamos muchos kilómetros lejos cada quien, pero me cai que me gustaría volver a estar
con ella. Extraño caminar por las calles con ella, en ocasiones ando de a perro por las calles y se siente gacho y cuando salimos a un servicio de emergencia hasta me dan ganas de tirarme de la bomba, pero no lo hago porque me va a doler un chingo…
De pronto, suena la alarma: ¡riiiiiiing! ¡riiiiiing!
peterete: ¿Sí, verdad? Es gacho, pero mira, mejor al rato platicamos. Ahorita me voy al chamuscón a rifarme el físico. A la hora de nuestra guardia platicamos chido y te confiesas, ¿va? Al cabo, los dos hacemos la misma guardia en el radio y los teléfonos de tres a cinco de la mañana, ya me fijé en los papeles de la guardia —le dice al Demonio, mientras corre para bajarse rápidamente por el tubo.
Ya estando de guardia en el radio, a las tres de la madrugada y después
de tomar una merecida siesta, comienza de nuevo la plática entre nuestros heroicos bombones.
demonio: …y sí, güey, que le digo, la neta, mejor luego nos vemos. Ella no dijo nada, y
cuando se iba quiso darme un beso en el cachete, pero me hice el digno, la rechacé, se subió a su microbús y se fue a la goma. Y a partir de ese día bla
bla bla bla bla bla bla —media hora después, más—: bla bla bla bla bla y así fue esa triste
historia de amor, compadre.
peterete: ¡El Señor de la Manguera nos agarre confesados.
demonio: Perame, deja le doy fin a mi cafecito.
Y, después de dar el último trago, continúa:
—Pues sí, como te decía, ahora quisiera que alguien me diera el beso que le rechacé aquel
día a mi torta. Aunque sea que me lo diera un perro. El otro día se me acercó
un pinche perrote. Pensé que se iba a dejar acariciar, pero ni mais, lo que
quería el mendigó era morderme, el muy desgraciado. ¡Vale queso!
peterete: Así es este negocio, brother, pero no te agüites, al rato se te pasa todo este malestar.
demonio: Sí, ¿verdad?
peterete: Órale, compadre, chúpale. ¿Ya cuánto falta para que termine la guardia?
demonio: Todavía falta una hora y ya no hay nescafé. Y de veras, ¿qué has hecho?
¿Has buscado a tu ex chava para hablar con ella?
demonio: La he buscado, pero de seguro ya tiene otro buey. Sentiría re gacho
verla con otro mono y no quiero hacerle ningún pinche teatrito. En fin, bueno, vamos a reposar tantito.
Terminando la frase se toma la cabeza con ambas manos y se recarga en el escritorio, mientras que su compañero le dice:
peterete: Bueno pues, pero no te vayas a enconchar, ¿eh, buey? Luego quién va a contestar los teléfonos.
Unos momentos después, sacudiendo al Demonio, que ya tiene sus ojitos mirando para adentro, el Peterete dice:
demonio: ¿Eh? ¿Ya acabó la guardia? Ah, sí, pérame —incorporándose—, ya voy.
demonio: ¿Pensando? A poco ya piensas…
demonio: ¿Y quién es ese buey que dices?
demonio: El Cupido… ¿Y quién es ese mono, qué hace o qué vende?
demonio: No manches, cómo que el Cupido, te pasas. ¿Te diste un toque en lo que me dormí, verdad, güey?
demonio: ¿Y dónde lo vamos a buscar?
demonio: Bueno pues, pero antes vamos a hacer talacha, yo aseo la bomba y tú la camioneta. ¿Qué te parece?
Dando las siete de la mañana, y terminado el servicio, el Demonio y el Peterete proceden de inmediato a guardar sus disfraces de héroes anónimos —su equipo personal contra incendio—, así como a bañarse y perfumarse, para no despedir olores extraños en su largo viaje en el metro, hasta la estación de San Antonio Abad de la línea dos. Ya en la entrada del edificio, se topan con un vigilante que les corta el paso.
peterete: Este… sabe, andamos buscando al licenciado Cupido.
demonio y peterete: Gracias.
peterete: Buenos días ¿Licenciado Cupido…?
demonio: Pues por eso estamos aquí.
peterete: Martes.
El secretario se retira a un privado.
peterete: Pues ya ves güey, tú que no crees… Ojalá que se mochen con algo, porque ya me está dando un chingo de sed y hambre.
secretario: Dice mi jefecito que sí los va a atender, sólo que lo esperen un momento más.
demonio: Bueno, pueeees…
cupido: Bueno, en efecto, yo soy Cupido y no me llamen licenciado Cupido, por favor. Sólo Cupido, a secas.
Cupido: Bueno, mira… en primera, ahorita estoy en horas de trabajo humano, porque tengo que sacar monedas para dar el gasto en la casa, puesto que tengo esposa y angelitos que mantener. Estos tiempos no están como para sólo vivir a expensas de las ganancias producidas por las regalías de la publicidad que se me hace cada catorce de febrero para el consumo de ustedes. En segunda, está prohibido andar encuerado por las calles y las alitas la traigo bien tapaditas, porque con esto de la contaminación, terminan el día todas negras y sucias, y mi esposa hace su berrinche cuando me las tiene que lavar. Tercera, el arco y la flechas los tengo bien guardados, porque sale a la calle cada sonso que se quiere flechar con ellas a la primera radio-operadora buenota que se encuentra en su estación de bomberos, y como la otra sonsa no es la que le tocaba, de la pura decepción hasta se andan queriendo cortar las venas con una manguera de pulgada, para después decir que yo tuve la culpa.
cupido: Así es, entonces ustedes dirán en que puedo ayudarlos.
cupido: Mmmm… ¿y qué sientes, muchacho?
secretario: Ordene usted, jefecito —mientras hace una reverencia.
secretario: De inmediato, jefe. Voy y vuelvo, ni dos horas me tardo.
cupido: Pues más o menos. ¿Gustan tomarse algo, muchachos? Secretario, atiende a los jóvenes, a ver qué apetecen.
Se retira el secretario y regresa unos momentos después, con el expediente bajo el brazo y una charola con las bebidas, que reparte entre los presentes. Después entrega el expediente, mismo que Cupido lee con detenimiento y en silencio durante unos momentos. Terminada la lectura, Cupido dice:
demonio: Quiero saber por qué estoy como estoy por mi ex novia.
—Bueno, ya sé que es lo que me pasó… pero ahora, ¿qué debo hacer para poder vivir en paz? ¿O es que ya no voy a vivir chido?
De pronto, suena la alarma en toda la estación: ¡riiiiiiiing! ¡riiiiiiiiiing! El Peterete sacude del hombro al Demonio y le dice:
demonio (Despertándose de su sueño): ¿Cuál bomba?
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