sábado, 4 de mayo de 2019

Lunes 6 de Mayo en Palabras Urgentes, Fausto Leyva.


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LUNES 6 de Mayo 2019, 17:30 HRS.
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Fausto Leyva



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Conduce: Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes

domingo, 28 de abril de 2019

Lunes 29 de Abril en Palabras Urgentes: Carlos Chávez


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LUNES 22 de Abril 2019, 17:30 HRS.
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CELEBRAMOS 500 SEMANAS AL AIRE
nos acompaña el poeta
Carlos Chávez



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sábado, 20 de abril de 2019

Lunes 22 de Abril en Palabras Urgentes: Gabriela Alatorre


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LUNES 22 de Abril 2019, 17:30 HRS.
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Gabriela Alatorre



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Palabras Urgentes

domingo, 14 de abril de 2019

Lunes 15 de Abril en Palabras Urgentes: Carmen Asceneth


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LUNES 15 de Abril 2019, 17:30 HRS.
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nos acompaña la poeta
Carmen Asceneth




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viernes, 5 de abril de 2019

Lunes 8 de Abril en VinculARTE: Xally Minor


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LUNES 8 de Abril 2019, 17:30 HRS.
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nos acompaña la dramaturga
Xally Minor




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domingo, 31 de marzo de 2019

Lunes 1 de Abril en Palabras Urgentes: Victor Hugo Espi


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LUNES 1 de Abril 2019, 17:30 HRS.
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nos acompaña la poeta
Victor Hugo Espino




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Lunes 25 de Marzo en VinculARTE: Susana Argueta


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LUNES 25 DE MARZO 2019, 17:30 HRS.
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nos acompaña la poeta
Susana Argueta



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martes, 12 de marzo de 2019

Lunes 18 de Marzo en Palabras Urgentes "Mónica Gameros"


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LUNES 18 DE MARZO 2019, 17:30 HRS.
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nos acompaña la poeta
Mónica Gameros




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lunes, 11 de marzo de 2019

Mónica González Velázquez presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (11 de Marzo 2019)

MÓNICA GONZÁLEZ VELÁZQUEZ

La bruma se dispersa

Y si alguien me pregunta quién soy, le diré:
soy quien fluye del río al mar
a las orillas de una costa sin nombre
donde un reino se erige
las naves se incendian
la bruma se dispersa.

Soy unas manos
que lentamente sueltan las amarras
en el estandarte de los náufragos.

Soy un cuerpo fragmentado
ola espiral en danza rota.

Soy la voz que nunca fue
en el silencio húmedo de unos labios.

Soy todo lo que dicen acerca
de un par de maletas
y zapatos de viaje
para la travesía.

Responsorio a Camus, desde el ruido del mundo

El otoño llegó
trajo sus esquirlas en el acuse del viento.

Tengo algo dentro de mí, empujando contra el mundo.

En medio del ruido del mundo, en medio del vaivén de las zapatillas
y el coro del mediodía.

Escribo en mi cuaderno, las notas mentales del día siguiente, en tanto pueda recordar
y tejer con mis manos una nube alta
para cubrir las maneras superficiales del otro.

El futuro me llega incierto.

Voy caminando a contraflujo.

Disfruto del viento.



Crónica de las horas que ya no son

Acá me trajeron mis sueños
el brillo de una mirada sin palabras.

Sostuvo su canto mi golondrina
y en vuelo de alas rotas -cruzó el mar-

En la impronta de mi sombra en los caminos
iniciaron mis pies una danza desconocida y sorda.

Me despojaron de toda buena voluntad
sólo las marismas del Odiel
y la remembranza de su vaho
dan cuenta de mí
en una tierra donde la luz proviene de un faro sin vigía.


Un día escribí acerca de los giros

En una vuelta de mi mano se abre el mundo. Los caminos buscan destino. El viento enrarecido contempla sus islas. La piedra es un puente que une continentes. Pájaros de vivos colores transgreden sus jaulas y en libertad sobrevuelan. No hay nichos. Las deidades caminan entre los mortales.
Hoy no he resuelto todas las dudas en mi paso por el mundo ¿Quién se vuelve poliglota en un mundo que no escucha?, ¿Por qué vaciar es más fácil que llenar?, ¿Por qué me llaman trotamundos, si en mi habitación me extravío?, ¿De qué me construyo, si al caer todas mis partes se derrumban? Sólo el eco de mi voz me acompaña. Nada he respondido.
El giro de la historia debió haber sido otro: Este saber no sabiendo es de tan alto poder, que los sabios arguyendo jamás le podrán vencer.
Cuentan que Vallejo era como un pequeño Dios, similar al que lo parió un día. Descubro que ese Dios estaba tan enfermo como yo, y de ahí nació un Altazor. A la edad de Cristo me partió un rayo los hemisferios.
El giro de la historia debió haber sido otro: Soñar un libro espasmódico de hojas desprendibles.
Por siglos nos hacemos escuchar, la historia nos ha visto convulsionar y al agravio de su ignorancia, hemos sido sometidos a toda clase de experimentos.
El giro de la historia debió haber sido otro: Porque no tengo raíz, como un árbol, y por tanto no tengo raíz…
Y en este cause vulnerable, me exprimo los venenos de la ira porque me han llamado a contar mi historia. No soy yo, en la hoja existen verdades que no quisiera ser.
El giro de la historia debió haber sido otro: Ya que preguntas por el futuro, comprende que la vida es una rosa quemada por el azul del silencio. Por el filo multiusos en que el verso yace.



La danza del colibrí

Golondrina de alas rotas, no vuela
pero baila la canción desconocida del colibrí.

De mí tendrás las horas acumuladas sobre la espalda
la cama blanca y el reino de los infantes.

Ave-ballena, no vuela
pero trastorna los sueños de Magritte.

De mi tendrás las tardes sobre la almohada
y un lugar cálido en la palma de mi mano.

Chimpancé de ojos tristes, no vuela
pero ejecuta el Lunfardo de los que aman.

De mi tendrás la danza rota de los corazones sin vuelo.


 El inventario y la despedida

I
Miro el horizonte, desciendo. Un cielo rojizo tapiza la ciudad; tantas veces odiada–amada–odiada, y anhelo fugaz de quien jamás la haya caminado. En la periferia de esta fauce que engulle, mastica y digiere sin distinción; en lo más alto de la vida horizontal, habitan mis pertenencias: un libro a medio leer (entre el sueño, el ocaso y los turnos de espera), una vasta colección de síncopas intermitentes (voces y sonidos metálicos que dan vida al atardecer), una cama (donde a ciertas horas, los milagros son posibles y los pactos de paz han sido firmados, no hay hambre, enfermedad y los niños no son el blanco de ataques extremistas, y el que camina lo hace con el espíritu), una almohada (donde reposa la furia de tantos días de activismo combativo y el eco del grito libertario desde la selva), sábanas blancas (donde los ángeles copulan), una mesa con cuatro plazas, un lirio en su centro y espacio para compartir las viandas y el corazón; quien también consta en el inventario junto con un par de piernas que lo transportan y unas manos que lo entibian, un par de ojos que lo miran latir a pesar del horror y la sangre derramada –pero de eso estamos hechos principalmente: sangre, huesos, dolor– al lado del dolor habita la esperanza, un par de maletas, zapatos de viaje para la travesía y paisajes inimaginables en este sitio donde los caminos bifurcan.

II
Ahora que por fin te vas, déjame al lado de la carretera y con la boca por delante. Déjame con el bestiario que habita en mis sueños y mis hombres y mis mujeres y mi máquina de olvido y mi historia de familia y mis cuerdas en los zapatos y mis errores y mis pocos aciertos y mi voz cortando el aire, cuando ya nada es suficiente y sólo me consuela el Blues.

Déjame con mis afiches: Goya, Tapies, Bacón, Modigliani. Déjame con los vértigos de Miller y Gil de Biedma severamente enfermo, reposando en la mesilla de noche. Déjame con Luis Urbina: Llora y llora, con su amor como un pájaro loco, dando tumbos en la noche estrellada. Déjame con ansias, el piso alfombrado, los labios, el corazón apretado; mordiscos en la cavidad de la boca y unos labios blanquísimos sin nombre. Pero sobre todas las cosas, déjame con mi dosis de realidad y un vaso de agua en la mano.

®Mónica González Velázquez  

sábado, 9 de marzo de 2019

Lunes 11 de Marzo en Palabras Urgentes: Mónica González Velázquez


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LUNES 11 DE MARZO 2019, 17:30 HRS.
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Código Ciudad de México

nos acompaña la poeta
Mónica González Velázquez




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Palabras Urgentes

jueves, 28 de febrero de 2019

Lunes 4 de Marzo en Palabras Urgentes: Analí


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LUNES 4 DE MARZO 2019, 17:30 HRS.
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http://www.codigoradio.cultura.cdmx.gob.mx/

nos acompaña la cantautora 
Analí
y su inseparable
Bachuche



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Conduce: Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes

Lunes 25 de Febrero en Palabras Urgentes: Abel Rubén Romero


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LUNES 25 DE FEBRERO 2019, 17:30 HRS.
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Abel Rubén Romero



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Conduce: Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes

lunes, 18 de febrero de 2019

Lorna Contreras presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (17 Febrero 2019)


Lorna Contreras
El Alpinista y el Anciano del Risco (Fragmentos)
 Capítulo I
Aquí surge una singular historia, de un pueblo llamado Tlahuiltepec el Chico, nombre náhuatl que significa “cerro de luz”. Es muy hermoso a pesar de ser pequeño, porque está rodeado de varias montañas.
Hace 16 años, nació un joven llamado Ernesto, con mentalidad ágil y curiosa. Tiene dos hermanos pequeños, de 8 y 10 años, a quienes ama profundamente. Es muy entregado a sus estudios de nivel preparatoria y gusta por leer de Física Cuántica, en particular lo referente a la Teoría del Desdoblamiento del Tiempo, del Dr. Jean-Pierre Garnier Malet, ya que le parece un tema interesante. Su pasión en la vida es practicar el alpinismo, porque desde la ventana de su habitación se aprecia una imponente montaña, en particular le atrae un peligroso risco, desde su cima, se puede observar en toda su magnitud a Tlahuiltepec el Grande, donde se habla de mayores avances tecnológicos y científicos. Anhela radicar ahí para continuar con sus estudios profesionales.
Ernesto, en alguna ocasión había tomado algunas clases de iniciación al alpinismo, únicamente ha llegado con su maestro y compañeros cerca del risco, donde experimentó un apacible silencio que lo invadió de serenidad.
Sin embargo, una noche Ernesto tuvo una discusión muy fuerte con sus padres, quienes sabiendo que su hijo se encontraba en la semana de exámenes, le dieron una larga lista de tareas para atender a sus hermanos.
¡No lo haré, no puedo, entiéndanme! ¿Papá?… Entre innumerables gritos, y sin llegar a ningún acuerdo, cada uno se retiró a su habitación. Ernesto fastidiado, sintió la imperiosa necesidad de aquel silencio de las montañas. Sin poder conciliar el sueño, esperó que dieran las cuatro de la madrugada para levantarse con la firme decisión de escalar aquel risco que tanto lo atraía, juntó el escaso equipo de alpinismo que poseía, llenó su cantimplora con agua y un termo con té caliente.
Así que con la oscuridad a sus espaldas, emprendió el camino a la montaña,  con la clara intención de llegar a la cúspide de ese enigmático risco, costara, lo que costara.
En su camino se encontraba la riqueza de la flora y fauna que hay en las altas montañas, la belleza de la extensa biodiversidad y un águila que volaba por los alrededores que parecía acompañarlo.

Capítulo II

Después de algunas horas de caminata, llegó al pie del risco, extendió su cuerda y comenzó la escalada. Tardó más tiempo del previsto en poder llegar hasta la punta, debido a su falta de experiencia. Ernesto, bien sabía que debía apresurarse, para no ser sorprendido por el anochecer.
Al llegar a la cúspide, lo invadió una sensación de triunfo, al observar a Tlahuiltepec el Grande, intensamente emocionado, se humedecieron sus ojos y levantó sus brazos.
Sin embargo, un fuerte viento lo empujó,  arrastrándolo hasta el final de un peñasco, su cuerpo quedo colgado dependiendo solo de una de sus manos. Al ver tan cerca su posible muerte, el primer pensamiento que pasó por su mente, fue el amor a sus hermanos. ¿Qué sería de ellos? Hizo un enorme esfuerzo y volvió a afianzarse de su cuerda, asustado logró incorporarse. Apresuró su descenso con la poca luz, hasta llegar a la planicie, los dolores en piernas y brazos continuaban. Al tratar de enrollar la cuerda, se percató que se encontraba atorada casi dos metros arriba. ­No puede ser esto se dijo. Insistió jalándola, pero no lo consiguió. Ya sorprendido por la oscuridad, su cuerda aparentaba estar atorada con otra cuerda, así que decidió volver a subir, logró desatorarla de un cable que parecía la conexión de luz de un aparato eléctrico. ¿Un cable de luz sin clavija? Se preguntó, entonces miró que al final de éste, algo se encontraba enterrado y con su navaja retiró la tierra y hierba que cubría un objeto, al sacarlo observó que era una antigua radio muy pesada. Era inverosímil que alguien subiera a la montaña un aparato así, sin existir electricidad. Sin embargo, bajó la radio consigo.
Prontamente encontró un lugar apropiado para acampar, extendió la tienda de campaña e hizo una fogata, sacó de la mochila una manta, puso la radio a un lado, bebió agua de su cantimplora para refrescarse y miró la hora de su reloj, 8:17 de la noche, cerró sus ojos conciliando el sueño inmediatamente, debido a su cansancio.
Pasado un tiempo, una intensa luz intermitente lo despertó ¿A caso ya amaneció?  Ernesto miró nuevamente su reloj que marcaba las 11:50. Creyó que quizá era la luz de la deslumbrante luna llena. Ernesto desde su tienda, levantó la mirada para buscar su procedencia. Sin embargo, la luna estaba del lado contrario, al mirar la luz directamente, Ernesto quedó ciego.  Asustado gritó aterrado, ¡Esto no puede ser, no me puede suceder! Inmediatamente se refugió en su tienda, se sentó para encoger su cuerpo y abrazó sus piernas, pensando que quizá su vista regresaría pronto. Pero no fue así, pasó largo tiempo, su mente lo invadía con pensamientos de temor. Ahora, no sabía si esa luz intensa continuaba afuera, ni de dónde provenía, tampoco podría saber la hora que marcaba su reloj. Así que entonces, no podría descender. Comenzó a culparse a sí mismo. Para que vine, yo deseaba tranquilidad y no la encontré.
A los pocos minutos, recordó la radio, deslizó su mano sobre la manta, al encontrarla, oprimió varios botones e inesperadamente la radio captó señal. Ernesto asustado, la soltó de inmediato,  ésta sintonizaba una estación radiofónica que hablaba de sus momentos de enojo, con tal exactitud, como si el locutor conociera la vida de Ernesto, la radio funcionaba igual como lo hacen sus pensamientos. ¡Ay no, no deseo escuchar esto! así que cambió la estación, se encontró con sus momentos de tristeza, pasando por los de rencor hasta los de venganza. ¡No, no!, buscaré la estación de los momentos felices. De pronto la radio dejó de funcionar, y comenzó a escuchar pisadas, cubrió la radio con su manta. Aterrado porque las pisadas se escuchaban más cerca, el corazón de Ernesto palpitaba fuertemente y gritó para preguntar: ¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?!

 Capítulo III

Soy yo, se escuchó una voz dulce, como la de un anciano.
Lamento haberlo espantado, vengo solo, me quedé dormido, al despertar, encontré que había anochecido, mi vista es débil, aún con mi lámpara no alcanzo a ver bien mis pasos, así que sólo podré regresar hasta el amanecer.
¿Sabe? tengo frío. ¿Tendrá una bebida caliente por favor? Ernesto se tranquilizó, quedando impactado por el tono tan amable y lleno de serenidad del anciano. No es mi intensión incomodarlo Ernesto lo invitó a entrar a su tienda, pase, pase señor.
Buscó su termo con manos torpes, el anciano se dio cuenta que ese joven no veía, ya que la luz de su lámpara era suficiente para que Ernesto pudiera ver lo que estaba haciendo, el anciano guardó sus comentarios al respecto, usando su sabia prudencia.

Al verter el té, Ernesto lo derramó sobre su mano, disimuló el ardor. Carecía de confianza para confesarle al anciano que se encontraba ciego. Estiró su mano mojada y de forma insegura para darle al anciano el té, desde luego lo hizo en dirección equivocada,  el anciano continuó en uso de su sabia prudencia.
Gracias, joven,  caminando vi la luz de tu fogata y a ti que estás solo, por eso me acerqué.
Entiendo señor, puede quedarse hasta el amanecer.
Muchas gracias joven. ¿De dónde vienes?  
Vengo del pueblo de Tlahuiltepec el Chico.
¿Qué haces aquí solo hijo?
  Verá, salí de mi casa para buscar tranquilidad. Claro que para desviar más cuestionamientos Ernesto lanzó una pregunta ¿Y usted de dónde viene?
 Vengo del pueblo de Tlahuiltepec el Grande, queda del otro lado de este hermoso risco.
Sí señor, lo sé.
De joven viví en Tlahultepec el Chico.
Ernesto emocionado le comentó al anciano:
Cuando termine mi preparatoria, viviré en Tlahuiltepec el Grande, para convertirme en científico.
Eso es maravilloso, allá encontrarás avances inimaginables.
Eso deseo, señor.
Eres muy valiente en venir hasta aquí solo.
Ernesto sintió un poco de confianza y comentó:
Verá señor, realmente me salí de mi casa, discutí con mis padres, sentí la necesidad de este pacífico silencio que he experimentado en mis prácticas de alpinismo, sé que encontraré las respuestas que busco para aclarar mi mente, además de disfrutar de la hermosa biodiversidad de las altas montañas.
¿Sabes? A mí también me gusta el alpinismo, a tu edad, también lo practiqué. Mira, con los años que tengo de experiencia, comprendí varias cosas…
Pienso que los seres humanos subimos la montaña, que representaría nuestro trayecto por la vida, con dos piedras.
Una de ellas es el engaño a sí mismo. Si seguramente me llamará, o  me dirá, no sé, cualquier cosa.
La otra piedra, es desear que las personas que nos rodean, deben pensar o hacer lo que nosotros queremos. Y eso apreciado joven, tampoco será posible.
Ernesto bajó su cabeza al mismo tiempo que asentaba afirmativamente de manera reflexiva, al escuchar las palabras del sabio anciano.
Todo esto, lo hizo olvidar su soledad, ambos disfrutaron su grata compañía.
Entre risas y anécdotas, conversaron intensamente hasta el amanecer.

Capítulo IV

Ernesto permanecía con su ceguera, sin percatarse de los primeros rayos del sol.
Ya me tengo que ir, ¿sabes por dónde debes descender?
 Sí señor, lo sé.
Muy bien, te ayudaré a levantar tus cosas.
Qué amable es, gracias, señor.
Ernesto continuó la plática con una pregunta: ¿Señor, y usted por qué vino hasta aquí?
Verás, hace ya varios años extravié una radio cerca de este lugar, no recuerdo el lugar exacto. Así que vengo a con frecuencia a buscarla.
Ernesto sorprendido, mencionó al anciano: Yo encontré  una radio enterrada en el risco, si esta es la que busca, se la devuelvo.
Al mirarla, el anciano se alegró mucho. ¡Si es la misma, es la que yo perdí! ¡Muchas gracias! Significa tanto para mí. Yo he construido para este radio una pila seca similar a la que te muestro en la fotografía, ésta fue fabricada en el año 1840, por los fabricantes de instrumentos Watkin y Hill. ¿Sabes? esta pila, actualmente se encuentra en el Laboratorio de Clarendon de la Universidad de Oxford en Canadá, lleva funcionando 175 años, ininterrumpidamente. Nuevamente, te doy las gracias hijo.
 Ah, con razón capto señal.
 ­Me despido, te agradezco tu amable hospitalidad, regresemos a nuestros respectivos pueblos querido amigo.  Espero que regreses con bien a tu casa, desciende con mucho cuidado.
Descuide buen hombre, así lo haré.
Conforme el anciano se alejaba, Ernesto poco a poco recuperaba su vista. ¡Por fin, que alegría, ahora ya podré descender con seguridad!
¡Ea!, un momento, conversé toda la noche con el anciano y jamás le pregunté su nombre. ¡Oiga, espere señor! estuve conversado con usted toda la noche. Por favor, dígame su nombre.
El anciano, detuvo su caminar, sin volver su rostro, únicamente levantó su mano para responder en voz alta: ¡Me llamo Ernesto!
¿Dijo Ernesto? ¡Ah!