jueves, 28 de febrero de 2019

Lunes 4 de Marzo en Palabras Urgentes: Analí


presenta
LUNES 4 DE MARZO 2019, 17:30 HRS.
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Código Ciudad de México
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nos acompaña la cantautora 
Analí
y su inseparable
Bachuche



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Conduce: Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes

Lunes 25 de Febrero en Palabras Urgentes: Abel Rubén Romero


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LUNES 25 DE FEBRERO 2019, 17:30 HRS.
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Abel Rubén Romero



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Palabras Urgentes

lunes, 18 de febrero de 2019

Lorna Contreras presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (17 Febrero 2019)


Lorna Contreras
El Alpinista y el Anciano del Risco (Fragmentos)
 Capítulo I
Aquí surge una singular historia, de un pueblo llamado Tlahuiltepec el Chico, nombre náhuatl que significa “cerro de luz”. Es muy hermoso a pesar de ser pequeño, porque está rodeado de varias montañas.
Hace 16 años, nació un joven llamado Ernesto, con mentalidad ágil y curiosa. Tiene dos hermanos pequeños, de 8 y 10 años, a quienes ama profundamente. Es muy entregado a sus estudios de nivel preparatoria y gusta por leer de Física Cuántica, en particular lo referente a la Teoría del Desdoblamiento del Tiempo, del Dr. Jean-Pierre Garnier Malet, ya que le parece un tema interesante. Su pasión en la vida es practicar el alpinismo, porque desde la ventana de su habitación se aprecia una imponente montaña, en particular le atrae un peligroso risco, desde su cima, se puede observar en toda su magnitud a Tlahuiltepec el Grande, donde se habla de mayores avances tecnológicos y científicos. Anhela radicar ahí para continuar con sus estudios profesionales.
Ernesto, en alguna ocasión había tomado algunas clases de iniciación al alpinismo, únicamente ha llegado con su maestro y compañeros cerca del risco, donde experimentó un apacible silencio que lo invadió de serenidad.
Sin embargo, una noche Ernesto tuvo una discusión muy fuerte con sus padres, quienes sabiendo que su hijo se encontraba en la semana de exámenes, le dieron una larga lista de tareas para atender a sus hermanos.
¡No lo haré, no puedo, entiéndanme! ¿Papá?… Entre innumerables gritos, y sin llegar a ningún acuerdo, cada uno se retiró a su habitación. Ernesto fastidiado, sintió la imperiosa necesidad de aquel silencio de las montañas. Sin poder conciliar el sueño, esperó que dieran las cuatro de la madrugada para levantarse con la firme decisión de escalar aquel risco que tanto lo atraía, juntó el escaso equipo de alpinismo que poseía, llenó su cantimplora con agua y un termo con té caliente.
Así que con la oscuridad a sus espaldas, emprendió el camino a la montaña,  con la clara intención de llegar a la cúspide de ese enigmático risco, costara, lo que costara.
En su camino se encontraba la riqueza de la flora y fauna que hay en las altas montañas, la belleza de la extensa biodiversidad y un águila que volaba por los alrededores que parecía acompañarlo.

Capítulo II

Después de algunas horas de caminata, llegó al pie del risco, extendió su cuerda y comenzó la escalada. Tardó más tiempo del previsto en poder llegar hasta la punta, debido a su falta de experiencia. Ernesto, bien sabía que debía apresurarse, para no ser sorprendido por el anochecer.
Al llegar a la cúspide, lo invadió una sensación de triunfo, al observar a Tlahuiltepec el Grande, intensamente emocionado, se humedecieron sus ojos y levantó sus brazos.
Sin embargo, un fuerte viento lo empujó,  arrastrándolo hasta el final de un peñasco, su cuerpo quedo colgado dependiendo solo de una de sus manos. Al ver tan cerca su posible muerte, el primer pensamiento que pasó por su mente, fue el amor a sus hermanos. ¿Qué sería de ellos? Hizo un enorme esfuerzo y volvió a afianzarse de su cuerda, asustado logró incorporarse. Apresuró su descenso con la poca luz, hasta llegar a la planicie, los dolores en piernas y brazos continuaban. Al tratar de enrollar la cuerda, se percató que se encontraba atorada casi dos metros arriba. ­No puede ser esto se dijo. Insistió jalándola, pero no lo consiguió. Ya sorprendido por la oscuridad, su cuerda aparentaba estar atorada con otra cuerda, así que decidió volver a subir, logró desatorarla de un cable que parecía la conexión de luz de un aparato eléctrico. ¿Un cable de luz sin clavija? Se preguntó, entonces miró que al final de éste, algo se encontraba enterrado y con su navaja retiró la tierra y hierba que cubría un objeto, al sacarlo observó que era una antigua radio muy pesada. Era inverosímil que alguien subiera a la montaña un aparato así, sin existir electricidad. Sin embargo, bajó la radio consigo.
Prontamente encontró un lugar apropiado para acampar, extendió la tienda de campaña e hizo una fogata, sacó de la mochila una manta, puso la radio a un lado, bebió agua de su cantimplora para refrescarse y miró la hora de su reloj, 8:17 de la noche, cerró sus ojos conciliando el sueño inmediatamente, debido a su cansancio.
Pasado un tiempo, una intensa luz intermitente lo despertó ¿A caso ya amaneció?  Ernesto miró nuevamente su reloj que marcaba las 11:50. Creyó que quizá era la luz de la deslumbrante luna llena. Ernesto desde su tienda, levantó la mirada para buscar su procedencia. Sin embargo, la luna estaba del lado contrario, al mirar la luz directamente, Ernesto quedó ciego.  Asustado gritó aterrado, ¡Esto no puede ser, no me puede suceder! Inmediatamente se refugió en su tienda, se sentó para encoger su cuerpo y abrazó sus piernas, pensando que quizá su vista regresaría pronto. Pero no fue así, pasó largo tiempo, su mente lo invadía con pensamientos de temor. Ahora, no sabía si esa luz intensa continuaba afuera, ni de dónde provenía, tampoco podría saber la hora que marcaba su reloj. Así que entonces, no podría descender. Comenzó a culparse a sí mismo. Para que vine, yo deseaba tranquilidad y no la encontré.
A los pocos minutos, recordó la radio, deslizó su mano sobre la manta, al encontrarla, oprimió varios botones e inesperadamente la radio captó señal. Ernesto asustado, la soltó de inmediato,  ésta sintonizaba una estación radiofónica que hablaba de sus momentos de enojo, con tal exactitud, como si el locutor conociera la vida de Ernesto, la radio funcionaba igual como lo hacen sus pensamientos. ¡Ay no, no deseo escuchar esto! así que cambió la estación, se encontró con sus momentos de tristeza, pasando por los de rencor hasta los de venganza. ¡No, no!, buscaré la estación de los momentos felices. De pronto la radio dejó de funcionar, y comenzó a escuchar pisadas, cubrió la radio con su manta. Aterrado porque las pisadas se escuchaban más cerca, el corazón de Ernesto palpitaba fuertemente y gritó para preguntar: ¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?!

 Capítulo III

Soy yo, se escuchó una voz dulce, como la de un anciano.
Lamento haberlo espantado, vengo solo, me quedé dormido, al despertar, encontré que había anochecido, mi vista es débil, aún con mi lámpara no alcanzo a ver bien mis pasos, así que sólo podré regresar hasta el amanecer.
¿Sabe? tengo frío. ¿Tendrá una bebida caliente por favor? Ernesto se tranquilizó, quedando impactado por el tono tan amable y lleno de serenidad del anciano. No es mi intensión incomodarlo Ernesto lo invitó a entrar a su tienda, pase, pase señor.
Buscó su termo con manos torpes, el anciano se dio cuenta que ese joven no veía, ya que la luz de su lámpara era suficiente para que Ernesto pudiera ver lo que estaba haciendo, el anciano guardó sus comentarios al respecto, usando su sabia prudencia.

Al verter el té, Ernesto lo derramó sobre su mano, disimuló el ardor. Carecía de confianza para confesarle al anciano que se encontraba ciego. Estiró su mano mojada y de forma insegura para darle al anciano el té, desde luego lo hizo en dirección equivocada,  el anciano continuó en uso de su sabia prudencia.
Gracias, joven,  caminando vi la luz de tu fogata y a ti que estás solo, por eso me acerqué.
Entiendo señor, puede quedarse hasta el amanecer.
Muchas gracias joven. ¿De dónde vienes?  
Vengo del pueblo de Tlahuiltepec el Chico.
¿Qué haces aquí solo hijo?
  Verá, salí de mi casa para buscar tranquilidad. Claro que para desviar más cuestionamientos Ernesto lanzó una pregunta ¿Y usted de dónde viene?
 Vengo del pueblo de Tlahuiltepec el Grande, queda del otro lado de este hermoso risco.
Sí señor, lo sé.
De joven viví en Tlahultepec el Chico.
Ernesto emocionado le comentó al anciano:
Cuando termine mi preparatoria, viviré en Tlahuiltepec el Grande, para convertirme en científico.
Eso es maravilloso, allá encontrarás avances inimaginables.
Eso deseo, señor.
Eres muy valiente en venir hasta aquí solo.
Ernesto sintió un poco de confianza y comentó:
Verá señor, realmente me salí de mi casa, discutí con mis padres, sentí la necesidad de este pacífico silencio que he experimentado en mis prácticas de alpinismo, sé que encontraré las respuestas que busco para aclarar mi mente, además de disfrutar de la hermosa biodiversidad de las altas montañas.
¿Sabes? A mí también me gusta el alpinismo, a tu edad, también lo practiqué. Mira, con los años que tengo de experiencia, comprendí varias cosas…
Pienso que los seres humanos subimos la montaña, que representaría nuestro trayecto por la vida, con dos piedras.
Una de ellas es el engaño a sí mismo. Si seguramente me llamará, o  me dirá, no sé, cualquier cosa.
La otra piedra, es desear que las personas que nos rodean, deben pensar o hacer lo que nosotros queremos. Y eso apreciado joven, tampoco será posible.
Ernesto bajó su cabeza al mismo tiempo que asentaba afirmativamente de manera reflexiva, al escuchar las palabras del sabio anciano.
Todo esto, lo hizo olvidar su soledad, ambos disfrutaron su grata compañía.
Entre risas y anécdotas, conversaron intensamente hasta el amanecer.

Capítulo IV

Ernesto permanecía con su ceguera, sin percatarse de los primeros rayos del sol.
Ya me tengo que ir, ¿sabes por dónde debes descender?
 Sí señor, lo sé.
Muy bien, te ayudaré a levantar tus cosas.
Qué amable es, gracias, señor.
Ernesto continuó la plática con una pregunta: ¿Señor, y usted por qué vino hasta aquí?
Verás, hace ya varios años extravié una radio cerca de este lugar, no recuerdo el lugar exacto. Así que vengo a con frecuencia a buscarla.
Ernesto sorprendido, mencionó al anciano: Yo encontré  una radio enterrada en el risco, si esta es la que busca, se la devuelvo.
Al mirarla, el anciano se alegró mucho. ¡Si es la misma, es la que yo perdí! ¡Muchas gracias! Significa tanto para mí. Yo he construido para este radio una pila seca similar a la que te muestro en la fotografía, ésta fue fabricada en el año 1840, por los fabricantes de instrumentos Watkin y Hill. ¿Sabes? esta pila, actualmente se encuentra en el Laboratorio de Clarendon de la Universidad de Oxford en Canadá, lleva funcionando 175 años, ininterrumpidamente. Nuevamente, te doy las gracias hijo.
 Ah, con razón capto señal.
 ­Me despido, te agradezco tu amable hospitalidad, regresemos a nuestros respectivos pueblos querido amigo.  Espero que regreses con bien a tu casa, desciende con mucho cuidado.
Descuide buen hombre, así lo haré.
Conforme el anciano se alejaba, Ernesto poco a poco recuperaba su vista. ¡Por fin, que alegría, ahora ya podré descender con seguridad!
¡Ea!, un momento, conversé toda la noche con el anciano y jamás le pregunté su nombre. ¡Oiga, espere señor! estuve conversado con usted toda la noche. Por favor, dígame su nombre.
El anciano, detuvo su caminar, sin volver su rostro, únicamente levantó su mano para responder en voz alta: ¡Me llamo Ernesto!
¿Dijo Ernesto? ¡Ah!

jueves, 14 de febrero de 2019

Lunes 18 de Febrero en Palabras Urgentes: Lorna Contreras


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LUNES 18 DE FEBRERO 2019, 17:30 HRS.
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Lorna Contreras



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Conduce: Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes

martes, 5 de febrero de 2019

Lunes 11 de Enero en Palabras Urgentes: Erika Argudín


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LUNES 11 DE FEBRERO 2019, 17:30 HRS.
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lunes, 4 de febrero de 2019

Gibrán Rivera presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (4 de febrero 2019)




GIBRÁN RIVERA


Efímero

Éramos felices, lo sabíamos aunque yo no lo creía, no era quizás mi mejor etapa pero por alguna extraña razón ella era la mejor compañía, la primera en muchísimas cosas, por quien comencé a hacer cosas que nunca pensé, una mujer que me lo daba todo y más, la persona más madura y quizás la tormenta más larga en mi cabeza, la primera real después de tantos juegos.
Siempre he dicho que todos somos galaxias, que nuestro ser está lleno de tanto que a veces ni nosotros lo notamos, pero ella, ella era la galaxia más hermosa que había podido visitar, los labios más dulces, un olor tenue, agradable y una mirada tierna, profunda pero amable, alguien con quien se podía disfrutar de lo efímero de la vida.
La mujer con quizás más metas que he conocido, la pasión dentro de un cuerpo y las ganas por comerse el mundo.
Quizás era un todo, una atracción tanto física como mental, una de las mujeres más completas que la vida me permitió conocer, unas pequeñas bolsas en los ojos, unas manos suaves, un cuerpo que encajaba tan bien con el mío a dormir.
La chica con quien podía dormir en un día de lluvia y despertar en una mañana fresca, despedidas que ninguno quería aceptar pero besos que sabíamos nos unirían aún más, platicas interminables, ella tan dentro de mis palabras y yo tan fascinado por su mente, una explosión perfecta de madurez y ganas, una mujer tan increíble que desafortunadamente no pude o me permití llenar.
Quizás sus ojos no merecían inundarse, sus piernas no estaban dispuestas a temblar de incertidumbre ni su mente dar vueltas de que algo había salido mal, pero quizás yo no lo soportaba o no lo podía asimilar.
Todo comenzó por un mensaje, y se confirmó en una estación de autobuses.
Así como todo terminó en una explanada pública, afuera de un café.
Ella era vida y yo sólo la desperdiciaba.



El café más amargo 

Por la mañana recibí un mensaje tuyo, me citaste en el café de siempre al cual solíamos ir cuando estaba a punto de atardecer pero ese día decidiste que fuese más noche, sólo pensé que tenías otras cosas que hacer.
Llegué media hora antes, pedí un café endulzado con vainilla y la chica de la barra me reconoció, preguntó por ti y sólo le dije que te estaba esperando, me fui a sentar y abrí la computadora en lo que esperaba para escribir, las palabras fluían y el tiempo voló, al darme cuenta, ya habían pasado quince minutos de la hora en la que me citaste, no le di mucha importancia, supuse que venías un poco tarde.
Cinco minutos después llegaste, entraste y el ambiente cambió, al verte ir hacia mi supe que algo estaba mal, no sonreías como siempre, tenías una mirada pesada y no ordenaste nada, te sentaste frente a mí y cuando pregunté lo que pasaba, simplemente dijiste "acabó"; yo sin entender volví a preguntar y dijiste " esto, nosotros, terminó", no me dejaste decir nada y simplemente te levantaste, caminaste a la puerta y te marchaste.
Me quedé sin palabras y lo único que pude hacer fue voltear a ver la computadora para leer lo que sin pensar había escrito y me di cuenta que en cada palabra, en cada párrafo estaba tu nombre, que cada tecla que yo tocaba era un reflejo de lo bien que me sentía a tu lado y entendí que me había permitido ser tuyo, más de lo que debía, que me había hecho tan a la idea de que éramos tan increíbles que simplemente dejaba que mis días pasaran entre tus ojos, había dejado que fueras juez y verdugo de mis acciones y que en verdad, después de muchísimo tiempo, me había dado el permiso de sentir a flor de piel y que en ese momento todo se estaba derrumbando, que todo se caía a pedazos por tres palabras y no sé cuantos sentimientos tuyos, me di cuenta que mi sentir te pertenecía tanto a ti que yo sólo lo dejaba ser.

En ese momento recordé que cada escrito, antes de terminarlo, te lo mostraba, y ese en específico quedaría inconcluso, destruido al igual que yo y esto era lo que decía:
"Nunca pensé que fuese tan placentero abrazar a alguien mientras estas dormido, olvidarte de lo que hay detrás de la puerta y preferir quedarte un instante más en la cama.
Que el hecho de que todo pudiese estar cambiando a unos metros de distancia fuera tan insignificante estando al lado de la persona correcta, que un beso en la mañana fuera más importante que lo que pudiera suceder el resto del día, porque así es, a veces, el instante vale más que las horas, una caricia vale más que el paisaje afuera; que el simple hecho de poder mirar a los ojos a esa persona, valga más que cualquier gusto que puedas satisfacer después.
A tu lado el tiempo se volvía lento, parecía que el universo conspiraba para que nuestros momentos fueran perfectos, que cualquier tema de conversación era lo suficientemente grande para nunca aburrirnos; el mundo era nuestro y lo sabíamos."
Después de eso, el café se había vuelto amargo, el ambiente tenso y quienes nos conocían me miraban esperando saber lo que había sucedido, lo único que pude hacer fue cerrar la computadora, partir a casa y dejar que la vida continuara.

®Gibrán Rivera.


viernes, 1 de febrero de 2019

Lunes 4 de Febrero en Palabras Urgentes: Gibrán Rivera


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LUNES 4 DE FEBRERO 2019, 17:30 HRS.
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Gibrán Rivera



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