miércoles, 28 de mayo de 2014

Lunes 2 de Junio en Palabras Urgentes: Haydn Hernández

presenta este Lunes 2 de Junio
en vivo a las 17:30 horas por


Estará con nosotros el poeta:

Haydn Hernández



¿A qué hora descubrirás

que eres el platillo principal del festín?
Que la virginidad quiere castrarte
y el arte no es un refugio eterno


Además de nuestras secciones de siempre:

Cada quien su boca
Notas Imprescindibles
Escritorpedia

Conduce
Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes
Las escritoras y escritores tienen la palabra.


Una producción de Código CDMX.

lunes, 26 de mayo de 2014

Mauricio Andrade presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (26 Mayo 2014)



Oda al café

El café es la semilla desmembrada que decora
y pone en templo las pulsiones solares.
Más allá del Nescafé, de los Starbucks
–capitales de la descafeína y el tallo dulzón–
saludamos a la perla quemada, difuminada;
perla hoy, en la época de la escasez de dioses.

El café nos abre balcones en el tiempo,
despeja la mirada nublada, medita
en el nervio, entre nuestros dientes.

Yo huelo su aire en cámara lenta,
saludo su origen; creo en la sombra.
Por la mañana atardecen sus canarios
como granos estampados en la lejanía.
La tarde acecha los listones del meridiano
¿y yo? me siento en un sistema nubes tardías,
desde ahí organizo mis ataques cotidianos.

Frente a la taza, la nostalgia se vuelve artesanía.
Disfruto el trabajo muerto de nuestro pan y
desgajo el amor con manos de mujer posible.
(Sorbo) y mis fracasos se ponen entre comillas.
Mi lágrima elevada invoca a la otra planta:
no es el llanto, sino la proyección de la uva.
Otra historia se defiende sobre la servilleta…
si hay café, los vengadores serán vino.

  

Mal profeta

Walter Benjamin, el muerto,
adivinó que la revolución sería
un ramo de fracasos y basuras
más bello que cualquier victoria.
El ramo sería la invitación
–tanto tiempo postergada—
para un mejor trato con los muertos,
un ajuste de cuentas amistoso,
un apretón de manos maternales.

También sería la clave para leer
las espirales de lo decadente
y las cartas amarillas de las diásporas,
esos mamíferos sin reino ni chispa.
Igual sería la pluma que define los bordes
de aquello diminuto casi ¡casi sombra!
y los perfiles de todos los desaparecidos.
No obstante al adivino le faltó decir
que, bien visto, el ramo es el fetiche predilecto
de un cometa que penetrará todas las médulas
y hará estallar sin música los pulmones mezquinos,
para que los hijos humanos puedan respirar
los átomos del último cerezo en la última sangre
que gasta y se consume en cada rostro de niño;
para que puedan, cual comunistas primitivos,
mamar el cielo.


  
Despierta

Todavía suenan los cocuyos al otro lado de la almohada.
Se confunden con los pájaros precoces de las azoteas
que dictan bemoles, como gallos sin cresta esperanza.
Ya escucho los bríos, el dolor del transporte colectivo,
el necio cyborg, la oruga febril que aún llamamos Metro.
Enfrente, el jardín de niños donde se aprende la ironía,
la línea del tiempo y la crayola de los primeros enemigos;
donde se domestican los pigmentos en social caligrafía.
En el jugo de naranja yace la gloria desnutrida del sol,
en el precio de la hoja de tamal se asoman los futuros.
Ningún caballo agita la tela celeste: no hay poesía.
La luz no toca los cuerpos con dedo de madre alta.
La luz no se derrama sobre las cosas. la leche se enfría.
No hay luz, sino brillo en el metal, rayo escaso
como el fulgor de la luciérnaga antes de sufrir.

Amanece y alguien no quiere que despiertes.
Hay un cielo sin tregua, a punto de la tempestad.
Todavía hablan los cocuyos al otro lado de tu almohada:
estaba escrito que serías fiel a la pesadilla que elegiste.




Extravío

Y volver a escribir desarmado,
sin traje de plumas de escritorio.
Escribir el desarme mismo,
la secreta indigencia,
el abecedario que por dentro se profana
con la mirada fija en el silencio.
Deletreo como la primera vez: de reojo.
Presiento la punta de la imagen que casi llega,
que llega en perla de felicidad: no estando del todo.
Deletreo con los ojos en blanco, como esperando
en el sembradío de la memoria una fruta bastarda,
una paloma gris que quizá apunte y pueda herir
¿a un cuerpo? ¿Una sombra? ¿Un nombre?
A veces uno habla y la uña toca un cuerpo lejano.
Lo lastima con una luz ingrata o lo escala
en una nieve muy muy blanca, como si fuera
una nido nuestro, un asteroide privatizado.
Otras veces se colma de inmundicia y de infancias,
de un sentimiento ridículo, de vida cotidiana.

Deletreo este cuerpo. Aquí, ahora sabe a sal.
Parece que siempre estuvo, como el océano,
mago horizontal que no ataca pero no perdona.
¿Cuánta aleta, qué vértebra juega en la penumbra
como herejía de Darwin dibujada a mar abierto?
¿Cuántos minerales deletrean la duna luminosa?
Me pregunto si el mar es triste,
si es neurosis lo que enciende su pulmón,
si es la luna la que escribe la teoría de las olas.

Paciencia:
las palabras vendrán o no vendrán en caracoles.
¿Cuántas letras persiguen la fuga del mundo?
¿Qué palabra invoca los fósiles de la presencia?
Deletreo como la primera vez: de reojo.
Si no hubo sangre, hubo al menos extravío.



Antes de poder abrir la boca…

Antes de poder abrir la boca perderé el alba.
Hundiré otro grano en mi tráquea amarillenta.
Perderé un ganado, otra piedad en el tumulto.
Ya mi sangre me expulsa y se echa sobre mis ventanas;
mis nubes no son más iracundas, no son mías, ni de agua.
Todos los paraísos artificiales, si los hubo, se fundieron
en un plástico remoto, en una mágica espera de petróleo.
Oscurece y es demasiado tarde para la estrella enemiga
que ayer nos prometía una palabra, una muerte sin fin.
Demasiado breve la luz del asteroide rojo ensimismado,
demasiado dulce el domingo de la hormiga alucinada.
Hoy la ciudad me parece un desierto electrificado.
Las sales se confunden en el rímel planchado de sus mujeres,
crecen las lenguas enamoradas como cactus sobre las azoteas.
En las ojeras de los ilegales no hay secretos, ni minerales.
Veo una ciudad neurótica; en sus engranes, agudos fantasmas.
Su oxigenación es similar a la del molino primitivo, cristiano
que exhumó pastizales y hoy castiga al sexo de las luciérnagas.
Esta noche bebemos su polen universal a modo de caguama.
Amanece y ya es tarde para el drama abstracto, asalariado.
Nuestra sal ignora el arribista cielo y sus paletas de poesía,
cifra el rayo y cancela el sendero envejecido de la nube.
Muy tarde viene la lección solar, después del trago y
mil despertadores de la madre hinchada, violeta, atea.
La ciudad se hunde y no se mira un mapa desde aquí.
Apuesta sus faroles la vigilia; sueña en blanco y negro
la redención a bajo precio, el robo maestro del vino.

  

Carta amistosa

Amigo mío, ya eres un pobre animal inofensivo
que creyó en la transparencia de la herida
y ahora se hunde en el laberinto de la cicatriz.
Tus sueños cabían en vasijas de minerales rojos,
sueños húmedos y geométricos, como la lágrima
del héroe que se aleja y se abisma sobre la playa
para encontrar las armas de la gaviota
o el progreso en la espiral del caracol.
En la ciudad también creías porque el rock
la despeinaba como a un largo animal que muere
con los ojos abiertos, satisfecho de sus chimeneas.
Amiga, tu mirada destruye las grises lámparas
del sentido común y las alhajas del torero muerto.
En tu lengua esperan varios alfileres para clavarle
el corazón al oso occidental, al flaco Prometeo.
Soñaste en tonos sepia como las aves;
como las flores soñabas, con o sin madre.
Tu perfume es un sortilegio feminista que se
prende fuego, orgulloso de su contradicción.
Por lo demás, no hiciste caso a los imperios.
No votaste porque creíste que era mejor esperar
a que todos envejecieran dolorosamente.
¡Y míranos aquí, con el pinche alma reformista!
Amigas, amigos, a todos nos han abandonado.
A mí primero me abandonaron el cuerno, la ira,
el casco y la memoria que abusa de la sangre.
Pero ¡basta! Ya no lloren, bien saben que
ésta no es la primera vez que nos sucede…
¡Ya basta!
Vamos curando la leña,
el agave pa’ después del cataclismo.


  

La pastilla

Ahí van. Los hombres van cantando y olvidan sus pastillas.
Su voz ronca se cierra, se abre y repta por la calle despintada.
Las mujeres se peinan, se sacuden las miradas que se hunden
como ramas blancas o piropos desoídos en el escalofrío.
Todos tiemblan, aunque la nieve llegue tarde.
El inverno es imperial en todas las leyendas
pero aquí, arde el hielo como en la vena de julio.
Por debajo de los gritos ahumados, las mercancías
y las piedras parlamentarias yace un solo páramo.
Y la ciencia que denuncia la neurosis del océano y
el hervidero de las moléculas, soslaya el dedo local
–frío gemelo de la canícula–, el calentamiento mínimo
que hincha el globo con el pulmón de los migrantes.
Por debajo aprendemos a morir. Ahí la enseñanza
del rocío que viene y se va en los poros del cemento.
Ahí se pierde un diente de la memoria del paisano.
Pero el diente no vale una moneda, ni una cruz que
organice el estallido de la pura madre contenida.
Ellos hablan de bufandas subterráneas, de esperanzas sin capilla,
y desprecian los tropeles de ratas como si fueran de otro mundo.
Anhelan un fósforo en su desierto, una pantalla de plasma
que aun pirata nos acerca y nos aleja como a una tribu espinosa.

En los estanques se ahogan los abstemios que platican de la chamba.
¡Yacen flores y cirugías bajo la cama del enfermo de vida y de droga!
Y dime,
¿quién nos dará algo para fumar en este lado carnal del universo?


  
Luz

Perra luz,
tragamundos,
fatua luz, arribista.
Incoloro peregrino, Luz,
última vasija del sin calor,
descreído puente de los que sueñan
con los ojos abiertos para no volver.
No te perdona el fuego de los huérfanos
ni la chispa del payaso;
no estás en el gemido
ni en la risotada policiaca.
Eres una lagartija desnuda
que no llega y que nos ama idiota
como un colibrí entre la basura.
¿A dónde con esa apariencia dulzona
de comadre que inspira falda o perro faldero?
¡Ahí tu torniquete príncipe, mutilación de plasma!
Perra falta de paletas,
de pintores que germinen pobremente
al mediodía, una docena de vergüenzas.
No tienes profecía, no tienes manos,
despides un anciano a destajo,
no tienes música, ni rincón.
Detrás del mirto olvidas
las explosiones del mundo,
la guerra microscópica del sexo de las cosas

Lo único que haces es largarte.
Luz, tengo celos de ti.
Eres el muladar invisible en donde
me quito la ropa y no dejo de decir
adiós
adiós
adiós




Poema de amor

Quise escribir un poema de amor filiar, de ensueño y amapola,
pero pronto, sin creerlo, me crecieron barbas despeinadas y
una espuma de silencio y sentimiento tornasol me regó los dientes.
Soy un inepto. No puedo perseguir la mínima hebra de canción.
Creo que todo es una fuga y en vano desenterramos percusiones.
Apenas cuento con un cuarto de metáfora de ave
para decir que llego tarde de nuevo a la caricia.
Pero no necesitas esperarme.
Aunque te vayas te regalo toda mi ternura
que ya no es cursi sino idiota, como la gallina.
Te idolatro sin armonía y me apena el no tener vergüenza
para mirarte a los ojos, a la hora de sudar y pedirte al alimento.
Quise escribirte loas marinas y senderos de eucalipto.
Me abstengo porque sólo hablo los berrinches del niño
y la semántica del ebrio solar, el español del sacacorchos.
Me gustaría estar sentado para extrañarte como se debe,
como un mamífero que fuma y se pone su sombrero
para sentir samaritana nostalgia y recordarte a la luz.

Ahora sólo puedo decirte que me intriga tu fealdad.
Te leo las arrugas de la cara (enclave de sol menor).
Creo que tu vejez es otra forma de la juventud.

Eres lo invisible de mí mismo, el índice de mi pobreza.
Me haces perder el tiempo como si lo tuviera,
como si armado me valiera corroer un verano
y beberme la cosecha del mundo en un teatro
solitario para animales en celo (dos al menos).

En fin, creo que tu vejez es otra forma de la juventud.
Bajo tu sombra me consumo y, te juro, casi soy feliz.



Antropología

Hay nada… o hay poca cosa.
Acaso retóricas de carne y desviaciones musculares,
acaso eslabones perdidos entre los reinos minerales
y niveles de plumas desaparecidas en la voz de Biología.
O hay la guerra mínima,
el devorar mutuo, el laberinto lectilíneo:
del cerebro al fusil y del fusil al desamor.
Y el desamor es el principio de la joven máquina,
del cuerpo que parte y organiza la vena en sus polos:
serás la bala que estalla o el piloto que hunde los botones.
Acaso hay gestos de fragmentos y fragmentos de gesto,
como la música increada de los pájaros urbanos.
Ellos preludian imágenes de un cielo tibio.
Pero en la sangre acumulada sobre los engranes
instauramos prostíbulos y paisajes maternales,
hacemos cirugía del fuego,
hacemos del amor una aséptica fogata.
Pero detrás de la imagen
no yace el esqueleto del mundo,
no hay la arquitectura de la muerte.
¿Qué hay?
Acaso hay ene número de átomos renegados
que desfilan la línea evanescente del pan y la materia
como estela innombrable de un dedo energético.
Acaso hay elevadas lágrimas de Epicuro
que escurren el reverso de todas las imágenes,
cual garra de un animal libre pero ausente.
  


Insomnio

No estoy solo en este insomnio astral.
Me acompañan las espaldas mojadas y los del labio roto.
En nuestras ojeras se despedazan las monedas.
Disfrutamos la noche descolorida de los ancianos,
cabalgamos y nos abrazamos del ciego,
con los huesos deletreando el último abismo.
Trece adolescentes guardan nuestras luces,
defienden nuestro sin reino de tezontle,
nuestro páramo que arde y goza su ironía.
Ellas fuman el tabaco en sus manos enroscadas
y todo huele a sexo, a caramelo en el dolor.
No están muertas las aves de los paraísos terrenales.
Yacen sus picos bajo cierta alfombra miserable,
como mediodías que no se ven desde los rascacielos.
El niño que pilotea el dron no saluda a sus mayores.
Niño grosero, cuando se quemen las faldas
de la democracia nuestros picos te estarán esperando.
Nosotros no podemos dormir.
No queremos la paz, sino la vida.
Los columpios no dejan de mecerse.




Oración

Dios susurra telarañas de amor
entre la basura…

Dios mío,
bendice y abre tus pezones
para abrir la lluvia
y cierta dimensión para el cigarro.
Ven y penetra mi pecho
como un ciego virtuoso, sin bastón.
Dios nuestro,
eres un perro que se esconde
para asustar a los niños.
El más tierno de los perros eternos.
La perra que brilla más acá de las sombras.
¡Susurra, Dios mío, en mi cartílago!
Hazme cosquillas y olvídame
para que nadie me pueda matar dos veces.
Amén.


 ® Mauricio Andrade.









lunes, 19 de mayo de 2014

Lunes 26 de Mayo en Palabras Urgentes: Mauricio Andrade.

presenta este Lunes 26 de Mayo 
en vivo a las 17:30 horas por


Estará con nosotros el poeta:

Mauricio Andrade




El café nos abre balcones en el tiempo,
despeja la mirada nublada, medita
en el nervio, entre nuestros dientes.    


Además de nuestras secciones de siempre:

Cada quien su boca
Notas Imprescindibles
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Conduce
Andrés Castuera-MIcher
Palabras Urgentes
Las escritoras y escritores tienen la palabra.


Una producción de Código CDMX.

Lucía Izquierdo presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (19 Mayo 2014)


LUCIA IZQUIERDO


A modo de epílogo

¿Por qué Nietzsche mataría a Dios?
Por qué no pensó en la posmodernidad
y en la necesidad de simientos?

Hoy extraño la muleta simbólica,
y me convierto en ala de escarabajo atrapado en ámbar,
una luz me penetra críspida, mordaz.
olor a magia mítica
comienza a hervir mi sangre
enlazadas
en las hadas
van tus vertiginosas miradas a posarse
en un dios que no acaba de morir
mientras yo, petrificada
observo tu iris como una cascada de  miel...

La naturalenza es un libro que se debe leer
y los dioses su versión para iluminar.

Anteros

Me enredo entre las zuelas de tus zapatos,
entre los desperdicios que se adhieren a ti
de congojas ajenas,
genocidios, jediondos de antiguos adeptos
remiten a un pasado que no quiero pensar.

Anteros,
También soy exiliada de mi familia,
también defiendo el amor indefendible,
también me duelo al entender
el paso de las hormigas,
También ahogo el grito
que desde nacer
ya estaba asfixiado.

Anteros,
me siento tarumba
en un mundo de autómatas
que entienden de todo
menos el concepto,
que dicen amor
cuando lo que les habita
es el estreñimiento.

I
Nunca entendí el músculo aortico de Timágoras,
¿será que la historia
o los vuelcos imperiales
nos hacen sentir más empatía con Meles?
Lo único por lo que damos la vida
ya no es el amor, sino el remordimiento.

Quizá el amor que me enseñaron a profesar
sea menos comprometido,
aunque también confieso
temo al exilio
más que a la frustración
y al amor más que a la muerte.

II
Supe Anteros de nuestra lucha común
en contra de aquél alado tira-flechas;
me enteré después de la última vez
que lo hube asesinado o eso pensé
hasta que vi tus alas de mariposa
quebrando mi ánima y rompiendo la roca
que fue la armadura de mi aorta.

III
Pedí que me salvaran de la llorona
y no convertirme en una.
Por eso acudo a ti
vengador de las causas perdidas,
pues ya ni San Antonio
se ha dignado a escucharme.
me acusan de necia
porque no conocen el desasociego.

V
¿Conoces el dolor de sientir que ajustas
culpas ajnas?
Si no es así, poeta
te falta mucho por experimentar
antes de usar metáforas
que nadie entiende.


VI
El día que me enamoré de Anteros

La certeza que tengo de tu rostro:
Esa neurosis tan tuya,
esa mentalización profunda de todas tus acciones,
esa mirada tierna y escrupulosa,
esas patillas tan largas,
esas manos tan huesudas,
ese cezo incesante e inclemente con tu sueño,
esa migraña obtusa,
esas pláticas a oscuras,
esas desaveniencias en donde todo terminaba en "te quiero",
ese dolor tan profundo,
esa incomprensión por las masas,
esos juegos tan perversos,
esa ternura con la que tocas mi rostro,
esa voz con la que dices que te abrumo,
esos tus labios tan tiernos que compartes verbal,
literal
y literariamente,
esa tu lengua certera y a veces tan rasposa,
esa barba que me hace sentir el ardor del sol en el rose,
eso, es todo eso lo que conozco
y no se compara con lo que te amo,
con lo que desconozco y amo de ti,
aunque a veces desee nunca haber
cruzado la mirada contigo.


Aullar a las manos de un poeta

De cara al pavimento
abrí la boca para paladear las ilusiones
que otros han dejado abandonadas a su paso.
Como llorar pa’elante y encontrarte con que escribes.
Escribes con ímpetu irrespetuoso,
escribes para no sentir,
escribes para sacar de tu sistema
laceraciones dejadas por los antiguos dioses,
escribes,
escribes para vomitar aquellas angustias 
como un acto de amor
y también de odio.
Yo escribo hoy
no buscando un poema entre mis piernas,
escribo
porque he vuelto a soñar con tus manos,
Poeta,
Escribo sientiendo el tacto del tiempo,
del encuentro
de las pérdidas y encuentros
desencontrados.
Escribo
porque palpo la ganancia.
Nunca pude aceptar
el exilio de tus brazos.
Escribo por soledad,
porque sentí escurrirse mi infancia,
deslizarse indolora
incolora
insatisfecha
por entre mis piernas
ante los ojos de un perro
que hablaba de la soledad
reverenciada en viejas lenguas.
Escribo
Con las manos de ancestros
de los que he olvidado su nombre,
Escribo como un acto revolucionario,
porque alguna vez
quise aullar con los lobos
y me quedé
sangrando,
escurriendo 
dilatando
estremeciendo
esta perra soledad.


Me preocupa más la muerte

"Espero que mi determinación
permanezca firme
hasta que le plazca a la parca inexorable
cortar el hilo de mi vida,
para un destino mejor o peor."
Ludwing Van Bethoven


La cabeza taladra letras que no escribiré,
aún mis piernas enyesadas hasta el clítoris ajeno
gritan por necesidad impropia de movimiento abrupto.

Es el olor del tiempo perdiéndose en el talud del cadalso
el que realmente me llena de desconsuelo.
El verbo regresa en un ciclo infinito
-me mantiene caminando.

El quebranto ya no está justificado,
deambulo hacia lo escindido de mi interior,
al lado oscuro de mi poética
con la audacia -o estupidez-
de quien no le importa lo que encontrará del otro lado.

"Voy caminando con un verso en la mano"
y el mundo, las sensaciones y lo que deparen mis letras
me tiene sin cuidado.


La matria

Hablamos del secuestro del tiempo ensangrentado,
pide entonces el viento mi silencio,
que vuelva la luz,
para llenarnos de ausencia,
de ti.

Vivo en un delirio de miradas y lenguas,
nado entre niebla numerada
por gritos que se ahogan,
se queman, me queman, me ahogan,
y mueren en el eco de 140 caracteres.

Me grita entonces el viento que me calle,
que cese de sollozar la alegría
cual si fuera
páginas de libros que olvidé
o que debí olvidar desde hace mucho.

Entonces deliramos con el tiempo secuestrado,
sollozamos ante la sangre que se derrama
pero cada 15 de septiembre,
en la hendidura que llega al 16
seguimos gritando ¡Viva México Cabrones!
Aunque ya no recordemos lo que significa.




Yorick

Besé a una mujer que miraba las estrellas
dormía en el árbol de los lobos
y llevaba a mis miedos
 atados del cuello
y mirando hacia abajo para que no dañaran más.

No conozco otro mundo
que la guerra
ni otro modo de abrazar
que no tenga que ver con fuego,
pero tuve a Yorick
que me enseñó a reir aún de mis desgracias,
que me enseñó a avanzar
aún a rastras,
que me enseñó
que lo único denigrante
es no ser lo que quieres ser,
no poder mirarte al espejo
 porque eres los sueños realizados de otros,
los deseos de otros,
el reflejo de otros
que quizá ni conoces pero te han determinado.

Fue la espada en la boca de los encapuchados
la que extendió con fuerza la pierna del omóplato,
la que cesó el reposo de las lanzas,
me somete,
me hunde,
me veja,
me viola,
me invoca,
la que me escalviza,
es esa espada
la que arrebató la sonrisa a Yorick,
la que esclavizó a Garrick,
la que destruyó a mi pueblo,
la que dice asesinó a mi  Dios.

Alguien debería decirle que
no era él, que Dios tenía vientre,
Ella,
Se suicidó hace ya mucho
cuando oprimieron su pecho
desde adentro,
cuando se convirtió
en nieve de la cartera,
en papel hasta el borde de mierda,
reciclado,
símbolo del rehuso,
tatuaje eterno del sometimiento.

Mi diosa se suicidó
cuando la risa se volvió funesta
y la familia inventada
se renombró capital.
Fueron entonces las cascadas
en las piedras de mi cara
las que me hicieron entender lo que pasaba,
Yorick ha desistido,
ya no recuerda mi infancia
ni los cantos de guerra con los que me arrullaba,
Yorick sólo quiere dormir,
reposar en la marea de la matanza
que lo vio hacerse viejo.

Por eso ahora que lo miro
como el trigo de los cisnes de cuerpo rojo,
como el polvo en las alas de gaviotas enlutadas,
como el rocío en el crisantemo
que se despetala,
se despetala,
se despetala
se despetala ante la mirada indiferente 
de los que me escuchan,
de los que lo conocieron "sólo de oídas"
de los que lo escucharon nombrar
e incluso de quienes sólo lo saben un craneo.

Yo amé a ese tierno bufón
ese hartador de las gaviotas del odio,
ese amigo que ahora derrama
la cerveza de los cuervos
Ese,
que me presentó a la mujer
que mira las estrellas
la que me ata y andando
se precipita al encuentro de las fuentes
con una canción de lanzas,
no importa cuánto le insista,
me sigue tocando en teclas ajenas,
resquebrajándome el craneo
sin tocarme el alma.
Tras su lamento se esconde el monstruo
que no conozco
pero pude ser yo misma.
Debí advertirle que por mirar la tierra de las estrellas
nunca percibió al hijo devorador que estaba a su lado.
Debí decirle que Amor
es una palabra demasiado frágil
para nombrar aquello que nos une.


® Lucía Izquierdo.