miércoles, 28 de julio de 2010

Video: Palabras Urgentes "Jesssica Piedras"

Jessica Piedras presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (29 de julio 2010)



"Más allá de la Locura"

de Jessica Piedras


El Morro

Isla de la juventud

La Habana

La Habana

La Habana

Digo tres veces tu nombre y en silencio quedo, muda quedo. El Malecón, las presas y en silencio quedo, muda quedo.

Isla de la juventud

El Morro

Prisión entre olas infinitas. Ríos, Manglares, gente morena cantando su agonía, bailando su pesar. Gente blanca sonriendo por siempre. Cuba, Cuba mía.

Madagascar me espera, la tristeza infinita del Presidio modelo aguarda a las olas para hacerlas suyas. Cárceles modelo redondas y olvidadas. La celda número diez tiene nombre y apellido. Son celdas apartadas por el comunismo.

La Habana, la Habana mía que entre cantos se renueva, que entre baile llora, que entre letras pide ayuda.

“¿Cómo es allá afuera?” ´pregunta un cubano. No sé qué responder, sonrío, entristezco, muero, desvanezco, me arrodillo en medio del malecón. Un niño sin paracaídas pregunta “¿Cómo es allá afuera?” ¿Me escuchas? “¿Cómo es allá afuera?” no sé qué responder, lo que sea no es una respuesta, una sonrisa tampoco, una fugaz mirada es todavía un insulto mayor a una despedida.

“¿Cómo es allá afuera?” ¿Puedes responder a esa pregunta?

Un niño sin paracaídas pregunta, su argumento es su vida de diecisiete años, mi argumento es mi muerte de veintiocho años, mejor dicho, no tengo argumento.

“¿Cómo es allá afuera?” dejo la pregunta al aire para que un osado la responda.

SOLEDAD

Ella dice: no quiero volverte a ver.

Él dice: Moriré sin ti.

Ella dice: Ya vivías sin mí.

Él dice: Al conocerte supe cuánto te necesitaba.

Ella sale del cuarto, él se derrumba en una habitación de un hotel cualquiera.

La separación absurda de los amanes llega.

La soledad se instala y mata al joven poeta tierna y atrozmente. Un vagabundo regala tres pesos al joven poeta, éste sigue agonizando.

Los dolores del mundo...

Los dolores del mundo caen,

se humedecen, gota a gota,

ellos se desahogan con las sombras,

con el abismo real de la ciudad.

Los dolores del mundo hablan,

chillan junto al vagabundo rendido de cansancio,

deprimido por sus dolores personales.

Los dolores del mundo se desgarran la piel de dolor,

de hartazgo, de insolación ante la lluvia de estrellas nebulosas.

Se escaman la garganta llena de silencios aventurados

de palabras amortiguadas en el desbordado camino amarillento.

Los dolores del mundo son camellos hambrientos en una sabana desolada,

son hienas ridículas riéndose de nada frente al espejo,

son de niebla pesada en carretera,

son de turbulencia esperada en medio de nubes haciéndose daño,

son de terciopelo verdoso como el pantano.

Los dolores del mundo aúllan por las noches

llorando la ausencia de una mariposa.

Están llenos de heridas infectadas.

Están llenos de hambre de más dolor.

Son como perros hambrientos y rabiosos.

Los dolores del mundo están cansados de morir sin ser amparados,

son medusas en medio de la nada,

son tortugas luchando por su vida en medio océano,

son ballenas blancas, grandes y olvidadas,

son caracoles infinitos, lentos

presagios de la muerte atormentada,

son ansiosos tigres devastados en plena ceiba,

son sigilosas serpientes buscando su carnada,

son parte de los amores olvidados,

son almas perdidas en medio del abismo,

son dudas en un paracaídas volando hacia la nada,

son sonrisas de media boca, hipócritas y lascivas,

es una brisa llena de tristeza,

son una ola de basura humana,

son pájaros muertos en la boca de un gato hambriento,

son una parvada de pájaros debilitados huyendo de la gente,

son cascarones de hueso de caracol desterrados del mar,

son algas muertas abandonadas por el oleaje del Caribe,

son el humo de un cigarro moribundo,

son como la musa desvanecida de un poeta olvidado,

son como el viento lleno de raíces desgarradas,

son como sueños enjaulados y maltrechos,

son palabras encerradas por un ciego,

son papeles quemándose en la hoguera de la culpa.

Los dolores del mundo son las horas perdidas por el llanto,

son lágrimas derramadas y marcadas,

son tatuajes en la cara en forma de círculos,

son sueños preciados y esculpidos,

son cuerdas de guitarra desgarradas y faltas de voz,

son llagas en el cuerpo alumbradas por la luna,

son imágenes de muerte en los ojos de una madre,

son cicatrices que quitan el sueño.

Los dolores del mundo son dolores que se sufren el último día del año,

es la tristeza desparramada entre los hombres.

Los dolores del mundo son legibles como garzas en manada,

son avestruces devorando su comida en castilla,

son fiordos deshelándose en la Patagonia,

son poemas de Neruda dichos en silencio,

son cucarachas organizándose para morir en invierno.

Los dolores del mundo son codornices inventadas en las alas de una mariposa,

son los tres países más pobres del mundo,

son prostitutas desamparadas a media noche,

son niños angustiados por crecer y que la muerte no los salve,

son luces atravesando el cielo una noche de verano aun lado de la playa,

son peces escupidos por el mar una primavera cualquiera,

son sonrisas de nativos con dientes de pingüino,

son flores silvestres en el fin del mundo,

son corazones transparentes heridos por mentiras.

Los dolores del mundo son de color oscuro como las fotos amarillentas

olvidadas en una librería vieja,

son como el continente viejo, frío y desolado,

son lejanos pero parte de cada célula de cada uno de nosotros,

son integrantes apartados por la nieve hecha polvo,

son un ramo de flores muertas,

es una caja de avestruces desolados,

son errores que el futuro esconde,

es un cigarrillo muriéndose encada bocanada,

es una mirada carcomida por los años,

es como el agua de río llena de manglares y animales escondidos.

MIENTRAS TODO GIRA

la música avanza,

los párpados caen,

la llovizna se eleva,

regresa al centro,

el poema muere en los labios de la amada,

el susurro persiste,

el tigre se conmueve,

la paloma se atormenta,

el enigmático elefante brinca,

el páncreas sufre,

el corazón grita,

la melancolía se alegra,

los dados se congelan,

las neuronas se paralizan,

el sol enmudece,

la luna llora,

tentativamente la calandria suplica

una canción del ruiseñor dormido,

cancela su viaje la tortuga,

sonríe el delfín al tiburón amedrentado,

calla la soledad su historia,

la niña se alegra por la muerte de la madre.

Mientras todo gira;

el jardín se congela en plena primavera,

el otoño le sonríe a la ballena blanca,

el cocodrilo aparenta una amistad inimaginable,

el murmullo convence al pétalo de una rosa,

el unicornio niega su leyenda,

la luz desaparece,

el querubín acecha a los dioses,

el ventanal se derrumba con una mirada,

el espejo se traspasa con el pensamiento,

la piel se interpone entre los besos,

las palabras no dicen más que silencio,

los dedos se entristecen por su torpeza.

Mientras todo gira;

una fotografía amarillenta es descubierta,

un judío llora,

un israelí se cubre de explosivos,

muere en un instante,

una pistola se dispara en manos de un niño,

mil cruces son puestas en México,

otras tantas en el mundo entero,

el mármol blanco es manchado de color púrpura,

la niña crece,

la niña se atormenta,

los amantes sufren la separación absurda,

la espera se vuelve eterna al no llegar el amante,

los zapatos son roídos por el tiempo,

mi nombre desaparece entre la gente,

el odio perenne está entre los hermanos,

el águila cae por motivos nacionales,

la Venus de Milo ofrenda sus brazos,

Zeus se come a su hijo,

el cuarto de Van Gogh es deshabitado,

el grito silencioso de Munch se escucha en todas partes,

la melodía azul de Miró es cantada por sordos y mudos en Valencia,

sonríen los geroneses al estallar una bomba,

sonríen los geroneses al llorar el mundo,

púrpura es Plasencia entre mi dolor y mi quebranto.

Mientras todo gira;

mis lágrimas son absorbidas por el papel negro en el que escribo,

mi vientre sufre desde la raíz del suelo,

llora la joven que se busca y no se encuentra,

canta la joven que perturbó el camino elaborado para ella,

mis pasos son roídos por el viento,

mis tentáculos son destrozados por piedras preciosas,

el enigmático cúmulo de amargos desconsuelos

es atropellado por el silencio del transeúnte,

mi sexo es penetrado por la nostalgia diariamente,

el miedo a las miradas crece.

Mientras todo gira;

se repite el quebranto y la tristeza,

las palabras son carcomidas por la obsesiva tinta,

el pudor se aleja con las hojas secas y otoñales,

la mentira absorbe las cuentas del rosario regalado,

la cantera rosada se queda inmóvil ante el llanto seco.

Mientras todo gira;

Bosnia desaparece,

los mártires son buscados entre muertos sin nombre,

Whitman habla de sí mismo,

Valery se enamora,

Baudelaire escribe en sus diarios que Dios no existe,

Cervantes elabora al Quijote y a Sancho Pansa.

Mientras todo gira;

yo guardo silencio,

yo escribo a gritos sin temor a ser callada,

yo hablo de ellos sin temor a que las hienas me saluden,

yo guardo silencio,

las cabezas ruedan debajo de mi espalda,

los maullidos de gata los percibo quedamente y yo guardo silencio.

Hipócritamente guardo silencio.

Temerosamente guardo silencio.

Mientras todo gira,

sentada bajo la nieve estoy y guardo silencio.


miércoles, 14 de julio de 2010

VIdeo: Palabras Urgentes "Lucero Balcázar" (15 de Julio 2010)

Lucero Balcázar presenta en Cada quien su boca de Palabras Urgentes





DEDOS de DOS
de Lucero Balcázar

Shhhhht, que nadie se entere, Poeta
ni tú mismo
que al comerte con mis bembos más intimos
ya te esperaba
con mis brazos inferiores abiertos
que caminan
y te encaminan a mi casa
mi casa roja
"la casa de
La Roja
"
-como dices que algunos me llaman-
es desde aquella madrugada tu casa
La Casa de tu Boca
La Boca de tu Casa
que le dice poemas
intringulis
a mi triangulo de tus bermudas.

Shhhht, te dije, que no se entere el que me ama
y de mi boca bebiste Garañona
mientras intercambiamos
metáforas, Crasis

E inicio el verdadero poema
y los calambures
empezaron a hormiguearme
entre las piernas:

Estreno tu cuerpo
¿Es tren o tu cuerpo?

Yo loquita
¿Yo, lo quita?

Quiero abrir los ojos
pero estás así mejor
dentro de mi

Si yo viera
Sí, lloviera

Y sigue lloviendo poesía de tu boca
tu boca que al principio, renegó
y hasta habló mal de mi
sí, la misma que me dijo
lo más hermoso que ningún amante me ha gritado



Nuestro juego de palabras
apenas empieza
Tú sabes que nos faltan
tantas figuras por practicar...

Preparate amante, compañero poeta
Largos trotes, encabalgamientos
retruecanos, nos esperan

Pero
por ahora disimula:
Antes y después Poetas
ahora sólo prosopopeyas

Preparate compañero, pobresor-poeta
Aunque ante la propuesta de ser tu querida
te dije:
" No. Porque no quiero tener amante
ni celular que me ladre,
Esa propuesta tan roja
es más seria que el matrimonio...
no me la hagas, compañero, no me la hagas..."

Y temblé en tus brazos

No me sueltes, querido
que apenas
Acá vamos
Acabamos.

jueves, 8 de julio de 2010

Video Palabras Urgentes: "Letras en Llamas 4, Armando Valdovinos García""

Armando Valdovinos presenta en Cada quien su boca de Palabras Urgentes (8 de julio 2010)



No soy dueño de mi vida

de Armando Valdovinos García, 3er lugar Certamen Letras en Llamas

No podía imaginarme la realidad. En un lu­gar cerrado como un cuarto, una nave o una bodega, en tan sólo veinte o treinta minutos, la temperatura interior alcanza más de ocho­cientos grados centígrados. Considerando que un pastel se cocina a trescientos cincuenta gra­dos, es una temperatura de verdad infernal y asfixiante. Pero eso no es todo, el humo es tan denso que una buena lámpara de halógeno no ilumina a más de medio metro. El rugir del fuego se escucha como el bramido de una gran bestia que amenaza con devorar y destruir todo a su paso. No se pueden ver las llamas, sólo, a muy corta distancia, el humo rojo. El bombero tiene que localizar lo que se llama el foco del incendio para poder atacarlo, pero lo hace sin verlo, guiándose sólo por el oído, por un sonido pequeño que emite el incendio llamado crepi­tación, éste es el sonido del material combusti­ble, como la madera que truena suave cuando la brasa empieza a fraccionarse hasta convertirse en ceniza.

Macario, mi primo, se muestra más impre­sionado e interesado en saber cuál es la vida de un bombero cuando le cuento que los pulmo­nes se queman por dentro, respirando el aire tan caliente y el humo tan denso. Qué manera de describir algo tan sencillo y tan real como es la muerte, que en otras circunstancias no nos pasa por la mente valorarla y entenderla.

—¿Cuantos años llevas, Pancho, haciendo este trabajo? —, me pregunta Macario.

—Ya son diecinueve.

—¿Y qué experiencias has tenido?

—Pues son muchas y de todo un poco —le digo a Macario y le cuento de otro primo mío que es sacerdote. Resulta que cuando él era se­minarista dio una platica o algo así, personifi­cando a un obispo. Llevaba puesto un añillo en su dedo anular derecho, el mismo que lle­van puesto los obispos, y a cada cosa que de­cía, haciendo alusión a las respetabilidades de un obispo, agarraba su mano y repetía: “¡Ay, cuánto me aprieta este anillo!” Él se refería al compromiso que aquel anillo le daba en su mi­nisterio.

—Sabes primo —le digo a Macario—, yo siempre repito: “¡Ay!, cuánto me aprieta este uni­forme que lleva impreso el nombre de heroico, por todos aquellos hermanos míos que perdieron la vida en el cumplimiento de su deber, salvando vidas de personas que nunca conocieron, cam­biando su vida por la de alguien más, alguien de quien nunca supieron ni el nombre”.

Sobre mis hombros pesa ese sello de heroico y es un peso muy agobiante. Aunque el equipa­miento personal pesa entre veintiuno y veinti­dós kilos, ése no es el problema, sino el peso de la responsabilidad. Puedes observar cómo los ciudadanos dan un suspiro de alivio cuando llegamos. Se sienten salvados y seguros. Para ellos no importa si el bombero que llega tiene diez años o un mes de servicio, para ellos to­dos somos profesionales y experimentados. No puedes fallarles. Confían en ti. Piensan que un bombero puede bailar hula-hula en medio del fuego con el equipo que porta. Aunque esto, claro, no sea así.

Los bomberos somos hombres y mujeres de carne y hueso, tenemos familia y no estamos locos ni tampoco drogados. No queremos bur­lar a la muerte en cada servicio. Sólo le pedimos al creador que nos permita regresar a casa para abrazar a los nuestros y decirles que por ellos y para ellos trabajamos.

En Estados Unidos los bomberos no arries­gan tanto la vida, intencionalmente, porque casi todas las casas y negocios están asegura­dos, pero no así en México. Somos conscientes de que aquí una casa habitación tiene detrás toda una vida de trabajo y esfuerzo por parte de sus dueños, es todo su patrimonio. Por esa razón nos la jugamos.

—¿Qué ha sido lo más difícil que has vivi­do? —, me pregunta Macario.

Lo más difícil, me respondo, es sin duda enfrentar a los familiares de las víctimas. Espe­cialmente a las madres, frente a sus hijos muer­tos, cuando tienes que juntar y unir pedazos de humanidad, pedazos del rostro y sostenerlos unidos para que sus familiares intenten reconocerlos, para que el forense tome una fotografía de archivo. En lo personal, me impactan los niños cuando, hechos pedazos, los recogemos en los accidentes automovilísticos, por exceso de alcohol y velocidad de los adultos. Algunas veces los niños quedan sin huesos, los tomas de sus ropas y parecen bolsas de agua. En esos mo­mentos siento mucha rabia contra los adultos.

El drama de rescatar en las aguas negras de los canales a bebés de tan sólo días de nacidos, que son lanzados al canal vivos y dentro de una bolsa de plástico. Es terrible ver a esos seres in­defensos, tan pequeños y vulnerables.

Tampoco he olvidado el horror de una ex­plosión de cohetes en Xochimilco, en las fiestas del Niñopa. Una mujer que cocinaba se elevó por los aires unos cien metros y cayó en for­ma de lluvia en la colonia. En bolsas y cubetas recogimos heces humanas en los techos de las casas. En el follaje de los árboles había jirones de sus piernas enredados. En la calle me en­frenté a unos perros callejeros para quitarles unas vértebras de la columna. Los perros esta­ban todos con el pelaje erizado y muy bravos. Me dio la impresión de que los perros traían el diablo adentro, lucían espantosos con el pelaje así y los grandes dientes se asomaban al aire. Se rehusaban a dejarme los pedazos de la mujer, amenazando con atacarme en jauría. Segura­mente su actitud era también por la explosión que los asustó. Pero la fiesta continuó como si nada pasara. Al día siguiente, cuando llegué a casa, prendí el televisor y justo entonces un re­portero de Televisa señalaba en la pantalla el pedazo que le quité a los perros mientras decía: “a los pobres seres humanos se nos dotó de cin­co sentidos, sólo para no entender nada.”

Cuando estás rescatando los cadáveres, las personas, especialmente familiares, se te van encima, te empujan, te maldicen, te golpean, te corren, pero todo hay que entenderlo y no perder el control. Ellos ya lo perdieron, no son conscientes de lo que hacen en esos momen­tos.

Nos enseñan en el curso básico de capaci­tación que el bombero no debe llorar ante el drama, sino que debe ser el soporte emocional de las personas. Yo sigo siendo de carne y hueso y nunca se alcanza la suficiente costumbre ante el drama humano. Los llantos y alaridos de los familiares son desgarradores, aunados al dan­tesco espectáculo que ofrece un cuerpo colgado por el cuello, al que debemos levantar, desatar y entregarlo a sus deudos.

—Pancho, ¿y no te da miedo tu trabajo y los muertitos? —, pregunta Macario.

—Cuando pierda el miedo en mi trabajo, será el final de mi vida —le digo—. El miedo te obliga a tomar todas las precauciones posibles, sin menoscabo de la emergencia. Los muertitos a menudo se me pegan. No me dejan dormir.

—¿Qué haces al respecto? —, dice Macario.

—Una oración por su descanso. Le ofrez­co una veladora a alguien a quien no conocí, alguien de quien ni siquiera supe el nombre al que respondía. Algunas veces la presencia de esos muertos no me abandona hasta que mando celebrar una misa en su memoria. La tragedia humana, Macario, siempre se vive, mientras es­peramos a la carroza fúnebre. Mirando los ca­dáveres, ellos, en completo silencio, te cuentan parte de su historia, el drama de su vida y el de su muerte.

No puedo olvidar aquel día de guardia: como a las 14:00 horas nos reportaron un in­cendio de casa habitación en Tulyehualco, Tlá­huac. Cuando llegamos, un cuarto del primer nivel estaba envuelto en llamas. Subimos con nuestras mangueras y sofocamos el incendio. Los vecinos decían que probablemente un niño estaba adentro y efectivamente, encontramos un cuerpecito calcinado, adherido a un col­chón quemado. La casa era un total desorden. Yo entré en un cuarto contiguo, en busca de una sábana para envolver el cadáver y encontré una montaña de cobijas y sábanas. Todo aquel amasijo de tela despedía un olor nauseabundo y picante, a orines secos otros más frescos. Me di cuenta cómo transcurría la vida de aquella criatura en ese lugar. Después, los vecinos nos contaron que el niño tenía como nueve años, que padecía síndrome de Down, que sus pies estaban encogidos por una embolia, que sus padres nunca lo sacaban a la calle, que siem­pre lo dejaban solo en casa, incluso amarrado de la cama. Confirmé mis primeras sospechas: el niño vivía batido en su propia inmundicia, solo y amarrado. Algunos comentaban que tal vez sus padres lo habían quemado. La policía judicial se quedó esperando el arribo de los pa­dres para presentarlos al Ministerio Público a declarar, pero eso no me tocaba a mí juzgarlo, ni presenciarlo. Bajamos las escaleras un com­pañero y yo, cargando el pequeño cadáver cal­cinado que me relataba silenciosamente, con su aspecto sereno, el calvario que fue su vida y lo horrible de su muerte, mientras gruesas lá­grimas lavaban lo negro de mis mejillas por el hollín y el humo. Para él ya había terminado todo, para mí apenas comenzaba. Todavía pido a Dios por su merecido descanso.

—Fue por todo eso, Macario, que hace unos años me pegó muy fuerte la impotencia, el do­lor y la vergüenza de no poder llegar a tiempo para salvar la vida a las personas. Pensé muy en serio renunciar y causar baja. Me sentía inútil. Sentía que denigraba aquel glorioso uniforme azul. Medité por un tiempo y decidí que eso era lo mejor, que yo no tenía nada que hacer en esa corporación. Entonces, justo antes decidirme por el retiro, me cayó el veinte: “pero si yo no soy dueño ni de mi vida”, me dije. “Mucho menos de la vida de los demás. Sólo el Creador es dueño y cuando Él llama, nadie se puede re­sistir. Él decide cuando nos da la oportunidad de saborear la miel del triunfo sobre la muerte; o la hiel, cuando nada se puede hacer.”

Hoy sigo llevando a cuestas esa triste reali­dad y pidiendo que cada jornada sea mi gran día para servir, retando a la Muerte y a mi pro­pia muerte. Que Dios cuide a todos los que tra­bajamos en constante peligro hasta que llegue el día que Él corte nuestro camino.