lunes, 22 de septiembre de 2014

Javier Moro Hernández presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (22 de spetiembre 2014)




JAVIER MORO HERNÁNDEZ

Y se casaron y fueron muy felices
 (Cuando encuentres el amor, no lo dejes ir.
La madre de la amante a la esposa.)
(“Fragmento de la película “La vida conyugal”)

 


En la tele pasan una película francesa:

tres hombres, tres amigos, todos de mediana edad.


Uno soltero, los otros dos casados.

Una película sobre el fracaso del amor.

Una película que me contaste alguna vez, 

desnuda, recostada sobre una cama de hotel, con un cigarrillo en la boca.

Los ojos cerrados.

La piel sedosa.

La cortina a medio abrir.

Mientras un video de Radiohead pasaba en la televisión sin volumen.

Una película sobre el fracaso del amor, de la vida en pareja: la incomunicación, el silencio.

Una mujer desnuda que habla, que me cuenta una película,

con los ojos cerrados y un cigarrillo en la mano.


2


Hay ocasiones en que es preferible guardar silencio.

Callarte.

Porque en el fondo sabes que hay muy pocas cosas en esta vida que valgan la pena contar:

Los amores perdidos.

Ese día que tuviste que correr detrás de un autobús que te dejaba tirado en medio del desierto.

Porqué sabes que tu departamento es la mitad de la nada.
Un vacío más.


3

Sábado por la noche y en la televisión pasan una pelea de box y una película francesa que te recuerda lo que no quieres hacer esta noche:

No quieres quedarte solo y que la tristeza te vuelva a vencer.

No quieres llorar.

No quieres encender un cigarrillo.

Esta noche no quieres acordarte de cómo te llamas.

No quieres acordarte de cómo se llama.


4

Ella habla con los ojos cerrados y te cuenta una película francesa que acaba de ver por  la televisión.

Radiohead suena en el  IPod.

La escuchas.

Ella habla, con los ojos cerrados, un cigarrillo en la mano y una maleta a sus pies.

Habla del silencio, los instantes en los que las palabras ya no tienen sentido, no tiene forma.



5

- ¿Cómo te enamoraste de tu mujer?
- Por su sonrisa. Por el brillo de su mirada. Porque había algo en su sonrisa que me decía que estaba pensando en mí, que me la estaba dedicando a mí.
(“Fragmento de la película “La vida conyugal”)






Antecedentes


1

El olor de su piel.
El sabor de sus besos anónimos.

El pensar que un día todo el tiempo fue nuestro.

El pensar que las mañanas del sábado las recibíamos abrazados y crudos,
con la casa hecha un desastre.

El pensar que todos los días eran nuestros.


2

Nunca supe quién eras en realidad.

Sólo una vez vi a tu hermana,
Mientras huíamos de su casa, borrachos y drogados,

Y no recuerdo con exactitud que hicimos esa tarde.

Nunca conocí a tus amigos,
a tus ex novios.

Nunca me presentaste a tus padres.

No supe descubrir lo que había detrás de ti.

3

Morir en tus brazos era fácil.

Escaparme de tus ojos,
buscar la salida a mis demonios.

Dormir para despertar a las cinco de la tarde en un hotel de paso,
con dos cervezas calientes
y una bolsa de plástico vacía sobre la mesa

Éramos un par de locos jugando al amor.

Un par de balas cargadas buscando un destino.

Dos locos con la sangre repleta de drogas.

Pero sabíamos que escapar es para los cobardes,
Que nosotros queríamos morirnos en la raya
           


Abre los ojos


Amnesia.
Nube blanca que oculta la mirada;
ausencia de memoria.
1


Abro los ojos
para encontrarme con mi cuerpo destruido por la luz.

Abro  los ojos
para encontrarme con tú figura de aire y fuego,
que baila sola.


2


Tú mirada era una nueve milímetros apuntándome a la nuca.

Siempre estuve dispuesto a dar más de lo que tenía


3

Bailabas en la oscuridad.
me mirabas desde lejos.

Lista para disparar sobre mí.


4

Los recuerdos son  insectos atrapados en tus párpados.

Nunca cuentan nada nuevo.

Pero tu imagen se ha clavado en la noche,
es una aguja clavada en mi costado.

Un dolor penetrante.
Metálico.

Que nunca dice nada nuevo.

5

Abrí los ojos
para descubrir
que el mundo estaba hecho de incendios inmensos,
de rostros  desconocidos.

Abrí los ojos
para encontrarme con un mundo que se caía a pedazos.



Piel


Soy el esclavo de un deseo que me consume,
me pierde entre sus sombras,
entre los contornos de una piel que me deslumbra,
me contagia.

Aún puedo recordar como mis manos se derramaban sobre ti,  
descendían por tu espalda,
acariciaban,
se interrumpían,
se detenían;  

Probaban el sabor agreste de tu piel, 

desconocida,
que atrapaba al sol 
alimentaba al sol.

Piel que exhalaba alientos,
se escondía,
se desnudaba.

Piel que absorbía la memoria atrapada
en mis palabras.

Piel que olía,
sabía a silencios.

Ahora solo soy su esclavo y solo me queda su sabor,
atrapado en la punta de mis dedos.

Sabor que me retumba en los labios.
me quema las pupilas.
me enerva la sangre.

Piel con sabor a café,
a labios encendidos.
a hierba y amaneceres.


  
Mareas

1

Un departamento sin luz,
repleto de esquirlas de vidrio tiradas por el suelo

Un silencio espeso.

Caminas sobre los cuerpos destrozados por las bombas incendiarias.
Caminas sobre recuerdos acribillados por francotiradores,

sin encontrar lo que alguna vez fue tuyo:
el latido de una voz,
el palpitar de un derrumbe.

Caminas sobre lo que queda de ti,
sin encontrar nada,  
ni siquiera una herida.


2

Recoges lo que queda:
cuadernos mutilados,
vasos destrozados.

Silencios que se confunden.

Los restos de una guerra perdida.

Fotografías despedazadas por tus manos.

Un poco de sangre,
un sartén destrozado,

y sales huyendo:

3

Un hombre que trata de reconstruir lo que quedó. 

Un hombre que regresa
para encontrarse solo con los ecos que se alejan por la escaleras.

Un hombre que regresa para encontrarse con las ventanas rotas y la televisión encendida.

Un hombre que recoge lo que queda:

vidrios rotos,
alfombras quemadas,
puertas tiradas.

Un hombre que recoge sus restos,
lo que queda de él.




Cometas

Nunca aprendí a volar cometas.
Mis primos, los que vivían en la casa de enfrente,
sabían construirlas:
palos delgados, pegamento, papel y tijeras.

Las hacían en la calle Y Después subíamos al techo
de la casa de mi abuelo.

Las soltaban contra el cielo azul.

Mis primos soltaban el hilo,
las cometas se elevaban lentamente
hasta perderse contras las pocas nubes gruesas.

Pero yo nunca aprendí a volar cometas.


  

Fútbol


Los goles los cantábamos a todo pulmón
bailando o imitando el vuelo de un avión.
Jugábamos con una pelota de goma medio desinflada,
que pateábamos a lo largo del patio de la casa de los abuelos.

Las mujeres nunca querían jugar con nosotros:
orque siempre les ganábamos,
porque éramos muy bruscos.

Corríamos detrás de la pelota,
mientras los tíos nos observaban aburridos
desde el patio de la casa.

A mis primos les gustaba hacerme enojar
porque sabían que odiaba perder,
me enojaba tanto que dejaba de jugar.

Jugábamos hasta que el sol caía,
el marcador era lo primero que olvidábamos.


Los hipopótamos de Pablo Escobar

1
Pienso en los hipopótamos de Pablo Escobar,
Esa pareja de gordos y malolientes hipopótamos
Que el capo de capos hizo traer desde algún país de África
Para mantenerlos en cautiverio en su finca Nápoles,
Allá por los rumbos de La Dorada, Caldas.
Hipopótamos negros y gordos.
Hipopótamos negros, gordos y espaciosos
Que pensaban que el clima colombiano les sentaba muy bien.
Hipopótamos negros que iban y venían bajo las aguas mansas de algún río,
Mientras su dueño se dedicaba a asesinar a medio Colombia;
Pienso en que soñarán los hipopótamos mientras navegan sumergidos bajo las aguas.
¿Sonarán con la vida de sus ancestros africanos?
¿Pensarán en faraones y negros hutus y bantúes?
¿Soñaran con leones y elefantes, con el sabor agrio de la sabana?
¿Con ríos más estrechos, con lodo sulfuroso?

2
Un buen día, después que el capo de capos había muerto, después que medio país había sido desangrado, después de que nadie se ocupaba de ellos, abandonados en lo que era su casa, la hacienda Nápoles, los hipopótamos abandonaron la tranquilidad de su río y se fueron a pasear. Atravesaron ríos y montañas, pueblos, caseríos y ciudades en busca de un nuevo rincón en el cual guarecerse, en el cual alejarse de los humanos.
Siguieron una ruta desconocida.
Se escondieron bajo una sombra y descansaron alejados de la vista humana.
Tal vez pensaban que nadie se acordaría de ellos.
Tal vez pensaban que nadie los iría a buscar: su dueño había muerto abatido por las balas del bloque de búsqueda en una azotea de un barrio de clase media de Medellín,
¿Quién se iba a preocupar por ellos? ¿Quién los necesitaba?
Ellos no querían a nadie.
Eran felices.
Vivían solos y alejados de cualquier ser humano.
Pero la raza humana no perdona. Ni siquiera a los hipopótamos de un capo asesinado.
Había que buscarlos y atraparlos, traerlos de nueva cuenta hasta la hacienda abandonada, dejarlos morir ahí, si fuera posible.
Y los buscaron, por agua y tierra.
Se contrataron expertos cazadores,
Se armaron bloques de búsqueda,
Se recurrió a la ayuda de la CIA y el FBI, 


® Javier Moro Hernández.

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