lunes, 4 de noviembre de 2013

Manolo Mugica presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (11 de Noviembre 2013)


  
MANOLO MUGICA

NOCTÁMBULO NO BUCÓLICO


Mis pasos son tragos
enfriándose en cubos de luna,
sé que no me pertenece este texto
que escribo fuera de mí,
justo cuando un felino me araña la noche
y no percibo otra cosa que muerte;
muerte por no vigilar al ganado del 2 de octubre
que desde hace 40 años se mueve
—cantando con estupidez—
al matadero de la utopía;
muerte por no ordeñar mis neuronas y dejar que se me pudra el pensamiento,
por aferrarme a mi soledad citadina a pesar de mis sueños campiranos.

Voy caminando en espiral al fondo del abismo,
al cielo se le funden las luces,
Dios no tiene dinero para cambiarlas;
sigo mi decadencia a obscuras.

Una mujer solitaria me ofrenda su sexo,
lo acepto, lo escupo;
el profiláctico asfixia al peligro,
dolido de higiene la penetro, le ofrezco mi nostalgia,
la cual devora intentando no sentirse hueca,
y se me van las ganas de terminar el poema.



*

Entre tus piernas,
tu bendita escama,
es cama
de mis penas,
de mis venas;
ven, has el milagro
de llenar el lecho
con tu mar,
con tu amar,
vamos a encamarnos,
encamar nos hace bien,
es bueno para el corazón,
¡para el corazón!
(y todo el cuerpo).
La carne se erecta,
se recta a pesar de sus cuernos;
cuerpos con cuernos blandos
que embisten al placer
—que visten al placer—,
tejiendo a los amantes,
bordándoles los labios,
los genitales,
los párpados.
Par de dos,
dos pares
de manos emanando
para ser uno;
dos cuerpos heridos,
tendidos al deseo,
atendiendo sus meneos
para extraviarse en sí mismos;
construyendo laberintos de carne
y cercenando minotauros
mientras empalan
la cabeza del vacío
después de ser decapitado.



BLOQUE DOS: FORMAS POEMÁTICAS Y VERSO BLANCO


SONETO AMOROSO

Hay que ponerse a pensar lo que mata
la relación, la emoción, la pasión.
¿Se debe al capricho o a la razón?
Finalmente, ¿el amor de qué se trata?

Cuando se le tiene se le maltrata,
si se pierde comienza el desazón;
mas de nada sirve la precaución,
pues ninguna cosa el sentir acata.

Ya tiene el ser amado a alguien más
pero te sigue y lo sigues queriendo
y esto desemboca en mucho dolor.

Justo es pagar lo perdido; además,
quien bien ama con honor va muriendo.
Al amor sólo lo mata el amor.


LA PÉRDIDA DE LOS ELEMENTOS

Apenas con el canto de la noche en el tímpano,
guardo el aire que puedo porque se me va el viento;
se marcha con sigilo. Las hojas ni lo notan,
les preocupa aferrarse a la carne del árbol
y no perder altura. Yo no sé aterrizar
como lo hacen las hojas. Desde que te solté
me la vivo cayendo. No hay viento que aligere
mi descenso, tu nombre. Pronto voy a romperme
y el aliento que guardo, palabra reventada,
será la única muestra de que el aire existió.

Salen a chisguetazos los versos de esta estrofa;
quieren fluir naturales como cuando tú y yo
compartimos el cauce, la causa de nosotros.
Fueron tus veleidades, también mi lobregura,
quienes lo devoraron todo. Ya no hay más fuente.
Ni el agua ni la sangre refrescarán de nuevo
los craquelados huesos, su espíritu de tuétano.
Ya tampoco hay orgasmos pero tampoco más
llanto que nos disuelva para regenerarnos.
Caminemos, descalzos, por la cruel sequedumbre.

Y si piensas que tienes tierra firme debajo
de tus frágiles pasos, estás equivocada.
Igual que yo, has perdido el continente entero.
Ojalá te hagas sal y fenezcas de mar;
sin ser polvo que vuelva al polvo, a la ternura.
Este malestar tumba cualquier ferocidad
para arrastrar, impío, el placer a la tumba.
Quédate marcesible, infértil, agrietada;
sabia en trepidaciones y vestigios; en ruinas
de esa ciudad que tuvo nuestra raíz por nombre.

Ya todo se consume. Ya se van apagando
—igual que tus pezones— las flamas del amor.
No más lumbre en la boca, no más fuego en el tacto;
no hay dónde friccionar el fósforo del deseo.
El calor de este incendio quedará en las cenizas;
volarán por el viento mas no renacerán,
pues su naturaleza no será la del ave.
Ceniza: chispa de aire; triste mota de fuego.
Combusta la materia, ustoria es la memoria.
Ascuas es el pasado. Sólo se arde en presente.



BLOQUE TRES: PROSEMAS

*
Llueve. Miro por la ventana y me duelo de tormenta.
La gente sigue tan seca como acostumbra; camina como si todo pero nada.
Intento entender la postura porque me cuesta andar derecho; ¿qué apuesta es esa de la columna?
La terquedad de las vértebras me encoleriza, siempre sosteniéndome; no les importa que desee caer, arrastrarme.
La lluvia provoca que me retuerza pero mi columna ha de mantenerme erguido, hasta que encuentre una decadencia dalílica que me arroje a la ineluctable catástrofe sansónica.
Miro por la ventana. Estoy empapado. Vomito. Me retuerzo. Me incorporo.
Llueve. La gente camina como si nada pero todo.
Llueve amargamente, en mi hígado, el licor doloroso que bebí en la madrugada.

*
¿Qué tiene de malo asesinar ratas y cebollas? De cualquier forma nos desintegraremos, sea a dentelladas y capas, o no.
Con NO, nombré aquello que rebasa la rabia y el llanto; la basura y el sazón.
Resulta inverosímil elegir el futuro; tampoco la víctima puede escogerse.
El crimen yace en las manos, sólo falta el instrumento, el objeto que detone la catástrofe.
De cuando en cuando una caria aparece y creemos que nos cambiará el destino, así, sábadamente. Mas la yema no quema como la llama pero dura lo mismo.
El alma que permanece entre el cuerpo y el tacto se vuelve imposible, como el horizonte.
Solos otra vez, ya sin grito ni eco que nos expanda o prolongue; ya sin soliloquio que nos repique.
Vislumbrado el panorama de esta manera, de este acierto, deduzco que la única salida es la extinción. Sin embargo, me empeño en cerrar la puerta y preparar los víveres.
*
Por desencanto, he dejado de creer en la lucha.
Ya no combato; sólo bebo, camino, contemplo.
Me defiendo como hacen los mesías: Extendiendo los brazos.
Quizá el desencanto termine por transformarme en alguno de los varios redentores que la Historia ha vomitado apenas digeridos.

Mi espíritu no, pero tal vez mi carne logre salvarse; no de la hoguera o los gusanos sino del dolor que la hincha para luego implosionar, azuzar los órganos y provocar cruentas mareas internas.
Esto motiva, a veces, a pelear con la pura resistencia; con la fragilidad de los huesos; con las astillas de dientes y retinas.
Sí, a ratos la idea de padecer menos, parece suficiente para desear e intentar ser un buen hombre.


®Manolo Mujica

No hay comentarios:

Publicar un comentario