lunes, 9 de septiembre de 2013

Sergio Alarcón Beltrán presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (9 de septiembre 2013)



SERGIO ALARCÓN BELTRÁN




RENUNCIO  LA  HERENCIA

 Nada ha cambiado
encerrados nos repetimos -perpetuos
somos lo mismo
árboles muertos marcados con signos
Nada ha cambiado
ANDRES CISNEROS DE LA CRUZ


Renuncio la herencia
legada por la memoria de mi sangre,
renuncio al cetro
que tutela la boca en el filo más punzante
y perverso del lenguaje,
el fuego que forja y engendra en la palabra
la ficción en los espejos del linaje,
la dosis de cristales triturados
y las divinidades que torturan el árbol
de mi madre, parásitas lianas
que trepan la mente y asfixian
la garganta, bocas oxidadas
de afónicas campanas que viajan aturdidas
jaurías que aúllan ignorancia,

renuncio la custodia
que generación tras generación
unge en la frente la boca de mis padres,

la génesis y la manzana y la serpiente,
los dioses sedientos de miradas, la costilla
donde arrancaron el sexo, la belleza
y la bondad amorosa,
la diosa de mi madre,

renuncio al dios que profesa
la boca de mi sangre,
renuncio la imagen construida
sobre el edén de dos ríos,
la alianza signada de colores arcoíris
entre hombres y un dios de aspecto masculino,
el dios de cólera que blasfemia fuego
sobre Sodoma y Gomorra,
el dios invicto
que separa las aguas con el báculo
injertado en la mano del elegido
para romper los grilletes que ataban
los tobillos de mujeres y sus hijos

renuncio la tierra fértil de profetas,
la tierra beligerante
que busca en el horizonte tierra nueva,
la tierra que llovía milagros y sueños
de mesías, la tierra convulsa, herida,
sumida en los desiertos, errante
de por vida, elegida por el dios de abuelos
y patriarcas, sangre diseñada en el futuro,
esculpe siempre en el presente y la impotencia
la condición a la medida de un mesías
que libre al hombre del hombre,
de la bestia que en la frente cohabita
entre infiernos de rabia,
la desdicha que la ignorancia atiza,
el periplo de la perversa orquídea,
la mano que crucifica, la que incendia,
la sangre bélica que habita el hombre
y siempre vive en las trincheras de la guerra,
la que incinera casas y viola doncellas,
la que expulsa la sangre de su tierra,
la que trafica y vende fuerza de trabajo
como esclava fiera, la que detenta
de dios el cayado de la alteza,
el príncipe y la opulencia
que desposa las mujeres y homicida
con el fin de perpetuar el poder
y la adicción a la corona y la nobleza,

renuncio los imperios y las fechorías
y los ejércitos que invaden pueblos
y despojan y humillan y violan y matan
la sangre más jodida,
los prisioneros de guerra,
los herejes torturados, los exiliados
por la guillotina del clero y la política,
los encarcelados por denunciar
el atropello de la vida,

más aplaudo los revolucionarios,
los que pulen los diamantes de la frente
y la palabra que germina en todas estaciones
y edades de la vida, los que levantan
las banderas del ya basta,
sin sacrificar un rubí de sangre,
ni disparar una bala,
sólo el canto de los labios,
la explosión benevolente de más temida arma,
la razón amorosa, la verídica aspiración,
la amorosa razón de la palabra,
la libertad del colibrí,
la flor no negada,

renuncio y arranco el musgo injerto
que va secando la profusa fronda,
arranco de la mente la pátina
que colorea idénticas estatuas,

renuncio la corona de espinas
y el sufrimiento que tortura
y los infiernos de Dante y el juicio final
de Miguel ángel que atormentan
y arden detrás de los espejos de mi madre,
renuncio los cuchillos hijos
que cada instante penetran el pensamiento
y blanden los senos y queman los pies
y los benévolos regazos y exprimen
las naranjas lacrimales de las madres
-con el filo de sus actos-
renuncio mi patria manchada
de malditos nombres que infestan aceras
y la nomenclatura corrupta de las calles,
renuncio de mi mesa las migajas
porque mi tierra mana leche, miel
y cristalinas aguas y preciosas fuentes
minerales y copioso oro combustible
que nutre las bocas hambrientas del progreso
y las bélicas miradas de los depredadores,

renuncio los piratas, los salteadores
de caminos que desde los castillos
despojan de la sangre la riqueza
y el canasto que lleva a la boca los manjares,
renuncio entregar la patria
a la voraz plaga de langostas que no piensan
y devastan y corrompen y trafican
con teorías económicas la grandeza
que parió nuestra tierra en abundancia,
renuncio la perversidad de la mirada
indolente y callada, renuncio la palabra
cuando detrás del que la nombra
están las fauces hambrientas de la máquina
de intereses y falacias,

renuncio la herencia, más acepto
las postales de nuestra apetecida patria,
me quedo con los atardeceres, con la luna llena
y las luciérnagas estrellas que incendian
y adornan la obsidiana, me quedo con una flor
en la mano, con un poema en labios, me quedo
con la mano que a diario saluda mi mano,
me quedo con los días soleados, con la lluvia
y el plumaje de los pájaros, me quedo
con la niebla y las colinas y los valles
y las jades fuentes de maíz
y las parcelas doradas de trigales,
me quedo con la belleza de los ríos
y la fragancia de las delicias frutales
y el arte prodigioso del hermano, me quedo
con la ambrosía de la abeja catando la palabra
en los jardines labios, me quedo
con los ojos del amigo que sabe mirar de frente,
me quedo con las monarcas alas
que peregrinan la inmensidad del cielo,
me quedo entre la gente de mis besos,
me quedo con la geografía de mi tierra,
me quedo con las semillas
de todos los frutos, con las letras
de todos los poetas, con los sueños
de todos mis hermanos, con la sonrisa
de todos los niños, con el erotismo
de todas las mujeres, me quedo

sin espadas colgadas en mi percha,
ni filos en mis ojos, ni muros
en el horizonte de los sueños,
ni fronteras en la libertad,
ni cadenas, ni grilletes, ni lamentos
en la cordillera que mastica
con marfil la belleza de la vida,

me quedo con la sangre
construida en la humanidad
de selectos astilleros, me quedo con la fe
y el esplendor áureo de los sueños,
me quedo con la pluma entre mis dedos
escuchando la mar y las nereidas
y los violines Stradivarius,

más renuncio contundente
la perversidad de ser caníbal
y tragar el dogma y la carne del cristo
de la mano de indigente purpurado,
renuncio convertirme en vampiro
y sorber del cáliz
la sangre de gran hombre revolucionario,
el que aclamado entró triunfante
al centro de las columnas del poder
y cimbró las cúpulas del templo
y la mirada oxidada de los maestros de la ley,
montado en la bondad y la humildad
que representa la belleza de un burrito
cargado de diamantes parábolas
y la sabiduría de un sol verídico,
la mente que partió de tajo
las edades de todos los tiempos,
la que arrojó del templo
el ojo por ojo, la vieja mirada
de la sangre vieja, la que levantó
el estandarte del amor
y no los carros de guerra
y las hienas espadas del poder y la violencia,
la vid que al tiempo departió
uvas comprensivas, vino
y peces suculentos de filosofía,

renuncio la herencia, padre,
sin embargo, acepto los diamantes,
las semillas de humanidad,
las amorosas palabras de mi madre,
las preciosas piedras que destella en la frente
la objetiva razón de la verdad.


DEUS


Mi sangre arde intoxicada de tu nombre.
Postrada, hincada
sobre indignos lodazales y columnas
de violentas jaurías de ansiedad,
entre plagas que nublan hermosas cúpulas
y podan de la flor -humanidad, ambrosía,
paz- Parvadas de cuchillos homicidan
las semillas, el roble de cristal.

Lluvia las praderas fauces
sangre tempestad.

Agitados los vitrales
miran del rostro gestos que enturbian
del río la claridad. Las palomas
que defecan la testa de yeso santidad,
el cura que cura sus deseos
la radiante primavera de los seminaristas,
las eróticas vírgenes sentenciadas a callar
entre tumultos que aturden el muro
de las lamentaciones, la Meca, el Vaticano
y las redes de hiedra Tepeyac.

Tu nombre es paja que pisotea
el forastero que perdió de la mente la libertad,
los diamantes, la luz,
la razón obsequiada al animal.

El hombre que en tu nombre siembra
la perversidad, el dictador que rapta el cetro
y jode y calla la verdad,
el que yergue en mármol castillos,
murallas de miedo, emblemas de poder,
ejércitos y monedas,
versus,
las fragantes rosas,
el rocío y la razón que del alba perfuma
el sol que ríe al mundo la infante libertad.

La ficción de espejos
destellan príncipes del celibato,
infiernos de labios,
columnas de robustos castillos
e inexpugnables conventos macabros,
fetos arrancados, vidas apagadas
masturbando la vida en cavernas
de utopías y héroes fantásticos,
rostros crucificados en la ignorancia
de sótanos y sotanas de un árbol
de mitos y dogmas, retablos dorados
sobre el filo de tu nombre
levantados, reyes purpurados que intoxicados
intoxican la sangre la sangre del hermano
rostros que aúllan en la fronda
el sufrimiento de miserables cantos,
mendigos suplicando de tu mano
racimos de favores, clemencia, auxilio,
el nirvana no encontrado,
rostros que habitan
tabernáculos, pulpitos, plegarias
que visten de explosivos, fanáticos
que en nombre de quien no conocen
ofrendan la perversidad de sus delirios,
la explosión de los malditos cuerpos artillados
arrojando sobre sueños, arquitecturas colapsadas,
madres indignadas, multitudes confundidas, sangrantes,
desmembradas, heridas sonrisas, sirenas extasiadas
en el llanto, extremidades mutiladas,
mujeres ultrajadas, niñas violadas, casas incendiadas,
frentes con el tiro de gracia,
guerras santas, santas maquinarias
de tortura, cruzadas, guerras cristeras, lanzas,
santas cuentas bancarias, ramilletes
de ambición, plegarias de dolor,
plagas en peregrinación, teatro y flagelación,
la crucifixión de la verdad
y la razón que aroma el verbo, mutilada,
sangre elegida, sangre que discrimina
el color y la fachadas de la sangre,
sangre de piraña que muerde y se desangra
y arranca del ser, el portento de las alas,
la libertad del pez castrada, asfixiada
la palabra, la homilía sumergida en libretos
de infiernos, paraísos posmorten, macabras
escenas de muertos levantándose
del polvo de sepulcros olvidados por el tiempo,
cuerpos ardiendo eternas llamas.

Deus.
De tí -sólo el nombre pronunciamos-
Del prodigio de tus manos
sólo guerras, flechas y misiles pensamos.
De tu grandeza
sólo sufrimiento, violencia, rabia, holocaustos
obsequiamos a la sangre. Abdicamos
el vuelo, renunciamos la vida. Del cuerpo
hacemos precipicios de hienas
y urgentes ciudades de gusanos putrefactos.
Amputamos el humanismo, el arte, el prodigio de las manos
hace leño nuestro árbol.

Sonámbulos viajamos, muertos, caminamos
entre jaurías de cuervos y el relámpago,
entre la locura y el trueno
profanamos tu nombre, la primavera
de la natura obsequiada abdicamos,
amputamos nuestras manos.

La primavera viste de gala
el campo, la noche unge de estrellas
la mirada de los enamorados, el día
embellece las orquídeas, los peces
pulen los cristales, el diáfano miravalle.
Llueve: bajo el arcoíris -festeja la vida-
el concierto de los pájaros.



EL CONJURO DE MI CUERPO


No seré más el vestigio de tu sombra,
ni desierto desplegado en días de mi cuerpo.

Ataré a la piedra de molino
los bosques claroscuros de tu frente
y la genealogía incierta de tus pechos. Arrojaré
el arsenal de tus deseos perversos
al mar profundo del olvido.

No seré más el insomnio ni el suicidio
en el conjuro de mi cuerpo.

No seré más la oscuridad de tus ojos negros
en mis labios y mi plexo,
ni el estertor de la ansiedad
y la voz locura en vuelo,
ni las hojas enfermas de un árbol
en perpetuo y cruel desprendimiento.
Arrancaré de mí el cáliz en que bebo
la cicuta flecha de tus ojos péndulos,
la dramaturgia de tu teatro
arrojaré al horno ácido del fuego.

Ya no te amo, lo sabe el viento, te aborrezco,
te arrojaré en la boca más profunda
de un hoyo negro, junto con la mentira
de tus besos, tu canto y el coro de lamentos
que emergen de sepulcros, en pena, en silencio.
Sin la fragancia de cítricos azahares,
ni primaveras en el cráneo de los huertos.

Ya no te quiero, repudio
la didáctica ignorancia de tus labios,
la dictadura y el perverso sexo de tu boca
penetrando en mi oído, el orgasmo sufrimiento
de tus ojos en los míos, el velo y las cadenas
cuando me posees atado en las regiones
más oscuras y violentas del espejo.

Yo era de tí un plebeyo
masturbando la vida entre tus senos,
desgarrando el esfínter y el túnel
que draga la lujuria de tu cuerpo.
Desclavaré mi cuerpo del madero
de tu cuerpo, donde estoy en vida muerto.

Ungiré mi pensamiento
con el néctar enamorado de la interrogación
y el beso de otros labios siempre nuevos.

Ya no te amo, es cierto, mis ojos,
te digo, vivieron en tí, lúgubres primaveras,
amordazadas estaciones, páramos de ansiedad,
heridos días más amargos que el ajenjo,
lunas grafiadas de angustia,
relojes opulentos de estiércol.

Nunca procree contigo el hijo primogénito.
Fui sólo una eyaculación precoz,
un óvulo ultrajado de ignorancia y miedo.

Más, en el conjuro de mi cuerpo
conciliaron de los reinos antagónicos
el príncipe del saber y la doncella
de todos los deseos, brotó la primavera
y el noviazgo, la ceremonia nupcial
del pensamiento.


®Sergio Alarcón Beltrán

1 comentario:

  1. Siempre es grato leer la telúrica poesía del gran Sergio Alarcón; poeta de sueños reiterados.

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