lunes, 10 de junio de 2013

Alberto Martínez Castañeda presenta en "Cada quien su Boca" de Palabras Urgentes (10 de Junio 2013)


ALBERTO MARTÍNEZ CASTAÑEDA

este es el link de la entrevista completa:

Rosario.

Rosario,

entiende la suavidad del hombre,

no creas en las voces

ni en los suplicios de los los cubos,

entérate de sus miedos y formas,

de sus ecos y sombras,

no enfades tu mano tibia y serena...

Es el desprecio de las cosas,

la desigualdad

entre el color y las manchas,

la entereza del débil

y la comodidad del poderoso,

son sus voces,

los secretos,

las caídas,

endemoniados fetos

y amalgamas de lo incierto.

Entonces,

cuando comprendas

el silencioso rumor del pecho abierto,

hablarás de otras cosas,

encenderás las luces y los misterios,

la paz nunca tuvo dueño,

ni pudo tenerlo,

las muertes siempre rondan

en los techos acartonados

y en los ojos cristalinos.

Temerás de la vertiginosa marea de sueños,

de la insoportable carga,

de las frustraciones de los vivos

y la decadencia de los muertos,

los muertos,

los mil veces muertos,

los que aún viven muertos.

Entiende Rosario,

estoy enloquecido,

estoy de prisa a que comprendas

y dejes de llamarme lisiado,

que no vean tus ojos

estas piernas transparentes,

estos brazos torcidos de miseria,

que a través de mi cuerpo

mires los espejos,

soy tú,

Rosario,

soy tu cuerpo,

soy tu marca de enfermo nacimiento,

soy,

Rosario,

un dibujo,

un boceto del deseo

que tuviste de parir hijos,

pero los hijos tuyos,

los que no vinieron,

esperarán otro útero más pleno,

al que nada le falte,

un útero en que haya pan,

vino y cerezas.

Rosario,

has tenido tiempo de encontrarme,

entre tantos cadáveres

y formas que trae la marea,

este soy yo,

como lo son todos,

imposibilitado de las piernas

y de las manos

pero la boca,

Rosario,

la boca no me la calla nadie.

Sangre.
Y sin más se abrió la puerta,
el viento arremetió
sobre los huesos de la casa,
las paredes temblaron en concreto.
No sé qué hay en tus ojos,
ni las manchas
que nublan tu hemisferio,
no entiendo
la compleja marcha de tus pasos,
pero te extraño,
la sonrisa,
la mueca vulgar de bienvenida.
Apareciste lejos,
en silencio,
apareciste,
entre las manos de lo incierto,
la cólera infame de tu pecho
se apoderó de la palabra
y del viento.
Todos guardan un silencio absurdo,
gimen en secreto,
lloran la noche de tu ausencia,
yo estoy pensando en tu frente,
en tu pie vagabundo y solo,
estoy mirando,
sangre mía,
esperando tu voz
y tu vuelta.

Tengo una necesidad de ti,
que es tan tuya,
que no me pertenece,
una gana infinita de tenerte,
una espera fría, alargada,
desmemoriada y sola.
Tengo una ausencia grosera,
que en las tardes menta tu nombre,
que te dice a oscuras,
cuando cierro los ojos,
y que se abre,
como una flor sin tallo,
como una piedra que no duele.
Tengo un vacío hasta las venas,
que no entiende lo que hablo,
y dice mansamente que estoy solo
y en esa soledad te tengo,
como un juguete que no sirve,
como un hambre de dos de la mañana.
Tengo un llanto infranqueable y quieto,
una impaciencia que se agota
entre las palabras que dice la almohada
y las incoherencias que responden las paredes.
Es un vicio tan amargo,
tan silencioso y roto,
arrugado,
mal hecho,
mal dicho y necio.
Te tengo a ti,
como una sombra,
como un vapor en la ventana.
Tengo estas ganas marchitas y toscas,
amargadas y sucias.

Hay árboles
que mecen la cintura,
y escarban la raíz
desde su entraña,
que viajan,
que arrastran ramas,
y lloran,
árboles
que son hombres,
que de tanto verlos
abrasan.
Árboles
que aman,
y también árboles
que callan.

VI

Todo el tiempo

se detienen los rostros,

las ajenas y vivas margaritas,

desde este sitio,

en que faltas

y falta el viento,

los ojos,

las manos y el cabello,

cenizas,

inquietantes miradas.


Estuve pensando,

Molina,

pensaba tus alas rotas

y tus cascos centinelas,

les di forma,

acabada la hora de la sombra,

entendí la máquina viviente de tus piernas,

atendí tu llanto,

espejo de la muerte sin muerte,

lago de un fauno viejo,

solo,

lleno de un vacío

sanguinolento.


Antes caminaste,

viajabas,

a todas partes del cuerpo,

como gusano ágil,

delirante, molina.


Las plazas de tu muslo

hacen estampas,

cunas blancas,

arrullan escalones y cristales,

aúllan en recibidores,

en recámaras obscuras,

Molina,

dame el beso de la muerte,

estigma

y sol de hielo.




®Alberto Martínez Castañeda

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