viernes, 13 de mayo de 2011

Daniel Carpitneyro presenta en Cada Quien su boca

DANIEL CARPINTEYRO


Oda

A Gûnter Bruss,

Steven Jason Leyba,

Frida Con Todo Mi Odio,

y la Congelada de Uva.

Artistas como reses en el rastro

Artistas como hígados convulsos

Yo me detengo ante el umbral de su dolor incognoscible

Les veo abstraer esas neuralgias con serenidad tan grácil

Que me siento vivo

En su muerte yo me siento vivo.

Con viva urgencia de empinarme ante la muerte.

Yo saludo el embeleso de sus pieles reventadas.

Querría adorarlas extendidas como lienzos

suspendidos por hilos metálicos

O desplegar esa maceración de símbolos negruzcos

sobre el asta de una carabela somalí

a condición de ser la más feroz y desafiante

tormenta sanguínea de transformaciones corporales.

En cada acción diez odinómetros les aventajan

sobre las otras artes, Mártires Artistas,

sobre las tumbas de las otras artes

Marchan las botas industriales del futuro Cánon:

el Mester de Tanatología:

Atreverse a ir a saquear el Arte

descendiendo más y más en el Esófago.

Ustedes me hacen ver, Artistas,

nuestra ubicación:

El vértice del tiempo humano.

Me hacen ver que para ver qué nos espera,

hay que licuarnos de una vez por todas.

En cada Acción un paso al Gesto,

Emancipador y radical el Gesto

de apropiarse el albedrío del cuerpo,

de la conciencia propia, del suplicio

de la llaga propia, Estado, que no es tuyo

mi albedrío de exacerbarme en un Significado Descarnado.

Mártires Artistas del extremo de los tiempos,

les saludo con el labio de mi herida anómala

Oración

Amo de las moscas

bendice mi palabra arácnida.

Inflama su aguijón de fiebre.

Teje con mis manos la horca de toda certeza.

Mi apostolado acuna en su ética

tu sombra.

Saeta

untada en belladona

no me distraigas de tu culto.

Las musas se resecan y desprenden

Perecederas como piel de la serpiente.

Tu punción, en cambio, extremaunción constante,

abduce más allá del estatismo

y alivia de lo somático.

Soy fragmento de tu mórula,

Arcángel de la libertad,

Dragón del albedrío

Nada envidio en sus grilletes

Yo Te sirvo cuando me venero soberano

Cuando me proclamo mi único arquitecto

Cuando escupo en su tabla de leyes

porque mi ley, Tu Ley,

es impulso primigenio.

Último Ídolo

del perro atropellado

tengo envidia de Tu Sarna

respetuosa envidia de Tu

Ira reventada por la llanta

de los carromatos eclesiásticos

desfilando sobre el mingitorio

secularizado del Eunuco Estupro.

Han de retribuirte.

Ellos creen representarte bien

pero no intuyen Tu Dominio

del aturdimiento.

Somos hombres y nos masticamos

unos a otros mientras entendemos.

Pero tú no limas Tus Cuernos, Tú

embistes y nosotros recibimos.

Ven y ayúdame a embestir a la idiocracia

de los bienaventurados

Ven y parte el espinazo

encarnado en la joroba de mi siglo.

A Tu Pavor encomendado entonces,

me reviento las primeras ámpulas.

Nuestros muertos no pueden hablarnos

Cuando no sepas qué margen de toxicidad

quiera seguirte tolerando tu sistema,

marca los números de tus amigos muertos

hasta que el tono te calibre los latidos

-decibel a diástole, decibel a sístole-

a parámetros de fábrica.

Nuestros muertos no pueden hablarnos,

sólo los perseguidores

con los ojos blancos

que nos tocan la ventana

en el umbral del sueño.

Duerme y da gracias a los personajes de tus pesadillas.

por permanecer al otro extremo de la galería de espejos

sin cruzar la plata ni arrancarte la nariz de un tajo

arrodillados en tu pecho con sus ancas de batracio

antes de que empiece el noticiero matutino.



Cuando no sepas qué margen de toxicidad

balancea en el filo del péndulo, sobre tu cordura

piensa que la lógica es un vicio de sirvientes

y que el vuelo brujo es el mayor entendimiento

de un demiurgo consagrado

al escrutinio de las coladeras.

Morir no es malo en cumplimiento del deber.

Tu deber son los reductos de la mente y el abismo

donde el mundo mearía frío su pantalón recién planchado.

Serás carne de cañón por ellos en misiones condenadas

tu servicio es apreciado y su experiencia es limitada

claustrofóbica como una década

en la cámara hiperbárica.

Ello está muy bien. Baños completos en sus habitaciones.

Siempre alguien que les lleve el pensamiento:

Algún loco que se meta una serpiente por la boca.

Una cámara sin miedo de perder un dedo.

Una fosa catadora de la merca sospechosa

Una bitácora en el pabellón de oncología pediátrica.

Las preguntas sobre el margen de toxicidad

padecen hábito de apersonarse demasiado tarde.

has llegado a las fronteras donde el cielo se bifurca,

siempre. Has tirado ya los ases, siempre, y ese mazo

ya no arroja ni otro par de bofetadas espabiladeras.

Daniel Carpinteyro

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