jueves, 21 de octubre de 2010

Mónica González presente en "Cada quien su boca de Palabra Urgentes"

presenta a
Mónica González

Gran Mal

de Mónica González

Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,

over many a quaint and curious volume of forgotten lore-

while i nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,

as of some one gently rapping, rapping at my chamber door-

“´Tis some visiter,” I muttered, “tapping at my chamber door-

only this and nothing more.”

The Raven, Edgar Allan Poe (1809- 1849)

El inventario y la despedida

I

Miro el horizonte, desciendo. Un cielo rojizo tapiza la ciudad; tantas veces odiada–amada–odiada, y anhelo fugaz de quien jamás la haya caminado. En la periferia de esta fauce que engulle, mastica y digiere sin distinción; en lo más alto de la vida horizontal, habitan mis pertenencias: un libro a medio leer (entre el sueño, el ocaso y los turnos de espera), una basta colección de síncopas intermitentes (voces y sonidos metálicos que dan vida al atardecer), una cama (donde a ciertas horas, los milagros son posibles y los pactos de paz han sido firmados, no hay hambre, enfermedad y los niños no son el blanco de ataques extremistas, y el que camina lo hace con el espíritu), una almohada (donde reposa la furia de tantos días de activismo combativo y el eco del grito libertario desde la selva), sábanas blancas (donde los ángeles copulan), una mesa con cuatro plazas, un lirio en su centro y espacio para compartir las viandas y el corazón; quién también consta en el inventario junto con un par de piernas que lo transportan y unas manos que lo entibian, un par de ojos que lo miran latir a pesar del horror y la sangre derramada –pero de eso estamos hechos principalmente: sangre, huesos, dolor– al lado del dolor habita la esperanza, un par de maletas, zapatos de viaje para la travesía y paisajes inimaginables en este sitio donde los caminos bifurcan.

II

Ahora, que por fin te vas, déjame al lado de la carretera y con la boca por delante. Déjame con el bestiario que habita en mis sueños y mis hombres y mis mujeres y mi máquina de olvido y mi historia de familia y mis cuerdas en los zapatos y mis errores y mis pocos aciertos y mi voz cortando el aire, cuando ya nada es suficiente y sólo me consuela el Blues. Déjame con mis afiches: Goya, Tapies, Bacón, Modigliani. Déjame con los vértigos de Miller y Gil de Biedma severamente enfermo, reposando en la mesilla de noche. Déjame con Luis Urbina llora y llora, con su amor como un pájaro loco, dando tumbos en la noche estrellada. Déjame con ansias, el piso alfombrado, los labios, el corazón apretado; mordiscos en la cavidad de la boca y unos labios blanquísimos sin nombre.

Pero sobre todas las cosas: déjame con mi dosis de realidad y un vaso de agua en la mano.

Buenos presagios

En forma de águila y con sigilo, llegaron los buenos presagios y se posaron sobre el tendedero, mientras una lavandera refregaba cuellos y calcetines, percudidos por la mugre y la cotidianidad necesaria en la superficie de las cosas; y luego revoloteaban extasiados por la luz parda de una pantalla china, allá donde se compran los remedios para casi todas las enfermedades que aquejan a la humanidad, en el callejón del Niño Perdido casi esquina con Eje Central; y más tarde, en la convalecencia de una súbita confusión de palabras, temblor de dedos, espalda arqueada y espuma escurriendo por las comisuras de unos labios blanquísimos sin nombre.

Y aunque parezca más difícil, en la máquina traga monedas y adentro de una burbuja transparente en un verso cuyas líneas sentencian: Estoy aquí, soy tu suerte. También estaban los buenos presagios.

La vida como un pedazo de cable unido a la tierra

I

No me dirá, una sola palabra

apenas sus labios enmudezcan.

El brazo rígido, la cara pálida

me pierdo en sus pupilas de fuego.

Creerá que fue un sueño

todos sus recuerdos han desaparecido

su cuerpo lánguido gravita en la almohada.

Miro sangre correr por su boca

me ha contado que es caliente y espesa.

Trino de cuervos, su voz apenas reconocible

coros desesperados que los dedos tensados dirigen

alto clamor, percusión de contraltos

progresión melódica, ráfaga hasta el destello

tenacidad grave del arco y la lira.

volar, volar, volar...

sobre un páramo que nunca existió

aciagos campos de luz en el hemisferio, donde sus sueños habitan.

Viaje insólito de mareas arremolinadas

surca sus orillas con el cuerpo plateado

en una danza prominente.

Sus días son altos precipicios de paredes blancas

donde el tiempo transcurre en citas semestrales

y la vida como un pedazo de cable

unido a la tierra que no le pertenece.

En la fulminante experiencia

navega sobre nubes de terciopelo

turquesa es el color sobre los párpados

vuelve de sí sobre pasos vacilantes

y lluvia intermitente en las entrañas

(sombra quieta, en el rellano de la escalera)

¿Quién en su nombre, contará la historia fragmentada?

Antes y después del gran mal

una vez más, la vida se escribe en la confusión de sus ojos.

Yo le ofrezco dulces de anís y amaranto

cuentos insólitos, cine de antaño

cante hondo, romero perfumado

y el brillo de todos mis astros.

II

Mi mano será su ancla

cuando las aguas desborden.

Mi voz será su guía

cuando emprenda el viaje de oscuridad y silencio.

Mi sombra será su sombra

cuando el sol no brille, ni cerca ni lejos.

Mis brazos serán los suyos

cuando las manos graviten.

Mis piernas serán las suyas

cuando huya del espanto.

Mi nombre escuchará

cuando pierda el control

y el switch desate la electricidad en su espalda.

Y cuando la nube azul instale su reino

en días de aparente sosiego

mi cordura será la suya

cuando no entienda

que yo, soy su reflejo.

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