lunes, 5 de febrero de 2018

Oscar Molina presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes. (5 Feb 2018)



OSCAR MOLINA


DE ESA CLASE

Soy de esa clase de hombres
que tristemente
no pueden estar sin una mujer.
Soy de esa clase que se esconden de dios
debajo del cielo, cual alfombra de aves
que conservan las querencias y la muerte
en el mismo tajo de la sed.

Soy de esa clase de hombres
que arrancan el pésame al amor
y  las limosnas a los santos.
Soy de esa clase
que lame el corazón, los poros,
la borrachera.

Soy de esos que sorben  la leche de tus hojas
y tragan el higo sin compasión
y nunca, nunca me he sentado a platicar
con los santos de otros
en un  baldío donde se abandona
el espanto y los besos.


Soy de esa clase de hombres
que lamía poesía
y quitaba el polvo al azul
cuando la ciudad
fue el tejado del desierto;
acueducto del blues.


Soy de esos lobos
heridos de las axilas,
porque por ahí debe de entrar la muerte
friolenta y con hambre,
la amante póstuma, húmeda.

Soy de esa clase de hombres
que conocen las costras de las iglesias,
a las mujeres que naufragan
con las estrellas  y las pantaletas
en las azoteas del destierro.
Soy de esa clase de lamentos
que creció con la bruma
y las ojeras de Real de catorce.
                      

Dicen que el blues de los ojos
Rasguña el rostros de dios,
Que la muerte de este bar nos ha sembrado
Y que la calle ignora
A quien no sabe besar las espinas afiladas de una mujer,
Que ignora a quien marca los postes con nidos
Y a quien mira el miedo a través de las ceritas.
Dicen que el blues de los ojos
Endulza el vino de la muerte
Que da solo un sorbo de leche
A quien ha sido un mal amante,
Por eso abrazare tu hueso,
Las fisuras que han dejado los rezos en el cielo
Tu carne toda, tu hambre toda.
Tu boca que tiene la edad de dios
Y que guarda cantos de paloma
Rasguños del cielo, lluvias de ciudad ajenas y los recuerdos
De quienes han sido velados en ella.
En tus besos,
Están las cenizas de los cigarros,
La quietud de los muertos,
Los días pegados a la pared
Y la cárcel de las aves en el patio.
Dicen que el blues de los ojos
Saca ojeras a los amantes
Que rasguña el rostros de dios
La espalda de dios
Tus muslos olfateados

Dicen…
Dicen que la muerte de este bar nos ha ignorado.


NO SOY TU VIDA

Una mujer nunca se casa con quien ama,
Nunca se abraza de él antes de la muerte,
 Y aunque yo  podría llenar el cielo de palomas y luciérnagas ciegas
Y aunque encienda soles cada mañana sobre las olas,
y la ventisca del mar al mismo tiempo.
Y aunque podría colgar nubes en los ojos de Dios, estrellas de mar en mi pared
Ella podrá decir te amo a cualquier errante, a cualquier otro que no soy yo,
recostar su cabeza en un pecho que guarda un latido tranquilo
Y que le advertirá cada noche  la hora de irse a la cama.

Una mujer nuca se casa con el hombre que ama.
Y aunque le guarde el frío de la muerte bajo mi brazo
Su  abismo en mi boca, su sexo abierto bajo mi cielo,
Las raíces de mis venas a la sombra que me daba cualquier rincón de su beso
Ella podrá decir: cógeme, hazme el amor
Quítame este collar de piedad, quítame…
                                                                                Quítame…
                                                                                                         Quítame

No soy tu vida, no soy tu hombre.



ME PIDIÓ NO BUSCARLA NI SIQUIERA ENTRE LOS MUERTOS
Para Karla

Ahora qué hago con las flores que pensaba llevarle cuando muriera,
Con la virtud de los terrones que arropan a los muertos
cuando los enterradores les llenan de dalias y olvido los bolsillos

Qué  hago con las fotos que había escogido para narrar en sepia
con el tiempo,
con los botes de lata que pintaría de su color favorito, el azul,
para llenarlos de agua
y que siempre estuviera fresca en la muerte,

Dónde arrincono las votivas, los cerillos
que encendería cada mes,  justo en el día que murió.
Qué hago con el pedazo de tierra
en el que  ella  me iba a platicar de la lluvia,
de las flores que le habían crecido entre las costillas.
Qué hago con las calaveras de alfeñique cuarteadas de los parpados
y con su nombre en la frente,
con los cirios que iluminarían sus pies y sus hombros
para que todos vieran que murió con un nido en el corazón.
Y ahora dónde dejo el beso que pensaba darle
antes de que la separaran de su casa,
con el viento vago que disminuirá la pena
y una bendición que sacudiría el oleaje de una espiga.
Y ahora qué hago, si me pidió el olvido
y todas las nubes huelen a ella.

COMO NOSOTROS

El frío era tan cruel
Que los perros podían oler el otoño entre la tierra desde las azoteas
Y guardar silencio como nosotros.
Ellos podían sentir el soplido del viento en los ojos
Y mirar como caían los pétalos de las cruces
Como nosotros.

Sé que si yo hubiera encendido un cigarro
Se hubiera humedecido la ceniza
Y seguiría consumiéndose el papel.
Porque el frío era tan cruel como para morir desnuda,
El polvo de los terrones se desprendía de sus cejas
Las plegarias de todas las noches ausentes,
Las gotas de agua de tres lluvias atrás
Escurrían por su rostro, también la muerte.
El frío  era tan cruel para sacarla de la tierra,
Para sacudirle el polvo del cabello.
Los perros sabían lo mismo que nosotros,
La basura  empujada por la soledad,
Y un papel se quedó pegado contra su costilla.
No sé si dios miró esa noche
Pero imagino que está acostumbrado al silbido del viento
A sentir la brizna que dejan las mujeres cuando son asesinadas,
Y sueltan flores que van hacía el cielo,
A los ladridos de los perros
Que esa noche
Guardaron silencio como nosotros.
DESAPARECIDOS

Tendríamos que ponernos sus zapatos azules
andar el camino de diario, mirar el lugar vacío en la mesa,
aspirar el polvo de los floreros
y sentir su pasado entre los ojos.
Mirar la silueta de la humedad en los techos
levantar la cabeza buscando una nube en las marquesinas
mirar las cuarteaduras y las grietas de las alas
atrapadas en la raíz que levanta el asfalto.
Dejar flores en todas las tumbas
en las que no tengan nombre, en las vacías, sin manto de una virgen,
levantar las llantas reventadas
y dejar un vaso de agua a la orilla de la carretera.
Colgar una foto de sus hijos, de su madre
en el cuello del cristo en la sala
que Dios también sienta la ausencia en las heridas.
Tendríamos que dormir a la orilla del mar y soñar con ellos
que las olas toquen el cartón que se siente en la piel
y saber que ahí vienen
que en algún lugar deben de estar,
con los bolsillos rotos, cosiendo sus camisas,
con los cordones gastados de los zapatos,
con pasto seco entre la suelas,
buscando un lugar por el que no hayan pasado,
un cielo que les recuerde a su casa.
En algún lugar deben de estar
y contienen el nombre en la cicatriz de los labios
atisbando tímidamente el alma por las cortinas.
En tiempos de lluvia y escarabajos
tantean las cuentas de un rosario
y escuchan el arrullo de una noche breve que astilla las uñas.
En algún lugar deben de estar que no los vemos
con los pantalones manchados de cera,
mientras caminan la última sonrisa que les brotó la luna.


® Oscar Molina

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