lunes, 11 de julio de 2016

Jesús de la Peña presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (11 de julio 2016)

JESÚS DE LA PEÑA


La niña oscura

Ella se mastica las ventanas
mientras un cráneo le lame las piernas,
vive con lo acantilado del suicidio
en la mano,
la más vieja niña del circo
tiene esperanza de tigre
tras sus ojos de jaula.

Ella no es otra sino yo
hombre de tijeras en lugar de tráquea
cuento enlodado de sombras
yo me preocupo por sus huesos
ella en la noche se masturba
y emprende vuelo,
no se preocupa por nada.

Ella (yo) mujer fundida de ramas
no da fruto
estamos como infierno,
ella deambula en las calles que corazonan
la maldad de los espejos,
camina con la falda corta esperando
que un milagro la mire con morbo
le chupe los senos
le escupa esperanza.

Yo, con la voz grave dibujo pentagramas
(no) para que los toque el diablo,
le prometo que acabaremos pronto
con este reinado de tumbas y hermanas que sufren
pero ella me ha perdido la fe,
grita dentro de mis ojos y descuartiza ángeles
que de su sangre transparente ensucian mi rostro.

Ella soy yo, hembra de demonios,
niña sola en el abismo de mi cuerpo
hace poco creímos que una mujer espiral de selva
nos curaría los panteones,
somos tontos equivocados de siglos
nos arrancó el sentimiento
como se arrancan los ojos del espía
aún en el humo de la nada se dibujó
un meteoro  que en su impacto
dejó caer el sueño y todos los sueños
en una pirueta tan luminosa
que apagó el rastro de las lluvias
regresando al pasto seco su condición de fantasma.

La niña llora en mi cuerpo
su llanto me duele mil sepelios,
le tejo un vestido con mis ganas de ser otro
ella cruje de melancolía
a veces por el miedo reza
retumba,
y entonces cuartea
las paredes de mi tiempo.

Somos un solo ente
niña sucia de penas
rota se sombras,
eterna por lo grave
alacrán en la memoria
hija del diablo.

Niña oscura,
Deshebra la vida
con tus uñas de universo
planta en tierra fértil
tu pequeña calavera,
que si este paso oscuro
es nuestro barco
vayamos girando,
el timón al horizonte.



Ríos Subterráneos
Tartamudo de suelo repaso los días como página en blanco
y no consigo mancharla con algo más que ceniza
de lo que fueran mis labios en el brillo 
o la podredumbre del verbo que péndula en mi lengua.
Soy la materia que escupe un pájaro parido por la nada
no sé quién, de mala forma, me otorgó la mentira del fuego
si en mi nada nada arde
si en mi nada nada quema.
No importa que estos versos no sepan defenderse
esta padecería de espejo viene de dentro
de donde las raíces lloran el origen 
en el centro de un ojo que no habitó la calma.
Cómo podría ya avergonzarme 
de donde yo solo he llegado
de donde yo solo he nacido.
No hay pista del secreto de la puerta
no hay salida para este luto de luciérnaga sin lámpara
y escribo ya no por poesía
era cierto que no soy un poeta
soy un pedazo de algo crudo
sin sal ni dulce, crudo,
como la confesión de un asesino
arrepentido de la luz del mundo.
Dicen los poetas que la voz de mi generación 
se incendia
¿y qué pasa con los paridos por el hielo
con los dueños de la sombra
los hermanos del cuchillo?
No estamos en los libros
somos ríos subterráneos 
no existimos.
Un país hecho mujer cincela su palabra
y nunca una bala me dolió tanto
no es la locura el conflicto del hombre
es lo animal del demonio en mis ojos
nuestros ojos.
Es necesario dar cuenta, de alguna forma,
que alguien renunció 
a la condición humana de todo el continente
siglos antes de que yo naciera.
Ahora las voces de mis voces 
me preguntan por las jaulas
y respondo que son un lugar seguro
territorio de románticos en ruina
raíces artificiales sin fruto
ni siquiera árbol.
¿qué si las conozco?
Claro,
lo suficiente para hacerme estado líquido
y escurrirme por las rejas
sin siquiera mirar de reojo 
para no tentar al vicio.
Llego al subsuelo de mi forma
con el estómago de mi corazón vacío,
peleo a muerte su alimento 
que no es más que un motivo de cerámica
que siempre rompo.
La molécula de mi verbo se hace pesada,
me refugio en el propio pensamiento
y desplomo en capullo de sábanas
rogando una cuerda para ahorcar el suplicio
que me crece de los huesos.
Desemboco en un racimo de orquestas
que confunden mi cabeza
escarabajo.

Al final me quedo fluyendo
siempre solo, solo, solo
entre mis oscuras rocas
igual que los ríos subterráneos 
en los que se sumergen 
las plegarias del mundo.


LOS TRISTES

Quién demonios nos cosió la tristeza en la lengua,
por qué no podemos hablar de trenes
sin imaginar una señorita partiendo,
desdibujándose en las vías para no volver.

Por qué nos duelen los héroes cansados,
las guerrilleras caídas,
los corazones de trapo.
Por qué nos duele el vuelo de las golondrinas
cuando despegan del tejado hacia ciudades violentas.

¿Acaso vale la pena ser triste?
hacerse escarabajo y husmear en la memoria,
incluso en la memoria podrida,
en nuestro niño quebrado,
en dolorosos desechos
donde palpita la sonrisa
de fracasadas esperanzas.

Los tristes somos flora del desierto,
cactáceas solitarias,
traemos alfileres en los ojos
respiramos a través de las espinas.
Tenemos sed eterna,
florecemos con el diluvio femenino.

Hay quienes afirman que los tristes vuelan,
y es verdad porque ayer vi un niño triste
fugarse al cielo,
ascendió para alcanzar las nubes de azúcar
y saciar su hambre.
Los tristes cargamos verdades pesadas,
muy pesadas,
lo ven, ya estamos llorando.

Se ha intentado extinguir a los tristes,
incluso se nos ha prohibido la entrada
a lugares donde conviene fingir risa,
se nos ha prohibido navegar,
a menos que tengamos puesta una máscara
de hipócritas cerdos contentos.

Soledad es el agua con la que nos bautizaron,
somos condenados a extraviar amores eternos,
a que nos amen señoritas y después nos odien tanto
que el agua de los ríos se vuelve en contra nuestra
y no dejamos de extrañar
a quien quisiera vernos
con un puñal atravesado en nuestra boca.

Así somos los tristes,
un poco absurdos,
un poco graves,
animales de tierra,
animales de agua,
también volamos.

Y a veces,
sólo a veces,
reímos como locos
cuando el ave pasa,
cuando llueve suave,
cuando nadie muere.

Los tristes cargamos verdades pesadas,
muy pesadas,
lo ven, ya estamos llorando.


® Jesús de la Peña.

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