lunes, 20 de junio de 2016

Carlos Chávez presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (20 de Junio 2016)




 

CARLOS CHÁVEZ




Fueron los dedos el anzuelo que atrajo al hombre,
y los ojos un carrete, 
y los hilos se perdieron en mi pelo porque me acarrearon desde lejos.

Te digo que el sol me ignora y la piara huye,
que cuando el bravo incuba, la ola irrumpe,
la cresta nace, los ojos rascan.

Porque es cierto que los ojos mandan picas,
cavan tan profundo hasta quedar a oscuras,
dicen que andan por las minas de la conciencia,
buscando oro,
arena, 
o piedra.
Que traspasan la carne, 
la arrancan hasta desmenuzar la suciedad de nuestros cuerpos. 

Ahora, me han desperdigado por los barrios,
en las añejas calles, en el herbaje,
donde me fingiré barrilla 
y rodaré planeta 
hasta encontrarme sol,
seré del roble,
habitaré en el polen, 
en el secreto ambulante ya dormido,
y en la violencia, con la que se desprende una pluma tras el despegue de un ave.


***

Es el corazón un fruto colgante, 
en medio del bosque enjaulado por costillas,
y las tinieblas en que vive, donde no hay luna, 
hacen ciego todo intento de sentir.

Si es verdad que en los mares del estómago se digiere la sonrisa,
prefiero secarme, religioso con el sol,
mis pulmones abatir, 
que llorando a inhaladas glorifican el suplicio.

Entonces, seré dos veces salmón,
para nadar contra corriente
en las batallas de sus ojos sudorosos,
y desembocaré a trago amargo
en la infinitud de lo abismal.

En la barca, pescadores con sus redes,
ancla en puñetazo partiendo el mar.
Con el peso de las aguas basta,
para entrelazar mis dedos espinosos 
semejantes a la risa de un costillar anémico,
porque he nacido de las brocas que construyen la fragata,
y en sumidero me han formado.

Es mi cajón que está enlutado y se reviste de vacío,
pesan en yunque mis latidos 
al verla reducidos entre cielo y mar,
porque el cielo pesa,
también pesan sus zancadas que su trote está en mis ojos.

Y es que nos aplasta:
deambular entre los muros como eco,
o ser secreto musulmán en las paredes huecas,
sus paredes-mis lamentos.
Que suspiro y me invade me infesta, 
que me cala en sus caricias me quiebra me esguinza.
 
Es corpiño en mi mudanza de emociones,
ya me lleva faraón en sus atuendos,
estoy dentro, 
en el puño que se aprieta, impotente, por la ira,
y por quien anhela lo volátil, capturado.





La casa negra 


He aquí mí casa, 
la biznieta: 
del violento eco que me copia 
y de los placeres de un Atlante perezoso, 
de la mejilla y de los labios, despostillados por besar la sombra. 
Mi casa, 
es amiga de un sepulcro, 
ya que a la hora de mi nacimiento el tragaluz me vio 
–que mi madre es un cripta y yo el muerto que se esfumó, 
para alcanzar los brazos-candelabros que caían de sus hombros-.

Mi casa es la biznieta:
del pecho descocido que se inflama envolviendo muros, 
y del ojo-bulto, que mira cercos tras las piedras de las piedras. 

Mi casa el Coliseo, 
la ruina desatada, [¿] dönde se han escondido las deidades [?], 
en el teatro cómico que explota nuestra frente. 
Está mi mano ya amputada de tanto mendigar, 
y mis huesos desvelados que se duermen con ternura. 

Esta vez han salido los serenos para anunciar mi muerte, 
claro que veo las farolas parpadeantes,
y morbosos ojos para hallarme extinto,
porque fui fogata humeante, 
y cuando el humo negro de mi alma pronuncio la noche, el sol calló.


® Carlos Chávez. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario