lunes, 13 de octubre de 2014

Refugio Pereida presenta en Cada quien su boca de "Palabras Urgentes" (13/10/14)



REFUGIO PEREIDA


Otra cosa hubiera sido
De haber conocido su cuerpo,
otra cosa hubiera sido la luz
esa noche
en que escondí aquella lámpara bajo la cama.
Habría dicho:
Jesús, hijo de David, ten misericordia de esta mujer.
Unta tu saliva en este barro seco,
dos veces,
como lo hiciste en Betsaida.
Sólo veo hombres como árboles que caminan
y necesito salir de esta aldea
iluminada por espejismos.



Los Nada
Los Nada estamos hechos de una sustancia invisible
que atraviesa las oficinas.
Una extraña propiedad nos enaltece en el polvo,
y nos limpia con el rumor de las cascadas.
Vamos alegres  por el mundo,
que es para nosotros,
com-ple-ti-to
cuando nadie se acerca a nuestra derrota
para ofrecernos su tristeza de dos pesos.
No nos gustan las migajas.
Los Nada no aceptamos reducciones
ni en el nombre,
ni en la distancia que hay entre premio y la certeza,
gran trabajo nos ha costado
tallar en cavernas nuestra historia.
Nunca nos empeñamos en borrar las huellas del tropiezo,
más bien
hemos hecho hoyos con el hocico.
Los Nada nos defendemos en silencio,
dejamos que extraños venga a la casa,
a enseñarnos sus falsos llantos
pero nuestra extraordinaria facultad de clarividentes
nos muestra el camino donde andan
perdidos bajo su estrella de naylon.
Los que somos Nada vemos en una ciudad ajena
la luna entre el fluir de los tráileres,
entre los jornaleros que esperan
los escasos pesos que han ganado.
Nosotros, Los Nada sólo abandonamos cuando tenemos algo.
De otra manera, al carecer de todo
cuando encontramos un río y un poema
sabemos la amable experiencia
de que el agua es fresca
y el ruido un canto.
Los que no hemos poseído el triunfo,
sentados alrededor de una mesa,
jugamos a las cartas y apostamos sin desconfianza
la libertad de nuestra sombra.




Siniestro
Es el sitio de los conflictos,
del amor.
Lámpara roja en el lado siniestro,
sol primigenio.
Para el torpe y para el sabio ha sido el ejercicio de vida;
para mí, que soy arena suspirante,
abarca el mar dormido, el mar despierto.
Veo el agua que se comercia en los desiertos,
la nube que se acuesta en cualquier bar,
un río desbordando semillas de vidrio,
flores que abren los sueños de las olas,
deseos roncos de una voz que llama al tálamo.
Es el espacio abierto para decir
que los ladrones menores tienen una razón;
que el acto amoroso comienza
con tu cuerpo como océano feroz y desnudo;
que estamos hechos en nuestro costado izquierdo
porque ahí se desmorona y reconstruye el latido del mundo.




Fisura
Si en las delicadas angustias hay una fisura
déjame entrar cantando al concierto de las calles,
permíteme darte un sonido imperfecto
que te acompañe en las vueltas de una hoja seca.
Seamos una vez más una estructura naciente,
las manos del vendedor de libros en el callejón Condesa,
el envés de esa lámpara que brilla entre los menesterosos.
En aquel momento fue imposible soñar que se acabaría la tifoidea,
ni el Ángel Ebrio de Kurosawa podría haber hecho algo por nosotros,
nos hubiera sacado a patadas de su consultorio.
Si aún existe,
si aún hay una rendija,
ésta es una forma de pedir perdón  a los cuásares más tímidos,
de extender un lienzo donde pueda servir el pan
y un poco de agua fresca para tu sed
y para mi corazón.


  


La calle
A José Francisco Zapata
Para salir a la calle se precisa una ruptura,
pasar de un lado a otro
en busca de la sombra nuestra,
esa posesión intangible
que urge tanto
por su presencia solidaria.
No es nada escrito,
es la hora de tomarse en serio los días de lluvia,
es la hora de pararse bajo los árboles que dan su savia transparente
para no morir como polvo cotidiano
encerrados en jaulas diurnas,
dentro de ruidos que caen como rayos del mismísimo Tláloc.
Pues ha de saberse el viento
que no existe sólo para rebotar entre cuatro paredes
si no para devorar con su fuerza natural los muros
y arrancar la hierba acostumbrada a vivir de la cal.
Amante continuo del abismo,
el sueño de la tierra alza sobre su cuerpo mil manos,
música entre rocas.
Aparte de las arterias
ha de ser útil
emborracharse
con ese amigo que nos regala la ciudad
porque enloqueció mirando a Nahuin Ollin
cuando caminaba como una flor perdida,
lejos de su propio mapa.
Desde luego, temer a los payasos
que nos han asustado con su melena incendiada
es más que necesario
en este momento,
cuando la mano se abre poderosa ante la nada
y se colma de toda aquella posibilidad enardecida
de jugar con sus ramas.
No debimos construir las redes que tejen el olvido
sobre un reino que baila y se envenena por la tarde.
Nos han hecho sordos.
Las paredes reclaman el alto volumen.
Somos responsables de poner  la voz en una caja cerrada
igual a una piedra en la Zona del Silencio.
En la banqueta aguarda el centro del mundo.
Globos y viento juegan cerca de un árbol partido por un rayo.
La libertad algo más que una caricia seductora.


® Refugio Pereida.


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