lunes, 23 de junio de 2014

Jorge Fonseca presenta en Cada quien su boca de Palabras Urgentes (23 Junio 2014)


JORGE FONSECA




De: Tú, yo, nosotros
Yo me dejo ser simplemente en tus brazos, escapo del tiempo escuchando de cerca cómo late tu pecho y exploro tu piel dilatada que se extiende como un mar abierto, en el que me sumerjo sin miedo, sin pensarlo, pero corriendo el riesgo de sucumbir ante el meteoro, náufrago anegado en tus brazos. Yo tengo todas las palabras del mundo, en mis bolsillos guardo adjetivos que saltan como luciérnagas emanando luz propia, y con frecuencia olvido en los chalecos y abrigos frases inútiles que el mundo no entendería o que simplemente tendrían sentido en un sueño o que sencillamente fueron concebidas para eso, para ser olvidadas, para ser apuñadas como viejos tíquetes que han perdido su finalidad, su color, tan sólo en un momento marcado para siempre por el olvido. Yo busco noche y día palabras para nombrarlo todo, para definirte y definirlo todo, para otorgarle una voz a las cosas calladas, para salpicar de color los objetos olvidados. Puedo extraer de los libros palabras maravillosas como si de un mago y su sombrero se tratara. Puedo tejer poemas interminables, unos más bellas que otros. Es como si las palabras rebosaran los vasos comunicantes de mis poros, como si en mi pecho las palabras germinaran  como semillas de poemas inconcebidos, inéditos, aún por nombrar.


***






Luz de luna
Luz de luna
luna antorcha, luna llena,
resplandece tu sonrisa
cuando cruzas por la noche
cimbrada de estrellas.
Luna plata, luna esfera,
luz de luna en las cisternas,
vas mostrando entre las sombras
de la noche siniestra,
el secreto develado de tu cara nueva.
Luz de luna,
y pensar que sólo eres un trozo
de piedra o de estrella o el ojo ciego
de un dios que nos observa.
Luz de luna, luna tierna,
que sólo es para ti el canto del poeta,
que arrastras con el tiempo
tu historia de leyenda.
Canta para mí esta noche luna,
luz de luna, luz entera
y serán mis versos para tí
desde siempre, hasta que muera.


De: Coplas del alma
X
Para tus pies la tierra,
el agua para tus manos,
para tus ojos el cielo,
el fuego para tus labios,
pa’ tu sonrisa la luna,
la lluvia para tus brazos
para tu pecho la noche
para tu pelo el verano.

XVIII
Si yo lo pudiera todo,
te regalaría el mar
tan sólo por tu sonrisa,
tan sólo por tu bondad,
porque por sólo mirar
la luz que brilla en tus ojos
morenito de mi alma,
te lo juro por mi vida
que yo lo dejaría todo.



***






La lluvia
Sin duda, uno de los espectáculos más asombrosos que pude presenciar en mi infancia fue el de la lluvia. Cuando a finales de junio los grandes aguaceros se dejaban caer, anunciados por un viento agradable que apaciguaba el calor tropical de la costa, todos los niños y niñas del barrio oriente, el barrio junto al enorme e insondable cocal, salíamos corriendo y gritando sin que ninguna madre pudiera persuadirnos de mantenernos resguardados ante la peligrosa tormenta, que amenazaba constante con un estruendo de cañones y batallas desaforadas en la profundidad del cielo. Repentinamente todo se anegaba a la vez que de manera paulatina el campo, antes árido, ahora reverdecía sin pudor alguno, tapizando a más no poder, los potreros de hierba fresca y flores amarillas. Las altas palmeras hacían las veces de pararrayo y no era raro encontrarse docenas de estas chamuscadas, despelucadas o hechas tiza, después de la lluvia, como cuando las viejas milpas son consumidas por el fuego en la roza de la tierra y sólo queda el cañajote calcinado y prieto en pie.
Lo más asombroso, quizá, de todo este espectáculo era cuando el río se desbordaba y amanecíamos sin darnos cuenta con el agua colándose por puertas y ventanas; cuando nos percatábamos de ello, la corriente había hurtado ya gran parte de los trastos de la cocina y pocas cosas podían salvarse de los arcones, para ser colocadas en el tapanco. Recuerdo que en los días de lluvia apretada, mi madre nos cocinada avena caliente y galletas de maíz tostado horneadas con manteca de coco. Como no podíamos salir, mis hermanos y yo nos la pasábamos en casa, pero mientras ellos se inventaban juegos para matar el dilatado verano, yo me la pasaba deleitado con el espectáculo de la lluvia, capaz de transformarlo todo de la sequía a la abundancia, de la tranquilidad al meteoro, de la paz al desastre inminente. Esas lluvias junto al mar no tienen parecido igual, encienden resplandores de fuertes martilleos de hierros dentro de una oquedad profunda, esa lluvia es capaz de partir el cielo en mil pedazos de manera literal y su fuerte chapoteo se deja sentir tanto en la arena como en la piel violentamente; el canto de la lluvia sobre los tejabanes desprende un aroma a eras húmedas, a surco mojado, a tiempo propicio para la siembra y para la abundancia de ganados.
Mi vínculo con la lluvia debió ser a causa de que nací un agosto de lluvias torrenciales. Mi madre al sentir las urgencias del parto tuvo que enviar al tío Gerardo, que en ese entonces apenas era un niño, a buscar una partera en medio de una inundación que no sólo azotaba al pueblo sino a la región completa y bajo el riego de ser devorado por una jauría de perros hambrientos, pudo dar con Petra, quien años después me contaría riendo, que nací ensangrentado, con los ojos abiertos y chupándome con ansias ambas manos en un gesto de hambre, justo antes de que buscara ansioso los pechos de mi madre. Mi abuela Bertha me contó, además, que nací en luna tierna, que mi debilidad y flaqueza se debían ciertamente a la influencia de la luna, capaz de volver locos a los hombres más fuertes, o melancólicos a los más firmes de carácter. Menudo augurio haber nacido hambriento, en medio de una torrencial tormenta, en luna tierna. El resto, sin que ustedes tengan que enterarse de ello, es que, como bien se lo temía mi padre, me convertí en poeta, que ahora escribo poemas y prosas bajo esta lluvia ácida gris citadino, añorando a cada paso mojado mi río, la profundidad de mi cielo a campo abierto, el aroma a canela, a manteca de coco, a surco mojado, pero sobre todo el estallido del trueno y el infinito espejismo del mar fragmentado en mil pedazos.

***


® Jorge Fonseca


1 comentario:

  1. Un audio narrado por el autor leyendo estrofas de su autoría podría ser mágico, con esa voz gruesa y grabé que lo carácteriza, esto puede ser hipnótico.

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