lunes, 20 de septiembre de 2010

Andrés Cisneros presenta en Cada quien su boca de PALABRAS URGENTES (23'09'10)


Cántica para enfrentar la noche

I have seven days to live my live

and seven ways to day

David Bowie

Hay que tener siempre un arma bajo la almohada

nunca sabes en qué momento llega la muerte.

Asear la cama y estar listo

para entregar Cuentas

en la mañana.

No hay que confiarse al azar de las moscas

a la selección natural del insecto.

Hay que ejercer la riesgosa práctica,

el riguroso vuelco de vivir

seis veces diez, seis veces diez, seis veces la noche,

cavar, profundo clavar

la uña, el rotomartillo para devastar la piedra, romper el cuarzo

del cráneo, el Lumen (1 cd.sr = 1 lx·m2) de la fosa común

para entrar así en el fango

en la arena decantada del agua bruta

—amargo licor para limpiar el aire frío del jardín,

la psique, la palabra antropomórfica

que nos conduce al Hades.

(Estribillo mutado)

Hay que tener siempre un arma bajo la almohada.

Estereorradiar,

llegar a la raíz (a la fuente isotrópica)

a la violenta oxidación

de la cabeza, de la cabellera ceniza

vuelta follaje rojo

llevar agua, y sofocar ese incendio

ir empapados hasta el tope del ojo

de pensamientos agua, de cubetas colmadas

de palabras para domar la lumbre

y hacerla danzar el Vals nocturno

de los que placen la carne al margen del día,

y ven cómo se ilumina la noche con el discurso de los astros,

y desbaratan el rompecabezas del Destino para los Otros.

Qué destino,

qué maldita palaba solar

intentará preñarnos (?)

No el agua O la muerte.

No el tiempo, no hay sombra confiable,

mejor hay que estar preparado, y tener siempre afilado,

cubierto de abundante hierba, un libro

o una cisterna

estar siempre listo para jalar del gatillo,

listo siempre para usar esa arma cargada de mente.

(Estribillo a manera de coro o atmósfera)

Hay que tener siempre un arma bajo la almohada.

Sobre todas las cosas, recuérdenlo

tenerla siempre, sea marea o palabra,

metralla, cisterna o daga para la venganza,

pero hay que tenerla siempre lista bajo la almohada.



Ejercicio para demostrar de diversas formas la inexistencia de la locura

II

E infinitos son los ojos que delinean al círculo.

Sus párpados dan noche a la mirada, y la mirada apariencia de noche a las cosas.

Soy más o menos loco, pensó Pessoa,

y el cuajo envolvió al ojo, y se abrió la puerta ¾hacia la cuenca del miedo.

Alcanzar a percibir (¿esto?) es dejar de caminar en

esta calle con piedras cuadradas(?)

flechas que avanzan arriba-abajo. ↔ Roturas

De qué admirable criptografía nació este vicio

de vivir en ciudades, de medir la vida en metros cuadros,

meterla en cubos de diez por diez, en la coladera que ahí enfrente está

succionante: extractor de pensamientos que todo lo convierte en tierra.

Así,

el hombre que (duerme? en la barra) extiende su brazo

y me enrolla la mano, me saluda con un espira que forman nuestras manos (lalpuléahuli ¾dijo)

es un gesto de igualdad trata de explicarme

¿y es igualdad lo que me enseña?

(entonces)

es mandala

om dice

om naciente

Estoy en la ventana para ver lo que vive en penumbras antes del amanecer.

Aunque resulta siempre es a mí a quien miran sedentario esos nómadas

que caminan hacia la muerte.

Pero al final ellos entran y toman asiento, trabajan.

Luego toman un descanso. Y salgo a caminar ─hacia el nicho.

Al mismo punto del que ahora parto. Y trabajosamente aprendo

a entender que un día no volveré a este sitio.

Ese mundo (no luz/ no tiempo/ no materia)

que vemos cuando dormimos es la Casa eterna de nuestro reposo.

Lo demás continúa infinito su camino.

III

Hay quienes piensan en la Locura e incluso se asumen locos.

O locos piensan al kamikaze que se colocó 10kg de explosivo

y se repartió como pan en boca de los escépticos.

O (loco) también al de lenta mente

con daño cerebral

porque (simplemente) nació para morir

sin posibilidad de evitarlo (es tan dura la vida para quien lucha contra la muerte)

Santa Locura

¾que nos salvas de un mundo peor¾

rezan los padres-hijos

estos exhibicionistas que copulan en el metro

o aquellos que toman sólo el alimento si ha sido cocido

o prefieren degustar muertos frescos, vegetales

a cadáveres de carnosos mamíferos.

Cuán locos están todos.

Los acaparadores del poder

paranoicos de que un día volteemos

a verlos, y decidamos que son unos pobres dementes.

Se enferman pensando en qué habrá de sucederles si la locura

se apodera de este mundo.

Y lo salvan incluso ¾una y otra vez¾ seguros

destrozan a los niños esquizoides de países iracundos

incapaces de sanarse con la risa

y todo por culpa de los excéntricos, no parafílicos, que vienen a destruir el mundo.

También están los que comen insectos, piel de sombra

o que empeñan su vida en salmos para ser consentidos por la mano

que les acaricia el lomo:

los que dejan de comer para ser un Tigre.

Qué felicidad la de los cuerdos

desnudos todos en el tranvía riéndose, con tabaco en mano,

de todos los locos que afuera se agarran a golpes con cerdos de botas.

Es tan graciosa esta función donde los desequilibrados

son incapaces de amar, tenderle la mano al Misterio

o recibir, puño con puño, la gracia de los desconocidos,

maniáticos incapaces de dar un beso

por el miedo a ensuciarse la boca con el labial de la vida.

Andrés Cisneros de la Cruz

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