lunes, 31 de octubre de 2016

Miguel Tonatiuh Ortega presenta en Cada quien su boca de Palabras Urgentes: (31 octubre 2016)

 
Miguel Tonahtiu Ortega

GEÓMETRA

Reescribiré la palabra
“caza” en el escritorio.

Estará lista
la sílaba, donde esconda a esa mujer.

"No tengo marcas en el cuerpo —dijo—

"Tengo solo la vieja ración
 de cielo en las manos
 o  las tardes que giran
como barcazas por mis ojos.


Detalles o sombras
y algún cuerpo
con una voluntad de empuñadura,
o canción.

No era un geómetra cuando lo escribí.

Solo quería ser pan,
viento en juguete,
asomo de un niño
rodilla a tierra.
¿Y tu silencio?, preguntas.
 ¿Quien toca esa piedra

 llena de flores y pólvora de manos?
 ¿Quien será humedad o ruido?
Miro. Te miro.
Reescribo 
sobre pedazos
de un largo lienzo blanco.

Se tocan
los jirones de piel
que sobran en esos sueños.

Mientras caes
en la eternidad
que pareciera llevarte sin dar vuelta.

Dejándonos, solo,
el eco y tus manos.

Esa falsa sombra de amor
repetida tres veces
en un atardecer.

Tres veces.
El geómetra se rinde.
Escucha:
es el sonido que escondí.
La lluvia volverá;
 así, tres veces.


EL CINISMO ITALIANO

Mañana no será igual ese encuentro,
dirás que lo hizo otra vez y el personaje masculino
será malvado, sin ti, eficaz.
Dirán las cosas que esperas se digan en situaciones semejantes:
«Todavía no te tengo y te extraño sobre ese sitio; nos encontraremos
y el agua sobre la ciudad no me permite pensar en ti.»
Verán una película que narre el fracaso de ese encuentro,
Fellini los mirará en blanco y negro detrás de la luz del reflector,
la ciudad será  ruidosa desde dentro y la película también tendrá
sus sonidos incabados y continuos,
«Tu ciudad es ruidosa, amor», dirás.
Y él ya no te creerá, piensa que venderle una idea es tanto
como pensar que ya mañana será igual.

La ciudad olvida entre los sueños a los seres descalzos,
la ambulancia, los transportes, los transeúntes sobre la alameda,
los hombres de negocios hacia la torre y los burócratas afeminados…
«Tu ciudad tiene un ruido infernal», dices por último.

Él ya nunca te creerá porque la apuesta es mayor.
No habrá vuelo hacia la ciudad, alguien pretendía encontrar
lo que no existe;
le temes a todo, a los viajes, a las personas, a las ciudades indómitas.
Blanca como entonces inventarás nuevas formas de enojo,
de indignación que él dirá lo que esperas, te seguirá el juego.
«Vení, vení», repitirás, como si fuese la última forma de venganza.
Pero él sabe que eres hermosa y que no vendrás,
hay un deber en el fondo, en esa frase, no sabemos qué significa.
Se lo han dicho tantas veces, engañando al destino, a las máscaras
a las ciudades en las que se encuentran.
Guarda su foto, guarda, ese joven será para siempre la mentira.
Ya no sabes si esta vez vuelva; si esta pelea será para siempre;
no entiendes porqué, Mirta, tu vejez, el tiempo te vence
pero lo hermoso está en ese acto de seducción distante:
le llamaremos engañar con la voz.

Mañana y él mismo serán distintos, el tiempo no los perdonará
Fellini será de esa película una muestra
del cinismo italiano de los años sesenta.
No bajarás del avión porque no existe,
lo sabes desde que comenzó su juego.


CONTRABAJO
A Janine Haneine

Lo que hice por ti
en las bancas abandonadas
y la espera en el parqué del salón.
La caminata de todos los demás,
los emblemas:
las risas del ángel tordo
y las carillas de las gárgolas en los muros.

Hubo una calle sucia
en ella giraban los malabares
y un payaso de fuego en el cruce se hacía inmortal.

Roto desde el inicio,
el farol de la máscara
que he dejado atrás por ti.

La pobreza que nunca
estuvo de tu lado.

Escuchaba tu jazz confundiéndote
con la cantante y su voz.
No eras tú. Era su porte, su forma
y la canción que siempre esperaba fuera cierta.
A las dos de la tarde
nació la lluvia en medio de la música.

El sol incomprensible
iba en ascenso.
“As time goes by”, no te recuerdo.
Ni siquiera cerca del piano con el hombre.
Una insólita risa que columpiaba el cielo.
Todos los viernes vivir.
Regresaba con los libros en mano al curso.
Grabé tu  rostro en un momento.
Y me supe imposible
con el sombrero que caía.
La cantante se parecía a ti.
Y la boca sonreía para darme un bálsamo.
—No conozco al que toca el contrabajo—.
Amé el jazz tanto tiempo
que nadie esperaba que volviera
a escucharte en un sitio desconocido.

La canción era.
La cantante, la cantante,
la canción, las cosas
son las mismas, la canción —te dije—,
la cantante, la cantante, la cantante...
Vuelve, aunque no seas tú.


®Miguel Tonatiuh Ortega


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