lunes, 7 de marzo de 2016

José N. Méndez presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (7 de marzo 2016)



JOSÉ N. MENDEZ



COLIBRÍ AZUL

Azul, colibrí azul;
escuché a la oscuridad
parir un sonido:
en perlas de melancolía
estalló la corona celestial;
debe ser que mi ángel de la guarda
ha sido tan descuidado
como para hacer dueto con Ray Charles
y ejecutar un blues
que huele a la tierra tantas veces pisada
en esas caminatas infantiles
donde un charco se convierte en la primera aventura.

Azul, colibrí azul;
ha caído la noche
en el frágil cuerpo de la tarde
como inesperada bienvenida
de quien estuvo esperando tu arribo,
mansamente,
sin hacer preguntas,
mas siempre atento
a cambio de una caricia que llegaba
aún después de la involuntaria embestida.
Azul, colibrí azul;
más allá de una ventana,
yace una flor de buganvilia
en la acera de mi casa,
como si durmiera,
como esperando que la cobije
en un improvisado suéter antiguo
y el “buenas noches” definitivo,
emane del risco de mi palabra;
como tantas veces fue,
como otras tantas no será;
tirita indefenso, diminuto,
con su corazón sintonizado
en frecuencia de amistad pulcra,
de un metal que se pule obsesivamente,
no sabré cuánto amor le cabía en el alma:
Azul, colibrí azul; lo veo
¿Lo ves?
Lo escucho pronunciarme
desde una enigmática cúpula
de su lenguaje
¿Lo oyes?.

Azul, colibrí azul;
el sereno es un ángel exterminador
de los hijos que Helios
ha dejado vagar en la tierra;
yo no sé cuál es el sabor de su beso
y cuando me aproximó sus labios
recibí el tierno cobijo de mi amigo:
del sereno y probablemente de la vida, yo no sé nada;
pero sé que en otro cuerpo,
debió bailar un fantasma
que alevosamente
se disfrazó de grados bajo cero.

Azul, colibrí azul;
en algún momento
a todos los cuerpos
Thanatos les escribe su nombre en la pupila;
hasta la noche lluviosa muere de a poco,
en el Argos de la penumbra, las estrellas son ojos cerrándose
con el filo de la espada temporal
que despeja el camino de la aurora;
y si no tuviste el infortunio de ser ese
que se topó de frente con Judas
o tuvo por compañero a un blandengue Pilatos;
llegarán todos
para sujetar tu mano
cuando partas.

Azul, colibrí azul;
al transitar esas calles
de casas como bestia inexplicable que intenta caer sobre ti,
lo veía desvanecerse entre el césped ajeno
al mismo ritmo en que la mano paterna
tocaba mi hombro
para ejecutar un fallido intento por sacar de la manga
el consuelo que no existía;
Azul, colibrí azul;
al abandonarlo en plena esclavitud de la enfermedad,
me dijeron que no llorara
porque solamente, era un perro.



ÓSCULO PROCEDENTE DEL MAR

A Nelly Santiago Sosa

La mariposa con alas de espada
sobrevuela mi labio inferior
y lo toca
en acometidas precisas al emerger del azul,
fruto de un árbol oceánico.

Ojos de niña pícara
varados en mí.

Olemos a una triste efigie de sal 
que adornó las afueras de Sodoma y Gomorra,
en tanto ella,
cincela pasión a la usanza lobezna.

Da, recibe, contraataca, nos rendimos;
pasión extenuada,
en el risco de mis palabras duerme la mariposa
que amarme sabe,
que a mar, me sabe.



IV

Corazón del Anáhuac

Primer año de la luz.


“El amor no sólo debe ser una llama, sino una luz.”
Henry David Thoreau



La firmeza del paso que a la aurora despierta.

El latido de todos los sabores nuevos.

Todos los amaneceres que habrán de venir.

Fernanda:

He aquí que vimos a los nuestros levantarse
de entre los abismos;
les tendimos la mano
y ahora estamos reunidos de nuevo:
montando el rabo del Halley.

¿Quién nos va a impedir hacerlo
a nosotros que fuimos a plantar girasoles en Antares
y salimos a jugar con sátiros?

¿Quién habrá de ralentizar la dinámica de los abrazos
mientras consumamos que ésta haga girar nuestra tierra,
la salvemos un minuto, una hora, un día, un mes, un año, siempre?
¿Y nos traguemos tanta bala
y escupamos semillas de sandía?

¿Quién habrá de decir que tu voz
no puede arrullar al grillo, a ti que
hiciste temblar al Tifón?

¿Quién emergerá de la parte inferior de la cama, intentará morder e irse sin ser perseguido por dos ángeles?

Quiero saber quién se atreverá a tomar tantas espadas.

Porque entonces habremos de atravesar su párpado con una sonrisa.

Esta palabra que te ofrendo,
es lo poco que ha podido escucharse
entre las tormentas.
Ha sobrevivido a la intensidad de la marea;
es tu regalo.

Esta es la memoria
de todo lo que se inició cuando la luz
quiso venir a vivir a nuestra casa
y ya no se iría nunca.

Oh, fulgor al que veo cobrar fuerza.

Oh, Sol con la estatura con que quisieron describir a la hecatombe
y no pudieron
porque quienes te vemos
aún no sabemos describir la magnitud de la fe que repartiste
en cada corazón al que tuviste acceso.

Oh, grito de estrella
que se abre paso cada noche.

Tú: orilla de varios mundos.

A ti te hablo, con todo el amor que poseo.

Y sé que puedes escucharme.


®José N. Méndez.


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