lunes, 2 de noviembre de 2015

Israel González presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes.

ISRAEL GONZÁLEZ






      Dicha tuerta

Si hubiera un dulce de la felicidad,
un dulce que pudiera adquirirse
en cualquier tienda,
en cualquier puesto ambulante
de esos que abundan
en todas las ciudades
y en todos los pueblos
a falta de un trabajo mejor remunerado,
con días de descanso obligatorio
y vacaciones pagadas
y un posible retiro casi digno;
si hubiera un dulce o un perfume
o un reloj o una prenda de vestir
de cualquier marca
o una flor o un muñeco de peluche
de la gran felicidad inalcanzable,
alcanzable sólo para unos cuantos,
de esa felicidad que sale en la televisión
muy bien alimentada
e inmejorablemente vestida
y siempre con una gran sonrisa,
sonrisa de plástico, se entiende,
blanquísima y radiante,
sonrisa de político al que no le duele nada
y que lo tiene todo
con sólo estirar la mano
y hundirla en el erario,
su gran cartera eterna,
su gran tarjeta interminable,
su enorme casa donde no cabe nadie,
donde no entra nadie sino él
y toda su familia y sus amigos y el narco
y la muralla verde y azul
que lo protege de los gritos
y de las patadas de los menesterosos
cada vez más menesterosos,
cada vez más desvalidos
y cada vez más hartos;
si hubiera un dulce de la felicidad,
un dulce que se repartiera
de este a oeste,
de norte a sur,
como se distribuyen despensas
al por mayor
en épocas de elecciones,
de ésas que dicen los políticos
y sus voceros y sus cómplices,
con el hocico lleno de humo,
con el hocico babeante y sediento,
“son justas”, “son democráticas”,
aunque todo el mundo sabe
que es mentira, puras mentiras;
si hubiera un dulce de la felicidad
ya lo habrían saboreado
los obreros, los campesinos,
los indígenas a los que se quiere
quitar hasta el agua,
las grandes olas de muchachos
que no estudian ni trabajan
porque a los falsos políticos
lo único que les preocupa
es el bienestar de sus familias;
si hubiera un dulce de la felicidad,
digo, repito, grito a voz en cuello,
ya lo habrían saboreado
los niños que no tienen
por qué ser de la calle
o “en situación de calle”
como ahora los llaman eufemísticamente
los que nunca han leído
a E. M. Cioran;
si hubiera un dulce de la felicidad,
en fin, ya lo habrían saboreado
los policías y los soldados
que no saben para quien trabajan
y no andarían por allí
tantos niños desnudos y sin techo
vendiendo chicles,
lustrando –su futuro- zapatos…
                                                                                        

                                                             
Maleza

El gato azul entre la vegetación de la pequeña sala
mira pasar el tiempo en mi mano que escribe
sobre el gato azul con girasoles en la piel
que no giran ni se marchitan.
Su boca de palomas nunca maullará
ni ronroneará en mi regazo.
Los peces de sus ojos jamás navegarán otras aguas
como no sean las de su gesto azul
que observa eternamente entre la maleza
húmeda de las horas.
Su abrazo no saldrá a encontrarme
cuando abra la puerta de llegada
y la vegetación voraz se me eche encima.





Apacible

En el cuarto de hotel
la luna alumbra
y los zancudos
esconden la cabeza
entre la ropa
que cuelga de los ganchos

En el techo
las aspas del ventilador
hacen girar
el pequeño universo

En la televisión
se ensayan otros mundos

Por la ventana entreabierta
se cuela –leve- el viento

Amenaza llover
aunque es abril
de sol y de calor y muchedumbre.




Pasatiempo ( 1 )

*
La cursilería
de caminar
tomados de la mano
como si el otro
-o la otra-
fuera a salir corriendo

*
No me estreso
No me enojo
No despotrico
Algún día
lograré atravesar la avenida

*
La luna,
junto al farol
de la calle,
muestra su dulce
cara sin maquillaje,
naturalita,
triunfante


*
Esta luna
de enero:
un pellizco
en la cara
redonda
de la noche.



La noche

Las galletas de animalito
circulan en la mesa
del café

El quinqué
en el adobe
consume poco a poco
la noche
húmeda y oscura
de sapos

que croan

y amenazan colarse

entre papá y mamá
y hermanas y hermanos

que llueven en silencio

como en un largo rezo
nocturno interminable



Salitre

El salitre
está invadiendo
las paredes de la casa
dice mi madre
que quiere todo limpio
y en orden

Con mi hermana mayor
jugamos a que soy un vampiro
y extraigo la deliciosa sangre
de la yugular excitante

En las noches
nos juntamos a contar
tenebrosas historias de espanto
y nos acostamos temblando de miedo

No sea que el Sombrerón
toque a la puerta

No sea que algún duende malvado
se meta entre las sábanas

No vaya a ser que la Malamujer
nos lleve a vivir con ella eternamente.
Sapoeta

De niño tenías miedo a los sapos
y terminaste uno de ellos

La época de secas es la peor para ti

El día y sus espejos
te obligan a ocultar la cabeza

Amas a la tierra
y sin embargo sólo en tiempo de agua
recorres el mundo

La noche, las piedras, los rincones,
todo lo que es envés, son tu refugio

Tu aspecto atemoriza, repugna

Nadie en su sano juicio
te adoptaría como mascota

Nadie que no seas tú
te invitaría a pasar una noche a su lado.



Pasatiempo ( 2 )

*
Serpiente
del
calor
se
enrolla
deliciosamente
en
mi
cuerpo

Acaricia
mi cuello

Succiona
mis pezones

Lame
mi sexo
erecto

*
Soy el jazmín
del patio
en que llovió
esta tarde
Cuando anochezca
las arrieras
se llevarán
mis hojas.








La tertulia

                                                             Para Lupita Albores Y Astrid Pinto Durán
                                                                  

Bajo los flamboyanes la tertulia se anima
con las risas, los recuerdos, las confidencias.
Debajo del mantel los pájaros dialogan en su lengua de alas.
Y un gato imaginario ronronea su azul en nuestras piernas.
El árbol de la tarde huele a jazmín. Y parpadea.
Mientras se peina, sus cabellos nos cubren con su rumor de selva.
Se acerca ya el final de este fraterno viaje.
Oímos cómo el agua, otrora cristalina, esconde la cabeza y se cubre de luna.


® Israel González, Dicha Tuerta, 2015.




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