miércoles, 12 de septiembre de 2012

Eva Castañeda presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes (13 septiembre 2012)


EVA CASTAÑEDA

Esto no es un poema

Frente a la ventana de mi apartamento 
dos árboles perfectos se cruzan, sus hojas aéreas 
acarician el vidrio, casi me tocan.
Todos los días a las cinco tres pajaritos se acomodan sobre una rama.
Juntos como un delicado escudo se sostienen. 
A las seis doce llega el cuarto.
Cuatro aves descansan sobre el árbol que es su casa de paso.
Golpeo el vidrio, les llamo, ni una me mira.
Nada saben de esto y pienso:
Es un árbol, no es un cable de luz o una torre.
Es un árbol de verdad, no un papel tapiz o un invento mío.
Son primero tres aves, luego cuatro. 
De esas que me dan miedo, de esas que vuelan enserio.
No son aves poéticas o metafóricas o aves falsas. Son aves de verdad.
Mi ventana es la cosa más común. Ni hablar de ella.
Tal vez a nadie le importa esto. Dirán que tampoco es poesía.
Pero hablo de ello porque anteriormente mi ventana daba a un terreno abandonado
y lo que escribía entonces, era sobre una pared blanca y el polvo que con los días 
la transformó en un muro de tabiques deslustrados. No había árboles, sólo un tronco.
Ahora frente a mí se tiende una red de pétalos verdes con tres aves que más tarde son cuatro.
Esto debería pasarme inadvertido. Pero no, no ahora. No aquí donde la mayoría sólo tiene frente 
a sí un muro de tabiques deslustrados. Como sea, no me gustan las aves. Le temo a las aves. Pero escribo sobre éstas porque son reales y me transparentan el miedo y esa extraña belleza que pocas veces se asoma por la ciudad. Escribo de un árbol y cuatro aves porque ahora alguien escribirá sobre el amor, las bicicletas o la poesía. 





Cosas de familia

Y detengo mis ojos en la figura del campeón del mundo:
de pie, señores, un poco de respeto para los hombres como mi viejo
que doblegaron sus vidas en trabajos miserables.
Fabián Casas

Mi padre osciló entre el temblor y la esquizofrenia.
Nunca lo entendí. La vida fue para él un espacio imperfecto.
Un día después de treinta y un años, supo que era el momento
de partir sin la televisión, sin una esposa ni el colchón 
o los muebles que le valieron seis meses de sueldo. 
No volvería a sentarse frente a un plato caliente 
o a mirar con flojera el rostro de la mujer que siempre lo acompañó 
y que un día, lo dejó solo para estar sola. 
Mejor así.
Se fue y de algún modo fue un poco feliz y la vida 
menos imperfecta.


A esta hora en la mañana

Soy víctima de un Dios frágil, temperamental que en vez de rezar por mí
se fue a bailar , se fue a la disco del lugar. 
Babasónicos


Y llegué al desayuno como quien llega a su última oportunidad
: me digo que la proteína es necesaria para orientar la columna,
memorizar que cada día es una víbora diferente. 
La de hoy no tiene veneno, será mansa y saldrá mi nombre en la galleta de la suerte.
No hay olor a sueño ni a lámpara de anoche; me acostumbré al ojo de la vecina,
pegado en mí como una declaración de guerra. 
Alguien nos sigue siempre sin emboscadas ni sorpresas. 
Cazo la sombra que se hace a las doce veinticinco, sigo a la vecina cuando no me sigue. 

Amanece en las almohadas y en los gallos y doy vueltas-vueltas-vueltas,
aunque la trayectoria del pie sea una línea de vituperaciones rectas.
Me acomodo en un vestido para enfrentar la épica batalla de los diez mil
autos corriendo tras de mí
: ni uno a de arrollarme hoy.

A esta hora me creo lo que sea    
: lamargura es delgada
: lainmortalidad es esto.

De mañana hay que arrancarse lo incorrecto y los calmantes.


Necesarios rodeos

Algunas ideas deberían gastarse como se gastan los zapatos, las leyes, los monumentos.
1.- El peso de la soledad en un cuerpo enorme que se ha quedado solo por ser enorme.
2.- La variación del clima y su impacto sobre un alma enfermiza.
3.- Mi vecina es la mejor cantante de karaoke de la colonia.
4.- Casi nadie usa los separadores de libros, se prefiere doblar las hojas.
5.- La consideración no existe en este país
[Sólo digresiones]

La ausencia de sueño es un síntoma de inquietud, vivir sin hallazgo,
sin los nombres de los árboles que adornan el camellón, sin la idea
de que hay algo que alumbra de un modo diferente, sin ser luz de neón,
sin ser un foquito que se enciende después de las 9 de la noche.

Hay algo que silencia y desilencia.
Lo vi cuando llegué sin prisa y mi vena de la frente se deshinchó,
me estacioné sin nervios amarillos, sin la bilis que supuro con la prisa.
Me cuento una historia de mi paso por la calle a la hora en que salimos
a enredar el aire con nuestra tullidez. Me tomo un refresco
y miro bien, siempre algo se nos escapa.

Me dan risa los que creen que lo han visto todo,
ignoran el color de las hormigas y el canto de la mosca.
No suenan por dentro, chocan con el viento
ni una hoja se mueve.

[sólo digresiones]



Sin el camino amarillo


Podemos
cambiar el foco inservible 
por lo oscuro de su vidrio.
Si ella supiera que no.

El amor es una frenética duda golpeando las orejas:
si fueras tú la que me espera y yo él que lleva brillantes los zapatos
para ti que velaste bajo el árbol de granadas 
estalladas todas un día cruel. Rojas y mi corazón asustado
porque las aves de la carroña o la lengua de las vecinas
decretaron la distancia. Pero llegué
a una hora roída en su otoño y en su hoja.

Nosotros no fraguamos puentes y el trabajo de los hombres
fue hendir los cimientos de la madrugada. Para que cayera algo de mí
o la electricidad que llevas puesta como cuerpo.
Detonado el eco de eso que insistentemente es algo 
que llaman de un modo redondo y azul, amor.

Vendremos con los pies quebrados, cada uno hasta llegar
con su síncope y sin algo de lo que antes muy antes fuimos
Vendremos. La mitad de mí, de ti,
lo que queda después de la ilusión
 de una batalla sin caballo ni helenas de bisutería.
Desarmados y felices arribamos a nuestro amor.



Naama y el diluvio

Quebrar sin piedad las nubes,
inminencia del alud.

“¿Lo sabes, Noe?
Hoy va a desfondarse sonoramente el agua del cielo,
pulirás tu súplica.
Un arca pasará como visión,
    el camello y el caballo
dejarán su prisa.

“Hombres antiquísimos, de esos que no usaban el amor,
lamerán tu nombre.
Tu nombre,
la señal de tus rodillas,
el moho que habita en tus rodillas,
apenas explote el agua
habrá un pececito comiendo tus rodillas.”

Yo, Noe, me puse la boca de un loco,
mastiqué el mar
y me hice un arca con la risa de los otros.
Esperé el día en que fueran rotas todas las fuentes
del grande abismo, y las cataratas de los cielos
fueran abiertas.
Anduve sobre un mar atroz  que no era de agua
sino de espanto.

Mi cuerpo se hizo de animal,
me elevé sobre la tierra
durante cuarenta días que conté 
con los dientes de una fiera.

El vendaval no secó los pelos de la jirafa,
no disolvió nubes rabiosas.
Sacudimos la carne para espantar
la humedad que nos hacía hoyos blancos.

Tanta agua me disolvió el amor,
pero hoy desperté un poco seco.
Hoy tu nombre interrumpió el diluvio,
Naama:
cuarenta días sin tu boca,
con el granizo en la lengua
 y la corneja en la mano.

Tus ojos saben a agua,
son animales frenéticos.

Mi delirio te ocultó bajo una gota,
eras el sueño que ronda a las bestias.
Ahora te veo y tu voz se sobrepone al aguacero.

Naama:
Si con decir me arrepiento
el agua saliera de mis muslos
y el deseo intacto te revolcara 
en la hierba seca.
Si con decir daga
el pecho del ñandú se atravesará
con mi odio.
Si con decir tierra
el agua, 
tanta agua se hiciera viento
en el vuelo del Emú.
Si con decir tu cuerpo 
el arca se hiciera pino.

Tu nombre alcanza todo.
    ¿La lluvia se secó?

Guardé una paloma en la punta de mi esperanza
- sale del arca-,
y la paloma volvió a mí
a la hora de la tarde,
traía una  ramita tomada en su pico.

Una ramita de olivo
humedecida,
empudrecida.
Limpia de copular con la paloma
sobre los montes de Ararat.

Todo era seco:
pájaro, luciérnaga y áspid.
Naama, todo era seco.


La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina 

Porque alguien siempre arroja las navajas y el ruido tenue
corta el seso más inteligente.
El hueso avanza al matadero
donde flores coaguladas nos saludan:
entra sin corona.

El resto es la oxidada orilla de algo que un día centelleó.
Desquiciado es el color de la lumbre.

Si todo fuera blanquísimo habría un lugar para dejar las piernas y olvidarse,
pero el humo apunta al lugar de la tormenta:
érase una vez una
que miraba a uno 
y de su boca caían abalorios.

Fue en un sueño la hoguera.

Memoria extinguida mientras algo adentro se iba más adentro,
sale sin corona, su cuerpo de gasolina ilumina
un cerillo sin cabeza.

Y hay un fuego tierno que se enciende entre tus manos,
acaricia, que la piedad también hace cenizas.
Azufre son los recuerdos menos rojos,
la corona se extingue.

Esta mujer se convirtió en cerdo,
lloró toda la noche su luz perdida.



Tonight


Las luces de la gasolinera, sus redes infranqueables de color. 
La mujer que se pasea sin un bolso y esas piernas que a nada inspiran.
Todo se agita de madrugada.

A esa hora los niños de la calle son compasivos, 
te ofrecen las bancas como si fueran las sillas de su casa y luego te miran,
te abren despacio con la navaja de su rencor y luego sangras de un modo tan hermoso
que la banqueta y los animalitos se pintan de rojo y luego el niño se va y tú te quedas 
con un espanto que no es de este mundo porque tu carne abierta no es como pensabas. 

De madrugada la fruta es fluorescente, se quiera o no es luminosa y anaranjada.
Tus ojos suben por las cosas para capturar su línea perfecta, la que soporta el edificio, 
la que reubica el paisaje. No es que los lugares cambien es que algo en tu cuerpo muda: 
la iglesia es la isla Creciente. Tu sed ahora es otra.

Las luces de los autos se clavan en tu recuerdo.
Uno, el único, el que ahora importa:
era madrugada en la ciudad y no llovía, tampoco te enamoraste, 
sólo era de madrugada.


Por la ruta del chocolate

¿Quién comerá más chocolates, un niño o una mujer desesperada?
en los dos casos, la vena se infla y el mundo es menos feo.
Juana la loca guardó diez chocolates para su hijo Carlos V
y en cada grito algo menos dulce y más desquiciado salía:
conquistaré el mundo con una sonrisa ridícula y un juramento de amor
bajo la luna de alpaca. 
Mientras, busco lo inofensivo, lo tierno que no desespera:
chocolates castigados en la lengua.

Hay algo de metafísico en el caramelo obscuro que atraviesa
la garganta como los caballos del rey Carlos V en Bolonia.
Chocolate amargo antes de la batalla. Después vendrían las lágrimas,
la depresión y un reino. Por la ruta del chocolate se llega al mediterráneo 
con su cuerpo de agua y esas ganas de ser de azúcar para abandonar la sal y sus pecados.
Mar en medio de las tierras. Derretido. Chocolate. Mare Nostrum.

Menú



Es otro día y la gente lleva su hambre al despeñadero:
un café es asunto de vida o muerte, la comida en el punto exacto de su éxtasis. 
Mastica con la boca cerrada para que la desesperación no caiga en el azúcar. 
Aprieta el agua entre los dientes.

Mi nombre es Laura, estoy para servirle.
[Y en sus ojos el aburrimiento]
Quisiera asomarme a la calle para saber si hoy lloverá.
Cambiarme el nombre y no servirle a nadie.
Tengo muchas preguntas y ninguna es sobre comida,
¿personajes ilustres de la historia vistieron uniforme? Napoleón, Villa, Fidel Castro, las meseras.
Yo uso uniforme: el hambre se abre con una falda corta, piernas en el carrito de los postres. 

La mesa 3 se va y yo me quedo, la cuenta de la 1: repaso números.
La vajilla hace una música frágil,
Hoy: tulipanes en chocolate.
Costumbre errada la de comer flores, arrancarles el color con el golpe seco 
del aceite.

Es una tristeza que mi labial combine con el aderezo y nadie se percate,
camino sobre la cuchara y el cuchillo. Es un juego de equilibrio llegar 
con la charola intacta, Estar a tiempo con olor a tedio con canela.
Mi nombre es Laura, estoy para servirle.



X
G


La a x la g es lo mismo si he de decirte que esta tarde me fue
bien como le va bien a cualquiera que sepa respetar las señales para
salvaguardar la existencia no raspé la carne de los perros mas
le di con el hueso al hambre de uno y él me sonrío como
si fuera él con el que despierto las mañanas me vio de una 
forma que me enseñó una parte de mí desconocida por mis ojos y 
la lengua se me atoro para decirle
perro no te conozco pero eres igual a todos los perros que miran despellejando la tela y
quieren lamer lo que hay debajo no es lo mismo la pila de papeles unos son los
expedientes del caso más perdido y yo que no sé confiar en los conocidos y sus
consejos de consuelo prefiero creerle a los que van de paso porque ellos son
los que menos el hambre es una tísica que busca aventuras arruinadas que no
el grifo y su eterna gotita ya inundó mis madrugadas con su raya de humedad 
que viene a mí no se me da entender la sintaxis de tus gestos advierto el mar entre tú
concupiscencia arrebatada está la vida en su péndulo inexacto.




®Eva Castañeda

No hay comentarios:

Publicar un comentario