WALTER AGUILAR
Lea…
Es grandioso saber que hay escritores en tu vida que te
dejan pensando…
Pero es más grande saber, que cuando me lees a mí, te quedas
sintiendo…
Se me cansaron las ganas, así, de repente,
en un día como cualquier otro, creo que en una alocada
mañana,
y tuve que esconder al corazón para que dejara de gritarme
tu nombre,
para que no entorpeciera el galope de mis ansias,
de esas malditas ansias de querer comerme a puños el mundo
entero.
Sí, fue así, así de simple,
de la misma manera en que un día aparecieron,
cargadas y llenas de tu dulce nombre, junto con aquel beso
robado;
tan noble, tan inocente, tan nuestro…
y que sólo pudo nacer de tus siempre verdaderos y sinceros
labios.
Hoy quisiera corregir y enmendar el camino,
pero al parecer, tus pasos ya no son los mismos que los
míos,
los perdí, tal vez, en algún momento negro del pasado,
en el tiempo desfasado con mis errores;
sin darme cuenta que se me había hecho tarde, muy tarde,
pues en el silencio de tu dolor, mi amor te había perdido.
Así fue, ésta es mi verdad,
y no me da miedo confesártelo ni confesárselo a todo el
mundo,
encerré a mi corazón para no escucharlo cuando me gritaba tu
nombre,
para poder cabalgar en esa extraña necesidad de conocer
nuevos caminos,
y hoy, cansado y agotado de decirme que no me fuera de tu
lado,
el pobre se está muriendo por el dolor de no tenerte consigo,
él, que no hizo más que defenderte en todo momento,
y que se escondió de mí mismo para que no lo manchara con
otras manos.
Así fue amor.
Hoy no me queda más que darte las
gracias por todo lo ya vivido,
con la pena de que mi arrepentimiento
no pueda curar tus heridas,
con la cara marchita por no saber cómo
mirarte,
y con las ganas fugaces de mis manos
de querer rescatarte del posible
olvido.
Gracias, orgullosa dama,
porque hasta en los momentos más
terribles de mis actos, eso fuiste,
y perdón, nuevamente, por lo estúpidos
que fueron mis pasos,
por lo estúpido y torpe de todos y cada
uno de mis delirios.
Sé feliz, se muy feliz amada mía, porque
tú sí sabes cómo amar.
Y ojalá que algún día puedas aceptarme
éstas sinceras líneas,
pues en ellas encontrarás lo que queda
de mi triste corazón,
ese que siempre fue tuyo y sólo tuyo,
ese que me gritaba que no te
abandonara,
ese que sí se merece quedarse contigo,
ese, que nunca dejó de amarte, y que
aunque no lo creas,
al igual que tú, tampoco quiere estar
conmigo.
Me ha llenado de alegría el cagarla tantas veces…
sólo espero poder limpiarme algún día
el alma.
(14)
Vamos a enamorarnos con las patas
porque la razón y el corazón
están reprobados en esta materia.
Las patas no piensan,
aunque extrañan, a veces,
la ausencia de tus espinillas.
Las patas no sufren,
pero te describen con versos
entre calles, jirones y suburbios.
Vamos a enamorarnos con las patas
para que el camino sea más claro,
que el corazón no se exprima de dolor
que la razón no se duela por tu partida.
Las patas no preguntan:
por qué se muere el alma,
aunque caminen
en dirección del aroma tuyo.
Las patas no lastiman el pecho,
aunque pregunten a las banquetas
a qué hora has pasado por sus baches.
Vamos a enamorarnos con las patas
porque ellas no lloran,
porque ellas no cuestionan,
porque ellas no pasan tragos amargos,
porque en busca de tu camino
ellas sólo avanzan
y avanzan
y avanzan.
Terremoto
-Está
temblando…
-Y
fuerte.
-Te
llamo al rato.
…Encendí
el auto y quise volar,
y
llegar a ti en segundos,
llegar
hasta tus brazos,
esos,
que estúpidamente,
había
cambiado por otros que no lo iban a merecer.
El
teléfono dejó de funcionar,
no
servía, ¡carajo!...
Se
había vuelto una especie de piedra negra,
un
aparato muerto sin utilidad alguna,
al
menos, sin la función mínima para acercarme a ti.
En
segundos estaba viviendo una cruel paradoja;
todo
se me nubló,
pero
también, se clarificó en un mismo instante.
La
ciudad se había paralizado,
se
respiraba una especie de muerte en el ambiente,
una
cierta desolación en cada uno de los transeúntes,
y
una enorme desesperación en mi auto,
total
y absolutamente mía,
por
no saber de ti.
El
corazón, que tenía en el calabozo, escondido,
para
que no entorpeciera mis pasos
cuando
intentaba alejarme de ti;
gritaba
desesperado…
rompió
grilletes y se deshizo de sus ataduras;
y
se quitó el bozal que le había colocado
para
callarlo, todo,
porque
pensaba que su vida,
es
decir: tú,
estaba
en peligro.
No
sé decirte en ese momento,
cuál
de los dos terremotos fue peor,
si
el que había derribado ya varios edificios
o
el que sentía dentro de mi ser, al darme cuenta
de
todo lo que había perdido sin ti.
Más,
cuando
por fin llegué y pude estrecharte en mis brazos,
pude
escuchar a mi corazón,
pude
sentir lo que él nunca se había callado
y
pude ver lo que le significa a mi ser,
la
siempre lágrima sincera de tus tiernos ojos,
llenos
de dolor.
Aún
así, pasados los días,
y
al ver que el terremoto
no
te había causado ningún estrago,
volví
a encerrar mis sentimientos, y con ellos,
a
tu amante corazón,
lo
envié de nuevo al calabozo, amordazado,
para
poder seguir con mi estúpido andar,
con
mi estúpida manera de ver la vida
cual
adolescente.
Y
mientras escuchábamos, juntos, las noticias,
mientras
nos enterábamos de la magnitud
y
del daño que la ciudad había sufrido,
teniéndote
a mi lado,
tuve
que contestar el siguiente mensaje:
-Hola
amor, acá todo bien,
escríbeme
en cuanto puedas, por favor.
No
te enamores de un escritor
Sí, quizás ya lo has escuchado muchas veces,
pero
en esta ocasión, to voy a dar mis razones.
No te enamores de un escritor,
no habrá más frases célebres que te llenen el alma,
y aunque probablemente encuentres a alguien más que te
escriba,
seguramente será alguien común, alguien corriente,
alguien que sólo usará las palabras cortadas, deslucidas o
deformadas,
para intentar saludarte o darte los buenos días.
Entonces te darás cuenta con mucho dolor,
de lo que has perdido.
De verdad, no lo hagas,
te
lo firmo y te lo decreto,
te será muy difícil superarlo cuando se vaya,
sin contar que no sólo sufrirás por su ausencia… así es mi
bien amada, incluso
en su presencia, también te hará sufrir,
y no, no será porque no te ame, no,
será más bien,
porque el escritor no sabe amar,
porque tiene tan inhabilitado el espíritu,
que ni siquiera sabe cómo amarse así mismo.
El escritor cree, se vuela, se deja llevar por las ilusiones,
le gusta encontrarse con sus musas y poseerlas y amarlas y
erotizarlas,
para luego serles infiel con sus monstruos internos,
con esos súcubos tan pecaminosos, y a veces, etéreos.
No, de verdad, no lo hagas, déjalo,
que lo enamore otro ente raro igual que él,
una escritora, destruida igual que él,
igual de enamorada por las palabras,
igual de cabrona…
Una, que al igual que él,
haya pasado por tantos naufragios, por tantos escritos,
por tantas papeletas rotas cubiertas de desamor.
Sí, déjalo, déjaselo a ellas, por favor…
y espero que de verdad me entiendas,
y que entiendas por qué es que te lo digo:
no te enamores de un escritor,
no, no lo hagas, no te enamores de mí,
…ya no.
31
He encontrado en la poesía,
tanto en la ajena como en la mía,
mil maneras tiernas, sutiles y bellas,
para poder mandarte a la chingada…
®Walter Aguilar Ruiz
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