Xandra Orive
Cúrame
Quítate la sotana y envuélvela en mi nombre. Saca el púrpura que
esconden esos ojos. La furia de las noches que no has vivido. Clava los
colmillos en la esquina de mi escote.
Asáltame, arrincóname, aprésame.
Quítate los pecados y la orden. Introduce tus manos en mi lado oscuro.
Dime lo que sueñas en las noches de luna húmeda. Abre cuidadosamente el cáliz
de tu boca.
Búscame, bésame, bórrame.
Quítate el cuello blanco, recuéstalo sobre mi cama. Explora mis ganas,
una por una. Métete al infierno tan sólo por una noche. Hazme, lo que no le has
hecho a nadie.
Cávame, cálcame, cúrame.
Sonar
Hazme sonar como guitarra. Tómame del cuello. Cuenta nuestros besos
entre acorde y acorde. Desmenuza mi partitura con la luz del alba. Afíname y no
me dejes ir hacia ningún otro horizonte. Descálzame entre si bemoles. Desnúdame
en una nota que me sostenga el ansia. Desliza tus dedos por mis cuerdas.
Piérdete sobre mis curvas. Ordéname. Construye una letra sobre mis noches. Un
coro. Un breve estribillo. Ensúciame con tus huellas. Acaricia mis trastes como
si fueran pezones. Ensaliva mi montura. Resuena mil veces mi nombre. Tensa el
mástil. Muéstralo erguido gracias a mí. Sumérgelo entre mis clavijas.
Reinvéntame. Pósame sobre tu silla. Mírame de lejos. Haz que mi boca cimbre tu
melodía. Cruza el puente que te lleve hacia mi pubis. Regístrame. Quita los
pasadores de mi pelo. Méteme al estuche. Despéiname. Llévame de viaje.
Compárteme tu cielo. Tócame.
Esa cama
Yo morí en esa cama. De
cinco a once. Todos los jueves. Yo dejé en esas sábanas el alma. Me abrí como
flor de loto dentro de las horas en las cuales yo decía que tomaba un curso
para aprobar filosofía. Pasé de gusano a mariposa dentro de su colcha, blanca,
nieve. Compartí dos de mis mejores años. Ésta rechinaba. Me acompañó a fumar
mil cigarrillos. Él, cuando me
levantaba, le cambiaba las fundas. Yo quería volver a meterme. Perderme hasta
ser viernes. Regalarle todas mis hadas. Morí en ella no una, cientos de veces.
Me quité los prejuicios. Mezclé erotismo con llanto. Me disfrutó con cabellera
corta. Con pelo largo. Me inauguró rasurada. Escuchó mi poesía. La nueva obra
que comenzaba a escribir. Los momentos incómodos en los que le pregunté por
ella. Cuando reí sin parar. Cuando juré que me iba. Cuando (siempre) regresaba.
Morí en ella. Fue testigo de las múltiples maneras en las que mi piel se
erizaba. Conoció toda mi ropa interior. Sabía que todo era más rico si yo
ovulaba. Si yo cierro los ojos, ahora, la veo.
Yo.
Yo morí en esa cama.
Santa
Me gusta imaginar que eres Santa. Que tu cabello largo embriaga. Que
me puedo colgar en tus aretes. Que hueles a claveles blancos. Que ríes al igual
que callas. Que despiertas a las cinco de la mañana. Que lo haces encendida.
Que buscas en el lado vacío de tu cama. Que duermes desnuda. Que gritas cuando
gozas. Que escurres como cascada. Que todos te desean. Que te entregas toda.
Que en la cama no reservas nada. Que guardas monedas debajo de tu almohada. Que
prefieres las botas. Que te pintas con labial rosa los pezones. Que cantas
cuando el sol se esconde. Que desayunas café cargado. Que te gusta el sexo por
las mañanas. Que dormirías entre mis piernas. Que besarías mis labios. Que te
saldrían escamas. Que te irías de mi vida. Que te pediría mil veces que
regresaras. Que te escribiría versos. Que nos engañaríamos con otros. Que me
gustaría observarte. Que lo haría excitada. Que rasgaría tu ropa interior. Que
lloras a veces por nada. Que llegas tarde a todo. Que sientes miedo al ser
atada. Que desprecias a los que te persiguen. Que te gusta hacerlo con las
luces apagadas.
De luces
Me inquieto al sentir sus palabras, penetrándome. Una lectura que
alza, cuidadosamente, mis pecados. Los enfila para propulsarlos hacia el vacío
que yace dentro de su boca. Ese, el que me engulle, completa.
Después: los dedos. Roban el olor de todos aquellos que estuvieron
antes que él, como si quisiera exterminar cualquier imagen que pudiera
interponerse entre la faena que se da al percutir su piel contra la mía.
En consecuencia, sus besos. Ignoran lo que no me atrevo a decir, lo que él sacude, al igual que cuando
se hinca la primer banderilla en el lomo de un toro, trémulo.
Todo trascurre hasta que mi cuerpo logra diluirse en la pared, sobre
su brío, y la cama me devora para volver a escupirme, justo debajo de su
pecho.
Él carga mi suerte.
En ese segundo, inmaculado,
yo le ciño entre mis lunas, como una pinza, desde un río rojo que emana del centro de mis piernas, que
iguala la sangre que destilan las fauces del animal que cae rendido, a sus
pies.
He muerto y él lo venera. He tratado de envestirle: la espada me ha
dado el más anhelado éxtasis. Ese. Golpe certero. El que pulsa la muerte
entrelazada entre la capa y su mano. En esos instantes, prohibidos, yo logro
comprender que he nacido para ser una mujer de lidia.
Ayer
Ayer me toqué pensando en ti. Mis dedos eran lengua. Me alzabas la
falda. Hervías al saber que no traía bragas. Te desmayabas sobre mi cornisa.
Ensalivabas las ganas. Hundías las yemas de tus sueños en mi sexo . Tocabas mi
clítoris con tus labios de nube. Me hacías gemir. Nombrarte. Tu sudor caía en
la palma de mi mano. Yo, lubricaba tus versos. Ayer. Por la madrugada. Mi
orgasmo tuvo tu nombre.
Ojos verdes
En el verde de tus mares quisiera descansar. Agotada. Después de lamer
los montes de la Diosa. En los atardeceres
que despiertan tus pezones quisiera recostarme. Ahí. Silenciosa|mente.
Guardando la temperatura de tu cuerpo. Junto a mí: una pupila. La calma de mil lenguas que crujieron dentro
de mi garganta al gritar tu nombre. Has despojado a todos. Te has impuesto.
Soberana. Reina de gemidos celestiales. Envuelve mi piel en los mechones de tu
cabello. Largo. Como largas las horas que suceden en mi cama (si tú me
habitas). Ven. Ven aquí para que te venere. Que tu piel de marfil brille con
mis letras. Déjame incluirte en un capítulo oculto. De mi vida. Que nadie hable
de esta historia. Que nadie intuya sudores, bocas rojas. La gula que desatas.
Las ganas de comerte.
Viva.
Cartografía
Bienvenido al paraíso de mis sábanas. Yo te regalaré mil lunas. Abriré
las piernas y te crecerán las alas. Abriré los labios y te nacerán mapas.
Sitios de encuentro. Regresarás. Volverás para subrayarme. Trazarás un
plano sobre mi (cuerpo). Una superficie que señale los puntos en donde me has
bañado. De ti. La ruta de tu lengua
-- cuando ésta logre desvanecerme --. Un fotomapa de tu boca que ubicarás sobre
mi espalda.
Bienvenido a las noches que serán tus coordenadas. A la ubicación
perfecta. Exacta. Híncame en la orilla de tu cama. Hazme relieve. Quiero
humedecerme sobre ti. Sentir. El destino de tu
vuelo.
Bienvenido a la Aventura.
De tus vidas.
Conte de fées
Hagamos que nazcan las hadas. Tóquese. Piense en mí mientras lo hace.
Deje que sus dedos sean mis labios. Llénelos de pretextos. Invíteme a su
encuentro. Seré la doncella de la piel aperlada. Seré urgencia. Seré deseo. Acortaréladistanciaentresucamaylamía. Ahora. En este momento. Aparte mi ropa
interior. Hágala a un lado. Míreme. Continúe
tocándose. Esboce mi boca. Mis labios rosas. Mis manos. Yo, su
miembro. Que su aroma me llegue (en un pequeño instante). Y yo me acerque a
la muerte embriagada por ello. Que florezcan las mujeres mariposa. Que le
produzcan espasmos en el cuerpo. Dedíqueme su ir y su venir. Bríndeme todas sus
muertes. Ponga su firma y con esto: narre mi cuento.
®2014, Xandra Orive, "De cal camas y viento".
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