JAVIER MORO HERNÁNDEZ
Y se casaron y fueron muy felices
La madre de la amante
a la esposa.)
(“Fragmento de la
película “La vida conyugal”)
En la tele pasan una película
francesa:
tres hombres, tres amigos, todos
de mediana edad.
Uno
soltero, los otros dos casados.
Una
película sobre el fracaso del amor.
Una
película que me contaste alguna vez,
desnuda,
recostada sobre una cama de hotel, con un cigarrillo en la boca.
Los ojos
cerrados.
La piel
sedosa.
La
cortina a medio abrir.
Mientras
un video de Radiohead pasaba en la televisión sin volumen.
Una
película sobre el fracaso del amor, de la vida en pareja: la incomunicación, el
silencio.
Una mujer
desnuda que habla, que me cuenta una película,
con los
ojos cerrados y un cigarrillo en la mano.
2
Hay
ocasiones en que es preferible guardar silencio.
Callarte.
Porque en
el fondo sabes que hay muy pocas cosas en esta vida que valgan la pena contar:
Los
amores perdidos.
Ese día
que tuviste que correr detrás de un autobús que te dejaba tirado en medio del
desierto.
Porqué
sabes que tu departamento es la mitad de la nada.
Un vacío
más.
3
Sábado
por la noche y en la televisión pasan una pelea de box y una película francesa
que te recuerda lo que no quieres hacer esta noche:
No
quieres quedarte solo y que la tristeza te vuelva a vencer.
No
quieres llorar.
No
quieres encender un cigarrillo.
Esta
noche no quieres acordarte de cómo te llamas.
No
quieres acordarte de cómo se llama.
4
Ella habla
con los ojos cerrados y te cuenta una película francesa que acaba de ver
por la televisión.
Radiohead
suena en el IPod.
La
escuchas.
Ella
habla, con los ojos cerrados, un cigarrillo en la mano y una maleta a sus pies.
Habla del
silencio, los instantes en los que las palabras ya no tienen sentido, no tiene
forma.
5
- ¿Cómo te enamoraste de tu mujer?
- Por su sonrisa. Por el brillo de su
mirada. Porque había algo en su sonrisa que me decía que estaba pensando en mí,
que me la estaba dedicando a mí.
(“Fragmento de la película “La vida
conyugal”)
Antecedentes
1
El olor
de su piel.
El sabor de sus besos anónimos.
El sabor de sus besos anónimos.
El pensar
que un día todo el tiempo fue nuestro.
El pensar
que las mañanas del sábado las recibíamos abrazados y crudos,
con la
casa hecha un desastre.
El pensar
que todos los días eran nuestros.
2
Nunca
supe quién eras en realidad.
Sólo una
vez vi a tu hermana,
Mientras
huíamos de su casa, borrachos y drogados,
Y no
recuerdo con exactitud que hicimos esa tarde.
Nunca
conocí a tus amigos,
a tus ex
novios.
Nunca me
presentaste a tus padres.
No supe
descubrir lo que había detrás de ti.
3
Morir en
tus brazos era fácil.
Escaparme
de tus ojos,
buscar la
salida a mis demonios.
Dormir
para despertar a las cinco de la tarde en un hotel de paso,
con dos
cervezas calientes
y una
bolsa de plástico vacía sobre la mesa
Éramos un
par de locos jugando al amor.
Un par de
balas cargadas buscando un destino.
Dos locos
con la sangre repleta de drogas.
Pero
sabíamos que escapar es para los cobardes,
Que
nosotros queríamos morirnos en la raya
Abre los ojos
Amnesia.
Nube blanca que oculta
la mirada;
ausencia de memoria.
1
Abro los
ojos
para
encontrarme con mi cuerpo destruido por la luz.
Abro los ojos
para
encontrarme con tú figura de aire y fuego,
que baila
sola.
2
Tú mirada
era una nueve milímetros apuntándome a la nuca.
Siempre
estuve dispuesto a dar más de lo que tenía
3
Bailabas en
la oscuridad.
me mirabas
desde lejos.
Lista para
disparar sobre mí.
4
Los
recuerdos son insectos atrapados
en tus párpados.
Nunca
cuentan nada nuevo.
Pero tu
imagen se ha clavado en la noche,
es una aguja
clavada en mi costado.
Un dolor
penetrante.
Metálico.
Que nunca
dice nada nuevo.
5
Abrí los
ojos
para
descubrir
que el mundo
estaba hecho de incendios inmensos,
de
rostros desconocidos.
Abrí los
ojos
para
encontrarme con un mundo que se caía a pedazos.
Piel
Soy el
esclavo de un deseo que me consume,
me pierde
entre sus sombras,
entre los
contornos de una piel que me deslumbra,
me contagia.
Aún puedo
recordar como mis manos se derramaban sobre ti,
descendían
por tu espalda,
acariciaban,
se interrumpían,
se
detenían;
Probaban el
sabor agreste de tu piel,
desconocida,
que atrapaba
al sol
alimentaba
al sol.
Piel que
exhalaba alientos,
se escondía,
se
desnudaba.
Piel que
absorbía la memoria atrapada
en mis
palabras.
Piel que
olía,
sabía a
silencios.
Ahora solo
soy su esclavo y solo me queda su sabor,
atrapado en
la punta de mis dedos.
Sabor que me
retumba en los labios.
me quema las
pupilas.
me enerva la
sangre.
Piel con
sabor a café,
a labios
encendidos.
a hierba y
amaneceres.
Mareas
1
Un
departamento sin luz,
repleto de
esquirlas de vidrio tiradas por el suelo
Un silencio
espeso.
Caminas
sobre los cuerpos destrozados por las bombas incendiarias.
Caminas
sobre recuerdos acribillados por francotiradores,
sin
encontrar lo que alguna vez fue tuyo:
el latido de
una voz,
el palpitar
de un derrumbe.
Caminas
sobre lo que queda de ti,
sin
encontrar nada,
ni siquiera
una herida.
2
Recoges lo
que queda:
cuadernos
mutilados,
vasos
destrozados.
Silencios
que se confunden.
Los restos
de una guerra perdida.
Fotografías
despedazadas por tus manos.
Un poco de
sangre,
un sartén
destrozado,
y sales
huyendo:
3
Un hombre
que trata de reconstruir lo que quedó.
Un hombre
que regresa
para encontrarse
solo con los ecos que se alejan por la escaleras.
Un hombre
que regresa para encontrarse con las ventanas rotas y la televisión encendida.
Un hombre
que recoge lo que queda:
vidrios
rotos,
alfombras
quemadas,
puertas
tiradas.
Un hombre
que recoge sus restos,
lo que queda
de él.
Cometas
Nunca
aprendí a volar cometas.
Mis
primos, los que vivían en la casa de enfrente,
sabían
construirlas:
palos
delgados, pegamento, papel y tijeras.
Las
hacían en la calle Y Después subíamos al techo
de la
casa de mi abuelo.
Las
soltaban contra el cielo azul.
Mis
primos soltaban el hilo,
las
cometas se elevaban lentamente
hasta
perderse contras las pocas nubes gruesas.
Pero yo nunca
aprendí a volar cometas.
Fútbol
Los goles
los cantábamos a todo pulmón
bailando
o imitando el vuelo de un avión.
Jugábamos
con una pelota de goma medio desinflada,
que
pateábamos a lo largo del patio de la casa de los abuelos.
Las
mujeres nunca querían jugar con nosotros:
orque
siempre les ganábamos,
porque
éramos muy bruscos.
Corríamos
detrás de la pelota,
mientras
los tíos nos observaban aburridos
desde el
patio de la casa.
A mis
primos les gustaba hacerme enojar
porque
sabían que odiaba perder,
me
enojaba tanto que dejaba de jugar.
Jugábamos
hasta que el sol caía,
el
marcador era lo primero que olvidábamos.
Los hipopótamos de
Pablo Escobar
1
Pienso en
los hipopótamos de Pablo Escobar,
Esa
pareja de gordos y malolientes hipopótamos
Que el
capo de capos hizo traer desde algún país de África
Para
mantenerlos en cautiverio en su finca Nápoles,
Allá por
los rumbos de La Dorada, Caldas.
Hipopótamos
negros y gordos.
Hipopótamos
negros, gordos y espaciosos
Que
pensaban que el clima colombiano les sentaba muy bien.
Hipopótamos
negros que iban y venían bajo las aguas mansas de algún río,
Mientras
su dueño se dedicaba a asesinar a medio Colombia;
Pienso en
que soñarán los hipopótamos mientras navegan sumergidos bajo las aguas.
¿Sonarán
con la vida de sus ancestros africanos?
¿Pensarán
en faraones y negros hutus y bantúes?
¿Soñaran
con leones y elefantes, con el sabor agrio de la sabana?
¿Con ríos
más estrechos, con lodo sulfuroso?
2
Un buen
día, después que el capo de capos había muerto, después que medio país había
sido desangrado, después de que nadie se ocupaba de ellos, abandonados en lo
que era su casa, la hacienda Nápoles, los hipopótamos abandonaron la
tranquilidad de su río y se fueron a pasear. Atravesaron ríos y montañas,
pueblos, caseríos y ciudades en busca de un nuevo rincón en el cual guarecerse,
en el cual alejarse de los humanos.
Siguieron
una ruta desconocida.
Se
escondieron bajo una sombra y descansaron alejados de la vista humana.
Tal vez
pensaban que nadie se acordaría de ellos.
Tal vez
pensaban que nadie los iría a buscar: su dueño había muerto abatido por las
balas del bloque de búsqueda en una azotea de un barrio de clase media de
Medellín,
¿Quién se
iba a preocupar por ellos? ¿Quién los necesitaba?
Ellos no
querían a nadie.
Eran
felices.
Vivían
solos y alejados de cualquier ser humano.
Pero la
raza humana no perdona. Ni siquiera a los hipopótamos de un capo asesinado.
Había que
buscarlos y atraparlos, traerlos de nueva cuenta hasta la hacienda abandonada,
dejarlos morir ahí, si fuera posible.
Y los
buscaron, por agua y tierra.
Se
contrataron expertos cazadores,
Se
armaron bloques de búsqueda,
Se
recurrió a la ayuda de la CIA y el FBI,
® Javier Moro Hernández.
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