MARÍA DOLORES REYES HEREDÍA
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Tus labios
ya no humectaron los míos
dejando que este barro se agrietara
y este suelo
estéril se haya tornado
el amor no concibo
mi jardín con sus rosales
marchitos se encuentran
cactus germinan
de esta tierra árida
que me he convertido.
Besos de salamandras
Mis paredes se
derrumban
las vigas crujen cual
lamentos.
Puertas y ventanas
desvencijadas por el
vaivén del viento
son brazos abiertos
esperando el retorno de
mis habitantes.
Temo ser derribada y
pido auxilio
todos se han ido
llevándose mi grito.
El silencio solfea
por doquier
el polvo maquilla mi
faz.
Ausentes se
encuentran
la ternura
besos
pasión
y deleite.
Nuestro amor
cuenta con bases
firmes
las mismas de esta
casa.
-Decía-
mientras mirábamos
pasar las horas
mas yo pensaba:
¡No!
Mis cimientos son
frágiles
la influencia de su
amor
me fortalece.
¡Mentira!
Todo era mentira
un soleado amanecer
fue teñido al gris.
La luz de mi interior se extinguió
desatando una
tormenta.
Mis habitaciones
cerraron oídos
aun así escuchaba
cómo
los enamorados lotos
improperios
desgranaban
percibía gemidos
de angustia y dolor
El agua de mi congoja
se infiltró por el
techo
sin nadie comprender
que eran perlas de quebranto
remozando las fisuras
de este cuerpo
que
un día fuera hogar.
Es innegable
que en el
derrumbre
sigo en línea recta
hacia el
deceso
a la par de su amor.
Deshabitada ya no escucho
el susurro de sus
labios.
En mis paredes vacías
crecen los besos
de
las
salamandras.
Tormenta nocturna
La
noche
se
hizo trizas en mi vela
-lloraba-
esperaba
tu llegada
escuchando
el desmenuzar de segundos
en
el cansado reloj
de
mi pulso.
Los
tragaluces
me
causaron heridas candentes.
Silencio
interrumpido
por
cuchicheos de gotas
-llanto lastimero-
La
soledad de aquella noche
se
quedó conmigo
paladeando
el sabor del mar
porque
tú
¿llegaste?
Jamás.
Estoy bordando sábanas
con la aguja de mi agonía
a paso lento
llego a la rivera del
silencio
en ese cauce mi voz
navega
cuando haya cruzado
las aguas
escucharé tu postrer
sollozo
al recordar mis
últimas palabras.
Navegan sus
nombres
en las páginas de mis recuerdos
se fueron al destierro
llevando consigo mi alegría
me quedo a masticar ajenjo
inhalo incienso
silencio y soledad.
¿Por
qué?
¿Por qué no despiertas?
¿No te das cuenta la falta que haces?
¡Basta de bromas
no juegues con nosotros!
¿Por qué se apagaron tus luceros?
Este suelo clama por la refulgente luz
que esparcías sobre su faz.
Quisiera que los pálidos centinelas
dejaran de llorar
¡mas no!
candentes e incesantes lágrimas
se deslizan por el rostro de ellos…
Las flores
asoman
el rostro de melancolía
el rubor escapa de sus pómulos.
Su brillo
queda suspendido.
La música enmudece
compungida por tu ausencia.
En los arbustos
el otoño se deja sentir más abrupto
el dolor ha demacrado sus hojas
y con profunda pesadumbre
se desmayan.
¿Por qué?
Si apenas media vida
cargabas en tu haber.
Asientos de café
En cada taza de café
observo tu rostro
y
en cada sorbo
los nudos
en mi garganta
se
tejen.
Cruza la tarde
sus brazos
ahoga un grito
al tumulto de soledad
mira con angustia
que acecha la noche
se consume el rostro
de la tarde
por la sal del
silente río.
Ahogo mi voz
en el silencio
que has dictado
agonizo al escuchar
las palabras
que nunca
pronunciaste
ahora que habitas en
las nubes
escucho el canto
que trae la soledad.
Oruga
en metáfora de mis versos
te sumerges
tus piélagos inundan estas islas
donde se aspira tu aroma
donde subrayan tu nombre las palmeras
sirenas retienen tus letras
con ellas escriben su amor
eres mi poesía
porque las perlas que en tu faz destellan
también mi senda enfocan
cuando la influencia de tu dermis
en la mía reposa
trastoca mis sentidos
mis labios
de tus mieles se deleitan
mis noches adolecen de quinqués
mas tu presencia
suple todo
en silencios nocturnos
tu voz surge
cual sonata seductora
eres mi poesía
porque mi realidad la innovas
porque a la
oruga de mi vida
la tornas
mariposa.
Virgen
era la mar de mis sentimientos
cuando a mí llegaste
mis sentidos
atropellados fueron por tus latidos
y la marea se desató
en el titán de las aguas
me subyugó tu pasión
tu piel ardiente
encendió mi hoguera
e hirvientes
se convirtieron mis veneros.
Vayamos
en la misma dirección
amémonos sin tregua
la cortina del ayer cerremos
y sea el júbilo de nuestras demencias
deja que mis labios se deleiten
de tus néctares
en horas forasteras
déjame inhalar tu aliento
que pueda mirar en tus cristales
dejemos que lienzos nocturnos
en su ebriedad
nos envuelvan.
Juguemos
tú siendo mar yo tu playa
en tus profundidades
las borrascas atrapa
cuando sientas que te asfixian
arrójalas en mis arenas
que sedientas
esperan de ti.
La voz del silencio
calla
cuando mis gemidos rasgan la noche
Las riveras se anegan
ante el loco frenesí
vorágine de mis fuentes
vertientes dormidas
que entre las mechas ardientes
de tu locura
despiertan.
®María Dolores Reyes Heredía
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