CANUITO ROLDÁN
SEÑOR,
Es
la hora.
Toma
mi máscara,
toma
mi cuerpo.
Adéntrate
en mí,
que
la tierra se convierte en carne
y
la carne florida escarnece.
Sola
he estado para ti.
Toma
esta llaga honda que da vida a nuestras lenguas,
toma
cada cuenco y bebe.
Señor,
herida
estoy de ti.
Mis
cauces se vuelven nacederos
de
tu leche patriarcal.
Piérdete
en mis pliegues.
Yo
soy carne de tu carne,
Señor,
no
me des tregua.
Destellan en mi frente
dos huesos puntiagudos
para defenderme
del oleaje que me embiste
en tu deseo.
No me das tregua.
Me ahogan
el rayo, el trueno.
Soy también carne de tu carne,
quejumbre y canto de tu verbo.
Señor,
no sabes lo que haces
pero intuyes bien
que nada importa más
sino abrazar tu fuerza trepidante con la mía
y hacerlas florecer en mi garganta,
darles textura en mi voz,
bramante arrogancia,
hombruno pajarear enternecido,
palpitar crepúsculo de tus cañadas.
Bienvenido,
Señor,
hemos recibido el reventar
de tus liquidantes ganas
de inundarlo todo.
Pero no me ahogo,
mis piernas brincan entre tus humedades.
Ahora no te doy tregua yo.
Patada de mula, canino, ágil, hambriento
te hago desfallecer.
Mi boca quiere más y más probarte
los nombres que mi lengua quiera,
serpiente, audaz, lingual y lupanar,
sismo de las enredaderas entre tus cavidades,
Tierno galopar entre tus labios.
Señor,
me anonadan tus dedos
la profundidad de los escombros
que de nuevo me cimientas
entre gritos y ayes.
Chíngame más,
susurras,
pero no puedes.
Estás bien ojeroso
y no te aflojo el freno.
INFIEL,
He
aquí
quien te extraña,
quien comió de
ti
flor de tierra
negra,
salvaje selva de
narcóticas entrañas.
Quien vio tu
mano
poblarse de mi
pubis
y se entregó a
nuestra hambre
sin pensarlo
porque el hambre
no se piensa
ni se acaba
y el placer
arrebatado
es lo único que
siembra.
He aquí
este aliento que
arde y no se calla,
que te busca de
noche en las esquinas
hasta
encontrarte en mi boca
con una explosión
de labios y de lenguas
que hiera la
mirada del peatón
y vuelva rehén a
la buena consciencia.
He aquí
que imagino
blanco polvo
escurriendo de
tu glande sexo.
Mis quijadas
trabadas
por la angustia.
He aquí
que saliva mi
hambre
en las frases de
tu piel,
en los pliegues
de tus ingles
hacen rimas
estos versos
arrítmicos
cuando ella los procura
desahuciada
porque intuye bien
que otra…
lengua
le ha cambiado
el ritmo
a su montura
y, sin embargo,
para ella y para
mí
tu cuerpo es una
voz que llama
y
no se apaga.
He
aquí,
que
la espina erguida de mi lengua
echa
raíz en tus suspiros.
Para
mantener
la
inundación en casa
heme
aquí,
sentado
sobre tu pubis,
repitiendo
tu nombre
para
que ya no salgas de mí
y
el deseo que una vez
erró
el camino a casa
para
encontrarse pleno y fugaz
vuelve
a errar.
Pero
y si no vuelves, digo,
porque
el deseo vuelto hogar, familia,
escuece
tus ganas de gozar la desnuda vista
de
nuestras carnes en las regaderas
cuando
tu hijo se va a jugar.
Y
si no vuelves
porque
en tus labios
su
nombre ya no suena igual
y
ves metáforas muertas
de
un idioma silenciado
por
doquier
y
la palabra noche
y
la palabra esquina
se
vuelven sinónimos
de
nuestras lenguas
y
entonces pierdes el habla
porque
su nombre y el mío
son
antónimos
y
van junto con pegado
como
el policía a su macana
cuando
nos encuentran en una esquina
entre
Reforma y Florencia.
Pero
si no vuelves,
digo,
dilata
estas palabras con tu lengua
hasta
que el grito se nos vuelva rezo,
y
entonces te puedan perdonar.
UNES
Uno viene a dar a estas líneas
para escuchar pedazos de mujer
en la garganta,
en apellidos.
Pero una
no se oye,
una se ve nítida
aunque fugaz
como palabra escrita y olvidada.
Así, una busca pronunciarse
para encontrar los pedazos de hombre que la habitan
y entonces la pregunta voraz
como los sexos dilatados
se yergue,
se ahonda,
anida,
y una es uno
en cada línea.
VENIDAS Y LLEGADAS
Vengo a morir junto a ti
los huecos de la noche,
donde se requiebran
y se esconden
tus manos en mis piernas
y te llevas todas las
palabras.
Vengo a morir junto a ti
la noche de palabras,
donde se muestran
y se pierden
mis labios en tu lengua
y me quedas solo tú.
Vengo a morir junto a ti,
como un desierto onduleante
adentrándose en tus ojos.
Vengo a verte,
a perder
todo lo que mi nombre ha sido
estos días de naufragio
noctambulante
en tu boca.
Vengo hasta ti
como una herida de lengua,
como una visión inaudita
que no sabe
cómo llamarse.
Llegas a mí
hiriente y malsonante en cada poro.
Llegas a mí
lengua bífida,
palabra disfrazada,
puñal a mis espaldas
doblando la patita en cada frase.
Llegas a mí
como una quejumbre imperativa,
un maldecir constante
desde el deseado ardor.
Llegas a mí
como un dictado abusivo,
silencioso,
maremoto que por fin llega a la costa.
Porque eres la forma de entonar mi voz
y la tesitura de mi nombre
vengo hasta ti
con un ritual de labios,
con la vigilia de mis poros
porque un día cualquiera
nos van a sepultar.
®Edwin Roldán.
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