EDUARDO CERECEDO
PALABRAS
DE COLOR
Tu
amor
coció cosió
mi corazón
con
el tuyo.
Con el horno tú yo.
Lo
esculpe el calor
Ahora
lo deshacen
estas palabras ácidas al
ajo,
rojas
al jitomate.
¿Del
sabor?
PRIMER
MES
I
Una
luz fría nace de tus labios
por
el asombro de la sombra sobre pesa
una
línea tenue que se hace de palabras,
y un
fuego apretado de agua hacia la forma del frío
que a
solas destroza un abrazo de amargura.
II
La
tarde se dispara en plomo de viento
La
tarde se va en una explosión
de pájaros
La
tarde se va en la garganta del día
La
tarde es un anuncio de astillas sobre el río
fuera del agua
Sobre
las aguas los peces beben el temblor
del
sol, que a sorbos esculpe el tiempo
con
sus manos suaves sobre lo que digo
de la
tarde, ahora sombra en el mástil del vacío.
Aquí mis ojos al aire.
Segundo segmento
III
Enero abre sus puertas y al fondo
un tiempo sin decoro repta sus ruinas
en la tinaja de la mañana. Es enero
cúmulo de espinas para los ojos,
para el talón y la garganta donde ficha
el dolor su feliz abrojo siniestro.
Desde esta aflicción te saludo a
sabiendas que ese curso no para
el tiempo que te pertenece.
IV
He esperado medio siglo para tomar
de la carne lo que le pertenece
a mis sentidos y es la boca
la que asume ese ritmo de tu cuerpo
que sigue alumbrando mis ojos
como una luciérnaga reventada
entre las manos y ese polvillo, apenas
tamo de luz hiniesta, amarilla esa penumbra
abierta en los rincones de mi sangre.
V
Son las ocho y cuarto de la mañana
y la ciudad ha adquirido un color de tiburón
en sus calles, sus fauces tiernas aún
me muestran el Palacio de las Bellas Artes
derruido por las horas que galopan ríos de autos,
cláxones derramados sobre arterias de ese monstruo
capitalino, caminamos, ella decide por un café, pan.
En el hotel nos aguarda el 306, en una esquina de la mañana
que se acurruca sobre carteles eléctricos.
VI
Un vino sobre la mesa muestra su vacío
redondo como la fruta que lo llena,
el tiempo se detiene en un vaso y es
el buqué de tu voz que hace de las horas
suaves, entre lo agrio de la ciudad.
Tercer segmento
VII
El amor una llama
viva que atiende
el agua de mi cuerpo
en cada figura de temblor
que avivan los líquidos
interiores. Así se propaga
el miedo de hablar por hablar.
VIII
La procesión de sus jugos
corporales
me da una breve muestra
de su temblor interno.
Tibia cosecha para la garganta.
IX
Inventar la nada
conlleva
a esa búsqueda
por mirar
pasar el camello
por el silencio
de un segundo.
Para solventar
en la hora, la fuga
que se devora al invento
de mi mano.
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