lunes, 24 de noviembre de 2014

Carlos Gasca presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes. (24 Nov 2014)



       

      NADA IMPORTA
                                                                     ( I )
                                 
                                       ¿Y qué?
Preguntó el cadáver hembra
Cuerpo de animal pellejo empobrecido,
 ¿Qué importa?
Rostro huesudo.
 Pintarrajeado.
                                        Sucio
¿Y qué?
No importa
No importa nada.

Mi rostro entre sus rodillas.
Las medias pringosas,
Su sexo recargado brutalmente contra mi cuello,
Un aroma terrible en mis labios.
¿Y qué?
¿Qué importa?
¡NO IMPORTA NADA!

 

                                                                   ( II )


         Tras escuchar el canto de cierta vampira inclemente –la más alta que su propio espanto- después del cuerpo negro semidesnudo, los pies enormes y sucios sobre mi rostro (casi idiota, deforme, o religioso) he comprendido que no existe un símbolo verdadero para la absoluta falta de ternura.  No hay nobleza en este escape o virtud alguna dentro de esta derrota.  Se ha revelado el placer como un vulgar abalorio:  son terribles los cantos, los juegos de ciertos niños.

                                                                       (III)


       Toda ausencia sabe a sangre.  No importa que alguno de mis hermanos glorifique al vacío, ni que otro se diga salvo por la palabra.  Este día todo es inútil, no puedo concentrarme, no puedo dejar de intuir un insistente pensamiento “im-po-si-ti-vo”  Mi interior es un sol astillado por el espanto de una exigencia implacable.  Existe una confusión inmediata y grasosa, algo parecido al cristal de hielo; a su grito.

                                                                       (IV)

En este mismo instante escucho el chillido de mi pequeña maestra.  Me arrastro hacia ella –por qué no decirlo – imagino su cuerpo de muerta recién desnuda, los pies...  los bellísimos pies de la muerta (lamerlos hasta el escándalo)  El escándalo es la sangre a beber por toda divinidad posible.  ¿Y qué?  ¿Qué importa?  ¡NO IMPORTA NADA!


                                             PAISAJES  DE LO IMPOSIBLE
                                                                    
                                                                     I
                                                          (  LA COLINA )

            Una colina, una altitud...

Desde aquí, las luces de la ciudad (abajo) como en la película antigua, donde todos los hombres del pueblo cantaban a sus muertos con cientos de veladoras.  Cada llama un recuerdo.  Así, ante mi, crepita este altar inmenso.  Todo un valle.  Luces infinitas velan hogares y entonces, cada guarida un festín de muertos.

Todos sólo cadáveres.  Tal vez por eso (ya adormecidos) intentamos huir con los cuerpos cada vez más rotos.  Sangre y despojos que aparecen, crean, se multiplican, pero nunca escapan.  Luces cuya impermanencia es una certidumbre implacable...       ¿ALGUIEN LOGRARÁ ALGO ALGUNA VEZ?... detrás de mí, la verdad como la sombra de un fuego, casi  estroboscópica.

                                                                       II
(El Agua)
         El agua aquí es como lluvia de círculos quietos.  La noche huele a nombre guardado.  Pero, no, en realidad el olor llega de algún rincón en que, supongo, esta lluvia es menos fría.  Cerrar la ventana, debo esperar unos minutos.

        Me miro.  Todo es como sorpresa oculta, como el mono (lo imagino de ojos pequeñitos) preso en un Haikú de Tablada.  Me miro en el espejo.  Siempre como ese mono en la memoria, el espejo está a punto de decir algo que se le olvida, y al final (tal vez por la huellas grasosas que lo empañan) no dice nada.  La lluvia es coincidencia de círculos quietos.  La lluvia no habla.
                                                                        III
                                                                (La Niebla)
Tarde a tarde la niebla asciende toda.  Síntesis perfecta de quietud y movimiento.  ¿Su música?  La misma que su nombre apenas dicho bajo el agua.  Niebla.  Silencio casi detenido, asciende a las montañas donde los hombres se ocultan a sus últimos temores.  La niebla llega justo en el momento en que la tirana imposible ofrece su cuerpo lascivo a los hijos que la adoran, observa todo sólo unos segundos, y después se va, transformada en intuición.



                                                                        IV
                                                                   (El Cielo)
         Algunos días creo que soy alguien.  En horas de lluvia, en verdad, creo que pienso ordenadamente.  Olvido la blandura del cuerpo y el deambular entre inconexiones.  Me olvido de todos los escenarios (lo que veo casi por obligación)  Recuerdo ahora aquella canción estúpida en la que alguien grita:  “Lo que veo nunca escucho, Di, Li, Di, La, La”.  Olvido las cosas de forma que su pérdida sea encuentro, y entonces, creo que recuerdo.

Algunos días logro no darme cuenta, que camino sobre una mezcla de jabón y arena húmeda y el cielo lleno en sus colores rojos.  ¿Será acaso que todo esto que creí virtud, me llegó del miedo y de ahí el desconsuelo?
                        
                                                           
                                                         PREDICCIONES Y DEBERES

         Debo decir que las cosas son la enrarecida sombra de una huída lenta ¿de piedra?   Debo decir que moriremos con la cabeza empalada en las astillas de un árbol gigantesco.  De nosotros quedará noticia en oscuras estampas de museo (en España)  ¿Qué pasará entonces con el eternamente ofendido?  ¿Qué al caminar sobre la risotada dura del Sol, que es mármol?  Lo más raro de todo, es que no olvido lo primero (sé lo que digo) ¡YA HUELO A MUERTO!  ¡A QUEMADO!

                                                                               IMPRECAR
                                                      (NEGAR TRES VECES)
(I)
         Al mismo tiempo que pienso en mi desesperación, imagino dos ojos mal atornillados al rostro de un Santo Cristo de yeso.  Dos ojos vivos, estrellándose contra los párpados apenas abiertos a la locura.  Ojos que llenarán de sangre la empedernida obstinación del vacío;  la sonrisa más despostillada.

(II)

        Quiero terminar: ¡VENGAN LOS QUEMADORES DEL GANGES!

(III)
         Antes de cada ceremonia consignada (consagrada o no) intuyo que ya sólo me resta morir en la cruz.  Deseo un nuevo Gólgota.  Me imagino así: crucificado, desnudo, y ferozmente colocada en la cabeza, una enorme peluca de payaso negro,  ¿Quién deseará entonces adorarme?  ¿Quién me pedirá no ser
                                    
                                                LA  SOMBRA DE L.
( I )
          No puedo evitarlo, pienso en L y digo que no puedo más.  ¿Cómo evitar el flagelo espantoso de esta duda?  No puedo.  Comienzo a escribir (esto es hoy lo inevitable):

Castiga a la luna
Vuélvela un surtidor de sangre
Que su hemorragia enferme a la tierra
De planicies negras
Separa los océanos
Camina sobre las aguas floridas de llanto.

La angustia ha puesto en mi la necesidad de acercarme a estas imágenes (originadas algunos años atrás).  El resultado es desolador.  No puedo creer en ellas, al menos no de manera ciega.  Sólo recuerdo que todo tiene el mismo origen o final:  La sombra de L.

Implanta el asesinato
Regala la alquimia de tu verbo
Y vengan de ahí los universos

¿Es esto algo verosímil?  El poema debía concluir de la siguiente forma:  “Ríe con el poder de tu boca empapada por la sangre del miedo”  Todo esto me parece ahora algo muy lejano, casi una pretensión pueril, pero, no puedo aún ahora, evitar querer o hacer tan sólo “Algo”.
( II )

          La sombra de L es lo Imposible (sé que sólo yo puedo entender esto)  Ella está totalmente unida a todo lo que se afirma al existir, es impecable, es el origen de cualquier cosa que pretenda, es todo lo que no se puede negar.  Lo presente no puede escapar de ella.  Yo no puedo evitar nada de esto.  Soy totalmente muerto... un ahorcado que grita el terror de sus ojos (aún obligados por la sangre).
( III )
             Querida L:
            Quisiera escuchar el llamado de Dios y no acudir.  Quisiera ignorarlo todo y seguir tendido sobre mi propio vómito.  ¡JUGAR A LA MATATENA!  Desafortunadamente soy sólo un imposible con pies, manos, ojos.  Soy un dado hecho para la trampa.  Mugre  y llanto.  Quisiera ser un Elohimm, un Gigante, algo parecido a tu sombra:  Una puta siniestra.

¡Que pena!  No puedo creer que mi pensamiento no sea “sobrepuesto”  No puedo creer en la li-ber-tad-de-.las-co-sas.  Sospecho que el buen Dios se aburre como una vieja bestia en campo abierto.  ¿No soy   estúpido?  Creo que bajo la corona de espinas, el ungido llevaba puesta una peluca sucia.  No puedo evitarlo... pero miento cuando digo que no puedo más.

( IV )  PETICIONES A L.
Este día sólo puedo pensar en ti
Sólo quiero pensar en tu sexo
Será porque recién he descubierto
Que tu sexo es la invasión total

El mandato perverso
Señal divina que lo hombres obedecen

(Por el se tienden sobre las brasas
Para que tú juegues como niña burlona a caminar entre el fuego)

Tu risa
Es lo último que escuchan los desamparados
Segundos antes de su muerte.

Por eso tantas almas, no encuentran consuelo.

También mi alma te pertenece
Tal vez por eso ya sólo vivo para escuchar tu silbido de hembra infinita
Tú aullido de hembra en celo
Hembra de piedra que ríes por el sexo.
Hoy que soy ya sólo tuyo
No espero gloria o salvación alguna.

Esté día rojo es el principio de lo eterno
Quisiera así una celebración eterna:

Quisiera ver sobre tu vientre
Las evoluciones terribles de un carnaval de fieras.
Escuchar,
Entretejidos al bosque de tu vientre
Los compases distorsionados de su música sacra
La canción del terror.

Este día enfermo de divinidad quiero hablarle a los hombres,
Quiero prevenir al sol sobre la infinitud de tu escencia,
Quiero que lo domines todo
Quiero arrodillarme ante ti
Quiero ver al mismo Dios de hinojos como un imbécil
Llorando al sentir el inmenso poder de tu sonrisa de fuego.
Quiero vivir esclavo bajo el acero negro de tu nombre secreto.


                                                              UNA PEQUEÑA BROMA
                                                       (VISITA A MALLARMÉ)
( I )
         Habrá de envolvernos con un sudario infinito, de un negro casi asco, temible aunque roto.  Después de ese instante, quizá, el primer tiro de dados.

Un fragmento de saber que en la existencia toda, sólo hay absolutamente nada.  Pero ese saber, esa duda, será más que el viaje de sonido en certidumbre; será completud, clausura, final terrible.  Predador que escupe veneno, calcina, y después huye aparentemente empobrecido por el pánico.  ¿Podrá ser alcanzado por la muerte?  Sólo saber que la bestia, a unos cuantos centímetros, observada en la densidad viscosa de su carne abierta al origen, embreará con la pestilencia grasa de un emisario despiadado, la visión del que se atreva.  Habrá de poblarnos para siempre, transmutado en movimiento, el irrenunciable tiro de dados.  Iniciada la flama de su finitud, implantará la consunción que deviene de allá, de todo lo ulterior, ingobernable.  Avanzada geométrica que sólo puede ser temida o venerada.  Sólo entonces, el vacío que todo lo dá, que nos obliga a todo porque sí, por nada.  Únicamente entonces (quizá ahora) habrá de mostrarse como una pequeña broma de mal gusto.


( II )

            Confesaré que el devenir es contradanza de tierras baldías,  ¿Todo es una pequeña broma de mal gusto?  ¿Carnaval de ausencias nos precede?  Lluvia (vulgar embricadora de cristales duros) tendrás que confirmarlo.

Un rumor terrible y volátil.  Andares negros del que enferma:  Nosóforo, o La Bestia.  Farsa donde la voluntad exhibirá sus dotes de gran comediante.  Confesaré.  Es más que un tiro de dados, apenas sostenido por dedos firmes y lúdicos- ¿de quién? –sobre un pesado lienzo cuya corporeidad se confirma en el ahora.  Más allá de una ventisca.  Como ese vibrar interno del por siempre (que en lo simultaneo fusiona al relámpago y al desplazamiento sutil del susurro).

 ( IV )
            Intuir la soledad del tiro de dados.  Un error.  Un final donde el miedo se extiende como un túnel de obsidiana, que resopla a un tiempo seco, húmedo, viento, hasta desquebrajar la sustancia tibia de la carne, y dejar primero polvo, después un nuevo miedo, infinitamente puro, eterno, inquieto.  Un miedo octagonal donde ocurre el negable, innegable primer tiro de dados.  Ahí sucede la primera bruma, la primera inercia.  Nos llevará a promulgar que nuestro tiempo es sólo una comedia de arañas minuciosas (porque probablemente se viva ya una nueva comedia)  Habrá ditirambos quisquillosos.  Todas las bestezuelas del polvo masticarán interminables monólogos y salmos, formarán el líquido azul-gris, después adherido a los talones del silencio.  Habrá así quien garantice el reinado de lo inútil...  PARA QUE TODO SEA SÓLO UNA PEQUEÑA BROMA DE MAL GUSTO.


® Carlos Gasca. 


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