NADA IMPORTA
( I )
¿Y qué?
Preguntó el cadáver hembra
Cuerpo de animal pellejo empobrecido,
¿Qué importa?
Rostro huesudo.
Pintarrajeado.
Sucio
¿Y qué?
No
importa
No importa nada.
Mi rostro entre sus rodillas.
Las
medias pringosas,
Su sexo recargado brutalmente contra mi
cuello,
Un aroma terrible en mis labios.
¿Y qué?
¿Qué
importa?
¡NO IMPORTA NADA!
( II )
Tras escuchar el canto de cierta vampira inclemente –la más alta
que su propio espanto- después del cuerpo negro semidesnudo, los pies enormes y
sucios sobre mi rostro (casi idiota, deforme, o religioso) he comprendido que
no existe un símbolo verdadero para la absoluta falta de ternura. No hay nobleza en este escape o virtud
alguna dentro de esta derrota. Se
ha revelado el placer como un vulgar abalorio: son terribles los cantos, los juegos de ciertos niños.
(III)
Toda ausencia sabe a
sangre. No importa que alguno de
mis hermanos glorifique al vacío, ni que otro se diga salvo por la
palabra. Este día todo es inútil,
no puedo concentrarme, no puedo dejar de intuir un insistente pensamiento
“im-po-si-ti-vo” Mi interior es un
sol astillado por el espanto de una exigencia implacable. Existe una confusión inmediata y
grasosa, algo parecido al cristal de hielo; a su grito.
(IV)
En este mismo instante escucho el
chillido de mi pequeña maestra. Me
arrastro hacia ella –por qué no decirlo – imagino su cuerpo de muerta recién
desnuda, los pies... los
bellísimos pies de la muerta (lamerlos hasta el escándalo) El escándalo es la sangre a beber por
toda divinidad posible. ¿Y
qué? ¿Qué importa? ¡NO IMPORTA NADA!
PAISAJES DE LO IMPOSIBLE
I
( LA COLINA )
Una
colina, una altitud...
Desde
aquí, las luces de la ciudad (abajo) como en la película antigua, donde todos
los hombres del pueblo cantaban a sus muertos con cientos de veladoras. Cada llama un recuerdo. Así, ante mi, crepita este altar
inmenso. Todo un valle. Luces infinitas velan hogares y
entonces, cada guarida un festín de muertos.
Todos
sólo cadáveres. Tal vez por eso
(ya adormecidos) intentamos huir con los cuerpos cada vez más rotos. Sangre y despojos que aparecen, crean,
se multiplican, pero nunca escapan.
Luces cuya impermanencia es una certidumbre implacable... ¿ALGUIEN
LOGRARÁ ALGO ALGUNA VEZ?... detrás de mí, la verdad como la sombra de un fuego,
casi estroboscópica.
II
(El
Agua)
El agua aquí es como lluvia de círculos quietos. La noche huele a nombre guardado. Pero, no, en realidad el olor llega de
algún rincón en que, supongo, esta lluvia es menos fría. Cerrar la ventana, debo esperar unos
minutos.
Me miro. Todo es como sorpresa oculta, como el
mono (lo imagino de ojos pequeñitos) preso en un Haikú de Tablada. Me miro en el espejo. Siempre como ese mono en la memoria, el
espejo está a punto de decir algo que se le olvida, y al final (tal vez por la
huellas grasosas que lo empañan) no dice nada. La lluvia es coincidencia de círculos quietos. La lluvia no habla.
III
(La Niebla)
Tarde a tarde la niebla asciende toda. Síntesis perfecta de quietud y movimiento. ¿Su música? La misma que su nombre apenas dicho bajo el agua. Niebla. Silencio casi detenido, asciende a las montañas donde los
hombres se ocultan a sus últimos temores.
La niebla llega justo en el momento en que la tirana imposible ofrece su
cuerpo lascivo a los hijos que la adoran, observa todo sólo unos segundos, y
después se va, transformada en intuición.
IV
(El Cielo)
Algunos días creo que soy
alguien. En horas de lluvia, en
verdad, creo que pienso ordenadamente.
Olvido la blandura del cuerpo y el deambular entre inconexiones. Me olvido de todos los escenarios (lo
que veo casi por obligación)
Recuerdo ahora aquella canción estúpida en la que alguien grita: “Lo que veo nunca escucho, Di, Li, Di,
La, La”. Olvido las cosas de forma
que su pérdida sea encuentro, y entonces, creo que recuerdo.
Algunos días logro no darme
cuenta, que camino sobre una mezcla de jabón y arena húmeda y el cielo lleno en
sus colores rojos. ¿Será acaso que
todo esto que creí virtud, me llegó del miedo y de ahí el desconsuelo?
PREDICCIONES
Y DEBERES
Debo decir que las
cosas son la enrarecida sombra de una huída lenta ¿de piedra? Debo decir que moriremos con la
cabeza empalada en las astillas de un árbol gigantesco. De nosotros quedará noticia en oscuras
estampas de museo (en España) ¿Qué
pasará entonces con el eternamente ofendido? ¿Qué al caminar sobre la risotada dura del Sol, que es
mármol? Lo más raro de todo, es
que no olvido lo primero (sé lo que digo) ¡YA HUELO A MUERTO! ¡A QUEMADO!
IMPRECAR
(NEGAR TRES VECES)
(I)
Al mismo tiempo
que pienso en mi desesperación, imagino dos ojos mal atornillados al rostro de
un Santo Cristo de yeso. Dos ojos
vivos, estrellándose contra los párpados apenas abiertos a la locura. Ojos que llenarán de sangre la
empedernida obstinación del vacío;
la sonrisa más despostillada.
(II)
Quiero terminar: ¡VENGAN
LOS QUEMADORES DEL GANGES!
(III)
Antes de cada ceremonia consignada (consagrada o no) intuyo
que ya sólo me resta morir en la cruz.
Deseo un nuevo Gólgota. Me
imagino así: crucificado, desnudo, y ferozmente colocada en la cabeza, una
enorme peluca de payaso negro,
¿Quién deseará entonces adorarme?
¿Quién me pedirá no ser
LA SOMBRA DE L.
( I )
No puedo
evitarlo, pienso en L y digo que no puedo más. ¿Cómo evitar el flagelo espantoso de esta duda? No puedo. Comienzo a escribir (esto es hoy lo inevitable):
Castiga a la luna
Vuélvela un surtidor de sangre
Que su hemorragia enferme a la tierra
De planicies negras
Separa los océanos
Camina sobre las aguas floridas de llanto.
La
angustia ha puesto en mi la necesidad de acercarme a estas imágenes (originadas
algunos años atrás). El resultado
es desolador. No puedo creer en
ellas, al menos no de manera ciega.
Sólo recuerdo que todo tiene el mismo origen o final: La sombra de L.
Implanta el asesinato
Regala la alquimia de tu verbo
Y vengan de ahí los universos
¿Es
esto algo verosímil? El poema
debía concluir de la siguiente forma:
“Ríe con el poder de tu boca empapada por la sangre del miedo” Todo esto me parece ahora algo muy
lejano, casi una pretensión pueril, pero, no puedo aún ahora, evitar querer o
hacer tan sólo “Algo”.
( II )
La sombra de
L es lo Imposible (sé que sólo yo puedo entender esto) Ella está totalmente unida a todo lo
que se afirma al existir, es impecable, es el origen de cualquier cosa que
pretenda, es todo lo que no se puede negar. Lo presente no puede escapar de ella. Yo no puedo evitar nada de esto. Soy totalmente muerto... un ahorcado
que grita el terror de sus ojos (aún obligados por la sangre).
( III )
Querida L:
Quisiera
escuchar el llamado de Dios y no acudir.
Quisiera ignorarlo todo y seguir tendido sobre mi propio vómito. ¡JUGAR A LA MATATENA! Desafortunadamente soy sólo un
imposible con pies, manos, ojos.
Soy un dado hecho para la trampa.
Mugre y llanto. Quisiera ser un Elohimm, un Gigante,
algo parecido a tu sombra: Una
puta siniestra.
¡Que
pena! No puedo creer que mi
pensamiento no sea “sobrepuesto”
No puedo creer en la li-ber-tad-de-.las-co-sas. Sospecho que el buen Dios se aburre
como una vieja bestia en campo abierto.
¿No soy
estúpido? Creo que bajo la
corona de espinas, el ungido llevaba puesta una peluca sucia. No puedo evitarlo... pero miento cuando
digo que no puedo más.
( IV ) PETICIONES A L.
Este día sólo puedo pensar en ti
Sólo quiero pensar en tu sexo
Será porque recién he descubierto
Que tu sexo es la invasión total
El
mandato perverso
Señal
divina que lo hombres obedecen
(Por el se tienden sobre las brasas
Para que tú juegues como niña burlona a
caminar entre el fuego)
Tu risa
Es lo último que escuchan los
desamparados
Segundos antes de su muerte.
Por eso tantas almas, no encuentran
consuelo.
También mi alma te pertenece
Tal vez por eso ya sólo vivo para
escuchar tu silbido de hembra infinita
Tú aullido de hembra en celo
Hembra de piedra que ríes por el sexo.
Hoy que soy ya sólo tuyo
No espero gloria o salvación alguna.
Esté día rojo es el principio de lo
eterno
Quisiera así una celebración eterna:
Quisiera ver sobre tu vientre
Las evoluciones terribles de un
carnaval de fieras.
Escuchar,
Entretejidos al bosque de tu vientre
Los compases distorsionados de su
música sacra
La canción del terror.
Este día enfermo de divinidad quiero
hablarle a los hombres,
Quiero prevenir al sol sobre la
infinitud de tu escencia,
Quiero que lo domines todo
Quiero arrodillarme ante ti
Quiero ver al mismo Dios de hinojos
como un imbécil
Llorando al sentir el inmenso poder de
tu sonrisa de fuego.
Quiero vivir esclavo bajo el acero
negro de tu nombre secreto.
UNA PEQUEÑA BROMA
(VISITA A MALLARMÉ)
( I )
Habrá de envolvernos con un sudario infinito, de un negro casi asco,
temible aunque roto. Después de
ese instante, quizá, el primer tiro de dados.
Un fragmento de saber que en la
existencia toda, sólo hay absolutamente nada. Pero ese saber, esa duda, será más que el viaje de sonido en
certidumbre; será completud, clausura, final terrible. Predador que escupe veneno, calcina, y
después huye aparentemente empobrecido por el pánico. ¿Podrá ser alcanzado por la muerte? Sólo saber que la bestia, a unos
cuantos centímetros, observada en la densidad viscosa de su carne abierta al
origen, embreará con la pestilencia grasa de un emisario despiadado, la visión
del que se atreva. Habrá de
poblarnos para siempre, transmutado en movimiento, el irrenunciable tiro de
dados. Iniciada la flama de su
finitud, implantará la consunción que deviene de allá, de todo lo ulterior,
ingobernable. Avanzada geométrica
que sólo puede ser temida o venerada.
Sólo entonces, el vacío que todo lo dá, que nos obliga a todo porque sí,
por nada. Únicamente entonces
(quizá ahora) habrá de mostrarse como una pequeña broma de mal gusto.
( II )
Confesaré
que el devenir es contradanza de tierras baldías, ¿Todo es una pequeña broma de mal gusto? ¿Carnaval de ausencias nos
precede? Lluvia (vulgar
embricadora de cristales duros) tendrás que confirmarlo.
Un rumor terrible y volátil. Andares negros del que enferma: Nosóforo, o La Bestia. Farsa donde la voluntad exhibirá sus
dotes de gran comediante.
Confesaré. Es más que un
tiro de dados, apenas sostenido por dedos firmes y lúdicos- ¿de quién? –sobre
un pesado lienzo cuya corporeidad se confirma en el ahora. Más allá de una ventisca. Como ese vibrar interno del por siempre
(que en lo simultaneo fusiona al relámpago y al desplazamiento sutil del
susurro).
( IV )
Intuir
la soledad del tiro de dados. Un
error. Un final donde el miedo se
extiende como un túnel de obsidiana, que resopla a un tiempo seco, húmedo,
viento, hasta desquebrajar la sustancia tibia de la carne, y dejar primero
polvo, después un nuevo miedo, infinitamente puro, eterno, inquieto. Un miedo octagonal donde ocurre el
negable, innegable primer tiro de dados.
Ahí sucede la primera bruma, la primera inercia. Nos llevará a promulgar que nuestro
tiempo es sólo una comedia de arañas minuciosas (porque probablemente se viva
ya una nueva comedia) Habrá
ditirambos quisquillosos. Todas
las bestezuelas del polvo masticarán interminables monólogos y salmos, formarán
el líquido azul-gris, después adherido a los talones del silencio. Habrá así quien garantice el reinado de
lo inútil... PARA QUE TODO SEA
SÓLO UNA PEQUEÑA BROMA DE MAL GUSTO.
® Carlos Gasca.
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