MANOLO MUGICA
NOCTÁMBULO NO BUCÓLICO
Mis pasos son tragos
enfriándose en cubos
de luna,
sé que no me
pertenece este texto
que escribo fuera de
mí,
justo cuando un
felino me araña la noche
y no percibo otra
cosa que muerte;
muerte por no vigilar
al ganado del 2 de octubre
que desde hace 40
años se mueve
—cantando con
estupidez—
al matadero de la
utopía;
muerte por no ordeñar
mis neuronas y dejar que se me pudra el pensamiento,
por aferrarme a mi
soledad citadina a pesar de mis sueños campiranos.
Voy caminando en
espiral al fondo del abismo,
al cielo se le funden
las luces,
Dios no tiene dinero
para cambiarlas;
sigo mi decadencia a
obscuras.
Una mujer solitaria
me ofrenda su sexo,
lo acepto, lo escupo;
el profiláctico
asfixia al peligro,
dolido de higiene la
penetro, le ofrezco mi nostalgia,
la cual devora
intentando no sentirse hueca,
y se me van las ganas
de terminar el poema.
*
Entre tus piernas,
tu bendita escama,
es cama
de mis penas,
de mis venas;
ven, has el milagro
de llenar el lecho
con tu mar,
con tu amar,
vamos a encamarnos,
encamar nos hace
bien,
es bueno para el
corazón,
¡para el corazón!
(y todo el cuerpo).
La carne se erecta,
se recta a pesar de sus cuernos;
cuerpos con cuernos blandos
que embisten al placer
—que visten al placer—,
tejiendo a los amantes,
bordándoles los labios,
los genitales,
los párpados.
Par de dos,
dos pares
de manos emanando
para ser uno;
dos cuerpos heridos,
tendidos al deseo,
atendiendo sus meneos
para extraviarse en sí mismos;
construyendo laberintos de carne
y cercenando minotauros
mientras empalan
la cabeza del vacío
después de ser decapitado.
BLOQUE
DOS: FORMAS POEMÁTICAS Y VERSO BLANCO
SONETO AMOROSO
Hay que ponerse a
pensar lo que mata
la relación, la
emoción, la pasión.
¿Se debe al capricho
o a la razón?
Finalmente, ¿el amor
de qué se trata?
Cuando se le tiene se
le maltrata,
si se pierde comienza
el desazón;
mas de nada sirve la
precaución,
pues ninguna cosa el
sentir acata.
Ya tiene el ser amado
a alguien más
pero te sigue y lo
sigues queriendo
y esto desemboca en
mucho dolor.
Justo es pagar lo
perdido; además,
quien bien ama con
honor va muriendo.
Al amor sólo lo mata
el amor.
LA PÉRDIDA DE LOS ELEMENTOS
Apenas con el canto
de la noche en el tímpano,
guardo el aire que
puedo porque se me va el viento;
se marcha con sigilo.
Las hojas ni lo notan,
les preocupa
aferrarse a la carne del árbol
y no perder altura.
Yo no sé aterrizar
como lo hacen las
hojas. Desde que te solté
me la vivo cayendo.
No hay viento que aligere
mi descenso, tu
nombre. Pronto voy a romperme
y el aliento que
guardo, palabra reventada,
será la única muestra
de que el aire existió.
Salen a chisguetazos
los versos de esta estrofa;
quieren fluir
naturales como cuando tú y yo
compartimos el cauce,
la causa de nosotros.
Fueron tus
veleidades, también mi lobregura,
quienes lo devoraron
todo. Ya no hay más fuente.
Ni el agua ni la
sangre refrescarán de nuevo
los craquelados
huesos, su espíritu de tuétano.
Ya tampoco hay
orgasmos pero tampoco más
llanto que nos
disuelva para regenerarnos.
Caminemos, descalzos,
por la cruel sequedumbre.
Y si piensas que
tienes tierra firme debajo
de tus frágiles
pasos, estás equivocada.
Igual que yo, has
perdido el continente entero.
Ojalá te hagas sal y
fenezcas de mar;
sin ser polvo que
vuelva al polvo, a la ternura.
Este malestar tumba
cualquier ferocidad
para arrastrar,
impío, el placer a la tumba.
Quédate marcesible, infértil, agrietada;
sabia en
trepidaciones y vestigios; en ruinas
de esa ciudad que
tuvo nuestra raíz por nombre.
Ya todo se consume.
Ya se van apagando
—igual que tus
pezones— las flamas del amor.
No más lumbre en la
boca, no más fuego en el tacto;
no hay dónde
friccionar el fósforo del deseo.
El calor de este
incendio quedará en las cenizas;
volarán por el viento
mas no renacerán,
pues su naturaleza no
será la del ave.
Ceniza: chispa de
aire; triste mota de fuego.
Combusta la materia,
ustoria es la memoria.
Ascuas es el pasado.
Sólo se arde en presente.
BLOQUE
TRES: PROSEMAS
*
Llueve. Miro por la ventana y me duelo de tormenta.
La gente sigue tan seca como acostumbra; camina como si todo
pero nada.
Intento entender la postura porque me cuesta andar derecho;
¿qué apuesta es esa de la columna?
La terquedad de las vértebras me encoleriza, siempre sosteniéndome;
no les importa que desee caer, arrastrarme.
La lluvia provoca que me retuerza pero mi columna ha de
mantenerme erguido, hasta que encuentre una decadencia dalílica que me arroje a la ineluctable catástrofe sansónica.
Miro por la ventana. Estoy empapado. Vomito. Me retuerzo. Me
incorporo.
Llueve. La gente camina como si nada pero todo.
Llueve amargamente, en mi hígado, el licor doloroso que bebí
en la madrugada.
*
¿Qué tiene de malo asesinar ratas y cebollas? De cualquier
forma nos desintegraremos, sea a dentelladas y capas, o no.
Con NO, nombré aquello que rebasa la rabia y el llanto; la
basura y el sazón.
Resulta inverosímil elegir el futuro; tampoco la víctima
puede escogerse.
El crimen yace en las manos, sólo falta el instrumento, el
objeto que detone la catástrofe.
De cuando en cuando una caria aparece y creemos que nos
cambiará el destino, así, sábadamente. Mas la yema no quema como la llama pero
dura lo mismo.
El alma que permanece entre el cuerpo y el tacto se vuelve
imposible, como el horizonte.
Solos otra vez, ya sin grito ni eco que nos expanda o
prolongue; ya sin soliloquio que nos repique.
Vislumbrado el panorama de esta manera, de este acierto,
deduzco que la única salida es la extinción. Sin embargo, me empeño en cerrar
la puerta y preparar los víveres.
*
Por desencanto, he dejado de creer en la lucha.
Ya no combato; sólo bebo, camino, contemplo.
Me defiendo como hacen los mesías: Extendiendo los brazos.
Quizá el desencanto termine por transformarme en alguno de
los varios redentores que la Historia
ha vomitado apenas digeridos.
Mi espíritu no, pero tal vez mi carne logre salvarse; no de
la hoguera o los gusanos sino del dolor que la hincha para luego implosionar,
azuzar los órganos y provocar cruentas mareas internas.
Esto motiva, a veces, a pelear con la pura resistencia; con
la fragilidad de los huesos; con las astillas de dientes y retinas.
Sí, a ratos la idea de padecer menos, parece suficiente para
desear e intentar ser un buen hombre.
®Manolo Mujica
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