SERGIO ALARCÓN BELTRÁN
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RENUNCIO LA HERENCIA
Nada ha cambiado
encerrados nos repetimos -perpetuos
somos lo mismo
árboles muertos marcados con signos
Nada ha cambiado
ANDRES CISNEROS DE LA CRUZ
Renuncio la herencia
legada por la memoria de mi
sangre,
renuncio al cetro
que tutela la boca en el filo más
punzante
y perverso del lenguaje,
el fuego que forja y engendra en
la palabra
la ficción en los espejos del
linaje,
la dosis de cristales triturados
y las divinidades que torturan el
árbol
de mi madre, parásitas lianas
que trepan la mente y asfixian
la garganta, bocas oxidadas
de afónicas campanas que viajan
aturdidas
jaurías que aúllan ignorancia,
renuncio la custodia
que generación tras generación
unge en la frente la boca de mis
padres,
la génesis y la manzana y la
serpiente,
los dioses sedientos de miradas,
la costilla
donde arrancaron el sexo, la
belleza
y la bondad amorosa,
la diosa de mi madre,
renuncio al dios que profesa
la boca de mi sangre,
renuncio la imagen construida
sobre el edén de dos ríos,
la alianza signada de colores
arcoíris
entre hombres y un dios de
aspecto masculino,
el dios de cólera que blasfemia
fuego
sobre Sodoma y Gomorra,
el dios invicto
que separa las aguas con el báculo
injertado en la mano del elegido
para romper los grilletes que
ataban
los tobillos de mujeres y sus
hijos
renuncio la tierra fértil de
profetas,
la tierra beligerante
que busca en el horizonte tierra
nueva,
la tierra que llovía milagros y
sueños
de mesías, la tierra convulsa,
herida,
sumida en los desiertos, errante
de por vida, elegida por el dios
de abuelos
y patriarcas, sangre diseñada en el futuro,
esculpe siempre en el presente y
la impotencia
la condición a la medida de un
mesías
que libre al hombre del hombre,
de la bestia que en la frente
cohabita
entre infiernos de rabia,
la desdicha que la ignorancia
atiza,
el periplo de la perversa
orquídea,
la mano que crucifica, la que
incendia,
la sangre bélica que habita el
hombre
y siempre vive en las trincheras
de la guerra,
la que incinera casas y viola
doncellas,
la que expulsa la sangre de su
tierra,
la que trafica y vende fuerza de
trabajo
como esclava fiera, la que
detenta
de dios el cayado de la alteza,
el príncipe y la opulencia
que desposa las mujeres y
homicida
con el fin de perpetuar el poder
y la adicción a la corona y la
nobleza,
renuncio los imperios y las
fechorías
y los ejércitos que invaden
pueblos
y despojan y humillan y violan y
matan
la sangre más jodida,
los prisioneros de guerra,
los herejes torturados, los
exiliados
por la guillotina del clero y la
política,
los encarcelados por denunciar
el atropello de la vida,
más aplaudo los revolucionarios,
los que pulen los diamantes de la
frente
y la palabra que germina en todas
estaciones
y edades de la vida, los que
levantan
las banderas del ya basta,
sin sacrificar un rubí de sangre,
ni disparar una bala,
sólo el canto de los labios,
la explosión benevolente de más temida arma,
la razón amorosa, la verídica
aspiración,
la amorosa razón de la palabra,
la libertad del colibrí,
la flor no negada,
renuncio y arranco el musgo
injerto
que va secando la profusa fronda,
arranco de la mente la pátina
que colorea idénticas estatuas,
renuncio la corona de espinas
y el sufrimiento que tortura
y los infiernos de Dante y el
juicio final
de Miguel ángel que atormentan
y arden detrás de los espejos de
mi madre,
renuncio los cuchillos hijos
que cada instante penetran el
pensamiento
y blanden los senos y queman los
pies
y los benévolos regazos y
exprimen
las naranjas lacrimales de las
madres
-con el filo de sus actos-
renuncio mi patria manchada
de malditos nombres que infestan
aceras
y la nomenclatura corrupta de las
calles,
renuncio de mi mesa las migajas
porque mi tierra mana leche, miel
y cristalinas aguas y preciosas
fuentes
minerales y copioso oro
combustible
que nutre las bocas hambrientas
del progreso
y las bélicas miradas de los
depredadores,
renuncio los piratas, los
salteadores
de caminos que desde los castillos
despojan de la sangre la riqueza
y el canasto que lleva a la boca
los manjares,
renuncio entregar la patria
a la voraz plaga de langostas que
no piensan
y devastan y corrompen y trafican
con teorías económicas la
grandeza
que parió nuestra tierra en
abundancia,
renuncio la perversidad de la
mirada
indolente y callada, renuncio la
palabra
cuando detrás del que la nombra
están las fauces hambrientas de
la máquina
de intereses y falacias,
renuncio la herencia, más acepto
las postales de nuestra apetecida
patria,
me quedo con los atardeceres, con
la luna llena
y las luciérnagas estrellas que
incendian
y adornan la obsidiana, me quedo
con una flor
en la mano, con un poema en
labios, me quedo
con la mano que a diario saluda
mi mano,
me quedo con los días soleados,
con la lluvia
y el plumaje de los pájaros, me
quedo
con la niebla y las colinas y los
valles
y las jades fuentes de maíz
y las parcelas doradas de
trigales,
me quedo con la belleza de los
ríos
y la fragancia de las delicias
frutales
y el arte prodigioso del hermano,
me quedo
con la ambrosía de la abeja
catando la palabra
en los jardines labios, me quedo
con los ojos del amigo que sabe
mirar de frente,
me quedo con las monarcas alas
que peregrinan la inmensidad del
cielo,
me quedo entre la gente de mis
besos,
me quedo con la geografía de mi
tierra,
me quedo con las semillas
de todos los frutos, con las
letras
de todos los poetas, con los
sueños
de todos mis hermanos, con la
sonrisa
de todos los niños, con el
erotismo
de todas las mujeres, me quedo
sin espadas colgadas en mi
percha,
ni filos en mis ojos, ni muros
en el horizonte de los sueños,
ni fronteras en la libertad,
ni cadenas, ni grilletes, ni
lamentos
en la cordillera que mastica
con marfil la belleza de la vida,
me quedo con la sangre
construida en la humanidad
de selectos astilleros, me quedo
con la fe
y el esplendor áureo de los
sueños,
me quedo con la pluma entre mis
dedos
escuchando la mar y las nereidas
y los violines Stradivarius,
más renuncio contundente
la perversidad de ser caníbal
y tragar el dogma y la carne del
cristo
de la mano de indigente
purpurado,
renuncio convertirme en vampiro
y sorber del cáliz
la sangre de gran hombre
revolucionario,
el que aclamado entró triunfante
al centro de las columnas del
poder
y cimbró las cúpulas del templo
y la mirada oxidada de los
maestros de la ley,
montado en la bondad y la
humildad
que representa la belleza de un
burrito
cargado de diamantes parábolas
y la sabiduría de un sol
verídico,
la mente que partió de tajo
las edades de todos los tiempos,
la que arrojó del templo
el ojo por ojo, la vieja mirada
de la sangre vieja, la que
levantó
el estandarte del amor
y no los carros de guerra
y las hienas espadas del poder y
la violencia,
la vid que al tiempo departió
uvas comprensivas, vino
y peces suculentos de filosofía,
renuncio la herencia, padre,
sin embargo, acepto los
diamantes,
las semillas de humanidad,
las amorosas palabras de mi
madre,
las preciosas piedras que
destella en la frente
la objetiva razón de la verdad.
DEUS
Mi sangre arde intoxicada de tu
nombre.
Postrada, hincada
sobre indignos lodazales y
columnas
de violentas jaurías de ansiedad,
entre plagas que nublan hermosas
cúpulas
y podan de la flor -humanidad,
ambrosía,
paz- Parvadas de cuchillos
homicidan
las semillas, el roble de
cristal.
Lluvia las praderas fauces
sangre tempestad.
Agitados los vitrales
miran del rostro gestos que
enturbian
del río la claridad. Las palomas
que defecan la testa de yeso
santidad,
el cura que cura sus deseos
la radiante primavera de los
seminaristas,
las eróticas vírgenes
sentenciadas a callar
entre tumultos que aturden el
muro
de las lamentaciones, la Meca, el
Vaticano
y las redes de hiedra Tepeyac.
Tu nombre es paja que pisotea
el forastero que perdió de la
mente la libertad,
los diamantes, la luz,
la razón obsequiada al animal.
El hombre que en tu nombre
siembra
la perversidad, el dictador que
rapta el cetro
y jode y calla la verdad,
el que yergue en mármol
castillos,
murallas de miedo, emblemas de
poder,
ejércitos y monedas,
versus,
las fragantes rosas,
el rocío y la razón que del alba
perfuma
el sol que ríe al mundo la
infante libertad.
La ficción de espejos
destellan príncipes del celibato,
infiernos de labios,
columnas de robustos castillos
e inexpugnables conventos
macabros,
fetos arrancados, vidas apagadas
masturbando la vida en cavernas
de utopías y héroes fantásticos,
rostros crucificados en la ignorancia
de sótanos y sotanas de un árbol
de mitos y dogmas, retablos
dorados
sobre el filo de tu nombre
levantados, reyes purpurados que
intoxicados
intoxican la sangre la sangre del
hermano
rostros que aúllan en la fronda
el sufrimiento de miserables
cantos,
mendigos suplicando de tu mano
racimos de favores, clemencia,
auxilio,
el nirvana no encontrado,
rostros que habitan
tabernáculos, pulpitos, plegarias
que visten de explosivos,
fanáticos
que en nombre de quien no conocen
ofrendan la perversidad de sus
delirios,
la explosión de los malditos
cuerpos artillados
arrojando sobre sueños,
arquitecturas colapsadas,
madres indignadas, multitudes
confundidas, sangrantes,
desmembradas, heridas sonrisas,
sirenas extasiadas
en el llanto, extremidades
mutiladas,
mujeres ultrajadas, niñas
violadas, casas incendiadas,
frentes con el tiro de gracia,
guerras santas, santas
maquinarias
de tortura, cruzadas, guerras
cristeras, lanzas,
santas cuentas bancarias,
ramilletes
de ambición, plegarias de dolor,
plagas en peregrinación, teatro y
flagelación,
la crucifixión de la verdad
y la razón que aroma el verbo,
mutilada,
sangre elegida, sangre que
discrimina
el color y la fachadas de la
sangre,
sangre de piraña que muerde y se
desangra
y arranca del ser, el portento de
las alas,
la libertad del pez castrada,
asfixiada
la palabra, la homilía sumergida
en libretos
de infiernos, paraísos posmorten,
macabras
escenas de muertos levantándose
del polvo de sepulcros olvidados
por el tiempo,
cuerpos ardiendo eternas llamas.
Deus.
De tí -sólo el nombre
pronunciamos-
Del prodigio de tus manos
sólo guerras, flechas y misiles
pensamos.
De tu grandeza
sólo sufrimiento, violencia,
rabia, holocaustos
obsequiamos a la sangre.
Abdicamos
el vuelo, renunciamos la vida.
Del cuerpo
hacemos precipicios de hienas
y urgentes ciudades de gusanos
putrefactos.
Amputamos el humanismo, el arte,
el prodigio de las manos
hace leño nuestro árbol.
Sonámbulos viajamos, muertos,
caminamos
entre jaurías de cuervos y el
relámpago,
entre la locura y el trueno
profanamos tu nombre, la
primavera
de la natura obsequiada
abdicamos,
amputamos nuestras manos.
La primavera viste de gala
el campo, la noche unge de
estrellas
la mirada de los enamorados, el
día
embellece las orquídeas, los
peces
pulen los cristales, el diáfano
miravalle.
Llueve: bajo el arcoíris -festeja
la vida-
el concierto de los pájaros.
EL CONJURO DE MI CUERPO
No seré más el vestigio de tu
sombra,
ni desierto desplegado en días de
mi cuerpo.
Ataré a la piedra de molino
los bosques claroscuros de tu
frente
y la genealogía incierta de tus
pechos. Arrojaré
el arsenal de tus deseos
perversos
al mar profundo del olvido.
No seré más el insomnio ni el
suicidio
en el conjuro de mi cuerpo.
No seré más la oscuridad de tus
ojos negros
en mis labios y mi plexo,
ni el estertor de la ansiedad
y la voz locura en vuelo,
ni las hojas enfermas de un árbol
en perpetuo y cruel
desprendimiento.
Arrancaré de mí el cáliz en que
bebo
la cicuta flecha de tus ojos
péndulos,
la dramaturgia de tu teatro
arrojaré al horno ácido del
fuego.
Ya no te amo, lo sabe el viento,
te aborrezco,
te arrojaré en la boca más
profunda
de un hoyo negro, junto con la
mentira
de tus besos, tu canto y el coro
de lamentos
que emergen de sepulcros, en
pena, en silencio.
Sin la fragancia de cítricos
azahares,
ni primaveras en el cráneo de los
huertos.
Ya no te quiero, repudio
la didáctica ignorancia de tus
labios,
la dictadura y el perverso sexo
de tu boca
penetrando en mi oído, el orgasmo
sufrimiento
de tus ojos en los míos, el velo
y las cadenas
cuando me posees atado en las
regiones
más oscuras y violentas del
espejo.
Yo era de tí un plebeyo
masturbando la vida entre tus
senos,
desgarrando el esfínter y el
túnel
que draga la lujuria de tu
cuerpo.
Desclavaré mi cuerpo del madero
de tu cuerpo, donde estoy en vida
muerto.
Ungiré mi pensamiento
con el néctar enamorado de la
interrogación
y el beso de otros labios siempre
nuevos.
Ya no te amo, es cierto, mis
ojos,
te digo, vivieron en tí, lúgubres
primaveras,
amordazadas estaciones, páramos
de ansiedad,
heridos días más amargos que el
ajenjo,
lunas grafiadas de angustia,
relojes opulentos de estiércol.
Nunca procree contigo el hijo
primogénito.
Fui sólo una eyaculación precoz,
un óvulo ultrajado de ignorancia
y miedo.
Más, en el conjuro de mi cuerpo
conciliaron de los reinos
antagónicos
el príncipe del saber y la
doncella
de todos los deseos, brotó la
primavera
y el noviazgo, la ceremonia
nupcial
del pensamiento.
®Sergio Alarcón Beltrán
Siempre es grato leer la telúrica poesía del gran Sergio Alarcón; poeta de sueños reiterados.
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