LORNA ROCÍO CONTRERAS
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El arco y la flecha de Aurora
Una cálida tarde, me
encontraba en mi cuarto entretenida
recortando muñequitas de papel, que venían en un cuento, éstas eran mis
favoritas, porque les intercambiaba sus vestiditos. Me gusta platicar con mis
muñecas y les decía:
―Verán niñas, el vestido
que más me gusta ponerme es éste de color azul con puntos blancos, ya que
imagino que es como el color del universo donde hay
muchas estrellitas. Tengo cuatro años de edad, me gusta mucho pintar y dibujar.
Me llamo Aurora, me gusta mi nombre porque significa cuando llega la luz del
sol para quitar la oscuridad. Para mí quiere decir cuando entra el conocimiento
a la mente, ésta se ilumina más, cada vez que adquiere un conocimiento y me
permite ver lo que no conocía antes. Por ello también me gustan mucho los
libros, los cuentos y las enseñanzas que me da papá, porque pasa lo mismo, se alumbra el conocimiento y entre más
luz tengas, verás más cosas y
entenderás mejor la vida. También me gusta jugar con mi gata Lunita, le
puse ese nombre porque es de color blanca y cuando duerme se hace bolita como
brillante luna llena en una noche oscura. Es muy divertido estar con ella,
además me ronronea para que la acaricie.
De pronto escuché la voz
de papá que se encontraba en el jardín.
¬―Aurora, deja un momento lo que estás haciendo y
regálame un tiempo por favor.
―Si papá, voy para allá¬― Cuando llegué al jardín, papá entonces me dijo:
―Hija, siéntate en esa
silla.
―Si papá.
Ésta era pequeña de
madera en color azul, con flores de muchos colores pintadas en el respaldo, el
asiento estaba tejido firmemente con bejuco, por lo que la hacía muy cómoda. Ya
bien sentada y muy atenta, en mí interior me preguntaba ¿Para qué me necesita
papá? él continuó diciendo:
―Pequeña hija, deseo
compartir contigo una enseñanza que jamás olvidarás y te servirá mucho a lo
largo de tu vida. Parte de ella la entenderás cuando terminemos de llevarla a
cabo, la otra parte la entenderás y la aplicarás en ciertos momentos que la
vida te indicará. Así que, pon mucha atención preciosa, será necesario que
utilices tu imaginación pues te hablaré de un arco y una flecha, tú simularás
que realmente lo tienes en tus manos de acuerdo al orden de las instrucciones
que te indicaré.
―Si papá― Le respondí emocionada y a la vez llena de
curiosidad, así que puse mucha atención.
―Cierra tus lindos ojos e
imagina que te encuentras en un bosque rodeada de hermosa maleza, llena de
bellísimas y coloridas flores, de frondosos árboles muy grandes, entonces
escuchas el canto de mil aves y tú estás sentada sobre un tronco, a tu lado
tienes un arco de madera y junto a él, una flecha.
―Si papá, contesté.
―Toma ese arco ¿ya lo
tienes en tus manos?
―Sí, ya lo tengo.
―Sin abrir tus ojos, dime
¿cómo lo ves? describe cómo es ese arco que sostienes.
Solo haciendo movimientos
con mis manos, le respondí:
¬―Es grande y muy firme, tan grande que llega desde
el piso hasta mis hombros. Oh, no, no,
más bien creo que casi hasta mi cabeza. Al centro, tiene unas figuras o
más bien, unos pequeños huecos, ¡ah!, son grecas y en cada greca tiene dibujado
un pequeño corazón.
―¿Es pesado?, preguntó
papá.
¬―No, no pesa mucho, pero se siente muy, muy
resistente.
―Bien, ahora, pasa tus
deditos sobre la cuerda, siéntela, ¿Dime cómo es?
¬―La cuerda está sujeta a cada punta del arco, muy
tensa y vibra como la cuerda de un violín.
―Bien, deja el arco a un
lado, ahora toma la flecha, obsérvala bien, so-pésala, siéntela, desliza tus
dedos de un extremo a otro.
―¿Dime qué cómo es?
¬―La punta es de metal de brillante dorado, el
cuerpo de la flecha es de madera ligera de color rojo, es muy fuerte y tiene
labrados unos pequeños surcos e incrustadas tres argollas de metal, también
doradas y en el otro extremo, tiene insertadas cuatro fragmentos de plumas, una
roja, una azul, una verde y otra amarilla.
―Bien, ahora, toma el arco
con tu mano izquierda, coloca la flecha entre tus dedos y estira la cuerda lo
más que puedas pero, ¡no la sueltes!, sujétala fuertemente con los dedos de tu
mano derecha y mantén el control de la tensión.
―Si papá― le respondí con un tono de voz, como cuando se
hace un gran esfuerzo― Yo continuaba siguiendo las indicaciones de papá al pie de
la letra. Todo esto ocurría sólo en mi imaginación, como un actor ensaya una y
mil veces el acto que representará en una escena.
―Bien Aurora, ahora
imagina que en el fondo del bosque hay un árbol que se distingue entre los
demás, es el más grande y el más frondoso y tiene marcado un pequeño círculo al
centro, obsérvalo bien y concéntrate ¡Ese es tu objetivo!, ¿qué pasa ahora?
¬― Siento mucha tensión, una fuerza que jala mi
manita y que casi no puedo controlar.
―¡Apunta hija!, fija tu
mirada en la brillante flecha dirigiéndola exactamente donde se encuentra el
centro de la marca que hay en el árbol, ¡ahora dispara y deja ir esa flecha!
De inmediato obedecí a
papá abriendo mis dedos para liberarla.
Y ¡Zum! Escuché cómo la
flecha produjo ese particular sonido al entrar en el tronco de aquel frondoso
árbol, la cuerda quedó vibrando igual como cuando alguien hace sonar la cuerda
de una guitarra. Cuando bajé el arco, emocionada vi que había acertado en el pequeño
círculo marcado en el grueso tronco de aquél majestuoso árbol. Emocionada le
dije a papá:
―¡Lo logré, si lo logré,
di en el centro!
¬―¡Bien hijita mía, muy bien!, me dijo emocionado y
continuó diciendo:
―Todo eso ha pasado sólo
en tu imaginación y significa que mucho de lo que imagines, puede ser posible,
sólo necesitas concentrarte para llevar a cabo lo que en tu imaginación está.
Pequeña Aurora, ésta enseñanza te servirá para comprender que, teniendo bien
claros los objetivos en tu vida, sabrás qué necesitarás obtener para lograrlos.
Entonces, papá me tomó
tiernamente con sus fuertes brazos para levantarme amorosamente y darme dos
vueltas por el aire y me preguntó:
―¿Hasta dónde me quieres,
he chiquilla?
Al mismo tiempo que mis
brazos rodeaban su cuello para abrazarlo, le di un gran beso tronado en su
mejilla y le respondí apuntando con mi dedito al cielo, para decirle:
―Hasta el infinito papá,
muy lejos, hasta allá, allá, donde ya no se ve con los ojos.
Papá
regresó de viaje.
me despertó el ruido de la puerta porque llegaba papá
de viaje, que gustó me dio saber que había llegado con bien, escuché que
platicaba con mamá algo referente a su viaje, pues él era agente de ventas textil y viajaba mucho. Deseaba
verlo, así que me levanté de mi camita muy emocionada y como si tuviera pegado
un resorte en la espalda. Me aparecí en la sala, entonces papá me dijo:
―Aurora
regresa a dormir.
―No
papá, todavía no. Me da gusto que hayas llegado nos abrazamos y me dio un beso,
diciéndonos ambos cuanto nos extrañamos.
―Esa
caja que está ahí es para ti.
¡Qué emoción me dio¡
¬―Ábrela
Aurora.
No me lo dijo dos veces, de inmediato la abrí le quité
la envoltura blanca que cubría ese misterioso regalo, era una muñeca preciosa,
con unos bucles color café, sus ojitos también de color café y si la acostaba
cerraba los ojos como si durmiera, su vestido era muy hermoso de color azul y
zapatos blancos.
―Gracias
papá, ¡qué hermosa muñeca!
Entonces continuó diciéndome:
―Mira
hija esta muñeca camina solita, mueve este botoncito y la bajas al piso para
que camine.
¡Qué maravilla! Efectivamente, mi muñeca caminaba sola.
¡Qué sorpresa!
¬―¿Qué
nombre le pondrás?
―Mmmm,
¡ha ya sé! se llamará Lucero.
La abracé fuertemente y le di muchos besos.
Papá me dijo: ―Ahora ve a dormir con Lucero, que yo platicaré con
mamá.
Obedecí a papá y me fui a dormir con Lucero.
Al día siguiente, le dije a papá que Lucero necesitaba
una amiga, o sea otra muñeca. Papá comprendió que no era Lucero precisamente la
que deseaba otra amiga, sino su hija Aurora. Entonces me dijo sabiamente unas
palabras que nunca olvidaré porque me hicieron sacar varias reflexiones
referente a ellas.
―
Aurora, te diré una frase que leí en una revista que me dieron en el
ferrocarril y me pareció importante, que dice así: “Si no tienes lo que
quieres, quiere lo que tienes”, piensa en esas palabras y después me dices que
entendiste.
―Si
papá, gracias y le di un beso.
Cuando fui al jardín, senté a mi muñeca Lucero en la
silla de bejuco y empecé a reflexionar sobre la frase que me dijo papá,
entonces pensé que debía estar agradecida por tener a Lucero, luego pensé que si
la cuidaba, iba a estar mucho tiempo conmigo y podría jugar muchas veces con
ella. Si estuviera deseando otra muñeca, mi pensamiento estaría tratando de
vivir un mañana, que aún no existe y por estar distraída, no cuidaría a Lucero,
hasta quizá la podía perder y no volverla a encontrar, o quizá se maltrate y luego no me guste.
En cambio debo estimar el valor de las cosas
materiales y no materiales, no solo el valor de mi muñeca Lucero, disfrutar el
día de hoy, todo lo que me rodea,
mi familia, mis compañeros de la escuela, mis vecinos, los objetos, los
animales, mi ser, mis acciones. Entonces debían todo esto debía tener un orden
de importancia de menor a mayor.
Por lo que entonces, valorando todo, podría tomar mejores decisiones en
el momento más apropiado, para que cuando llegue el momento de obtener lo que
tanto deseaba, me daría mucho gusto, disfrutarlo y cuidarlo de la mejor manera.
Me di cuenta también de lo importante que es el agradecimiento.
Fui a la sala donde papá se encontraba y le dije:
―Gracias
papá por todo el cariño que me brindas a través de tus enseñanzas, te quiero
mucho.
―Yo
también te quiero mucho Aurora, y me abrazó.
Papá se dio cuenta que ya no era necesario que le
dijera lo que había reflexionado
de aquella frase, por la actitud que yo había
mostrado.
®Lorna Rocío Contreras
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