Miguel Tonahtiu Ortega
GEÓMETRA
Reescribiré la palabra
“caza” en el escritorio.
Estará lista
la sílaba, donde esconda a
esa mujer.
"No tengo marcas en el cuerpo” —dijo—
"Tengo solo la vieja ración
de cielo en las manos
o las tardes que giran
como barcazas por mis ojos”.
Detalles o sombras
y algún cuerpo
con
una voluntad de empuñadura,
o
canción.
No era un geómetra cuando lo escribí.
Solo quería ser pan,
viento en juguete,
asomo de un niño
rodilla a tierra.
¿Y tu silencio?, preguntas.
¿Quien toca esa piedra
llena de flores y pólvora de manos?
¿Quien será humedad o ruido?
Miro. Te miro.
Reescribo
sobre pedazos
de un largo lienzo blanco.
Se tocan
los jirones de piel
que sobran en esos sueños.
Mientras caes
en la eternidad
que pareciera llevarte sin dar vuelta.
Dejándonos, solo,
el eco y tus manos.
Esa falsa sombra de amor
repetida tres veces
en un atardecer.
Tres veces.
El geómetra se rinde.
Escucha:
es el sonido que escondí.
La lluvia volverá;
así, tres veces.
EL CINISMO ITALIANO
Mañana
no será igual ese encuentro,
dirás
que lo hizo otra vez y el personaje masculino
será
malvado, sin ti, eficaz.
Dirán
las cosas que esperas se digan en situaciones semejantes:
«Todavía
no te tengo y te extraño sobre ese sitio; nos encontraremos
y
el agua sobre la ciudad no me permite pensar en ti.»
Verán
una película que narre el fracaso de ese encuentro,
Fellini
los mirará en blanco y negro detrás de la luz del reflector,
la
ciudad será ruidosa desde dentro y
la película también tendrá
sus
sonidos incabados y continuos,
«Tu
ciudad es ruidosa, amor», dirás.
Y
él ya no te creerá, piensa que venderle una idea es tanto
como
pensar que ya mañana será igual.
La
ciudad olvida entre los sueños a los seres descalzos,
la
ambulancia, los transportes, los transeúntes sobre la alameda,
los
hombres de negocios hacia la torre y los burócratas afeminados…
«Tu
ciudad tiene un ruido infernal», dices por último.
Él
ya nunca te creerá porque la apuesta es mayor.
No
habrá vuelo hacia la ciudad, alguien pretendía encontrar
lo
que no existe;
le
temes a todo, a los viajes, a las personas, a las ciudades indómitas.
Blanca
como entonces inventarás nuevas formas de enojo,
de
indignación que él dirá lo que esperas, te seguirá el juego.
«Vení,
vení», repitirás, como si fuese la última forma de venganza.
Pero
él sabe que eres hermosa y que no vendrás,
hay
un deber en el fondo, en esa frase, no sabemos qué significa.
Se
lo han dicho tantas veces, engañando al destino, a las máscaras
a
las ciudades en las que se encuentran.
Guarda
su foto, guarda, ese joven será para siempre la mentira.
Ya
no sabes si esta vez vuelva; si esta pelea será para siempre;
no
entiendes porqué, Mirta, tu vejez, el tiempo te vence
pero
lo hermoso está en ese acto de seducción distante:
le
llamaremos engañar con la voz.
Mañana
y él mismo serán distintos, el tiempo no los perdonará
Fellini
será de esa película una muestra
del
cinismo italiano de los años sesenta.
No
bajarás del avión porque no existe,
lo
sabes desde que comenzó su juego.
CONTRABAJO
A Janine Haneine
Lo
que hice por ti
en
las bancas abandonadas
y
la espera en el parqué del salón.
La
caminata de todos los demás,
los
emblemas:
las
risas del ángel tordo
y
las carillas de las gárgolas en los muros.
Hubo
una calle sucia
en
ella giraban los malabares
y
un payaso de fuego en el cruce se hacía inmortal.
Roto
desde el inicio,
el
farol de la máscara
que
he dejado atrás por ti.
La
pobreza que nunca
estuvo
de tu lado.
Escuchaba
tu jazz confundiéndote
con
la cantante y su voz.
No
eras tú. Era su porte, su forma
y
la canción que siempre esperaba fuera cierta.
A
las dos de la tarde
nació
la lluvia en medio de la música.
El
sol incomprensible
iba
en ascenso.
“As time goes by”, no te recuerdo.
Ni
siquiera cerca del piano con el hombre.
Una
insólita risa que columpiaba el cielo.
Todos
los viernes vivir.
Regresaba
con los libros en mano al curso.
Grabé
tu rostro en un momento.
Y
me supe imposible
con
el sombrero que caía.
La
cantante se parecía a ti.
Y
la boca sonreía para darme un bálsamo.
—No
conozco al que toca el contrabajo—.
Amé
el jazz tanto tiempo
que
nadie esperaba que volviera
a
escucharte en un sitio desconocido.
La
canción era.
La
cantante, la cantante,
la
canción, las cosas
son
las mismas, la canción —te dije—,
la
cantante, la cantante, la cantante...
Vuelve,
aunque no seas tú.
®Miguel Tonatiuh Ortega
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