ALMA ROSA TAPIA
LOS TRENZADORES DE DIOS
Todos sus incondicionales
eran niños con el estómago descompuesto, de visibles costillas bajo el pellejo
reseco, con bocas de muelas careadas y resecos labios; creyentes en cuentos y fábulas
de mundos inexistentes, aguerridos inhaladores de cemento. Trabajadores y sumisos volaban sobre un
cielo agujereado por donde constantemente se caían o escurrían dada su flacura
y desnutrición.
Ocasionalmente
y aunque débiles por su alimentación, se preguntaban de dónde vendrían sus
pensamientos, pasiones e inteligencia que como débiles rayos al atardecer, de
vez en cuando aparecían, recordándoles que en un tiempo fueron humanos.
Al
terminar de trenzar con sus infantiles dedos de yemas sangrantes, los
permanentes hoyos en el cielo, los cuales nunca cesaban de abrirse, generando
otros; sin remedio ni opción, la repuesta siempre llegaba de dios en señales o
códigos a través de las inclemencias del tiempo; en esa ocasión se formó en una
densa nube un hoyo tan grande que casi se van todos, amén del chiflón que rápidamente
dejó entrever la mezcla de gris blanquecino en las nubes y la oscuridad del agüero,
la palabra de dimensión imponente FE.
DESBOCADOS Y SIN ARRIMO
Una manada de gatos
salvajes, parecidos más bien a espectros, negros, blancos, grises, moteados;
avanzaban con furia pero sin hacer ruido, como en un sueño, casi deslizándose por el camino; se dirigían
al bosque donde el clima calaba más que el frío del espíritu en el infierno; y
esos felinos espectrales eran los pensamientos que buscaban una mente donde
instalarse; algún loco, –quizá– los había dejado en libertad y ahora no
hallaban arrimo, pues era un tiempo en el que la gente ya no pensaba, no
encontrando lugar entre los locos ni entre los cuerdos.
SILENCIO DE CORAZÓN
Me encontraba devastado a
causa de haber tenido consciencia de la pérdida irrecuperable y despilfarrada
de las palabras, tanto que me encerré en el mutismo con la esperanza de
resguardar algunas provisiones verbales; dado que al conversar me iba
deshaciendo de algo que formaba parte de mí; empobreciendo vergonzosamente mi
existir y yo era tan egoísta que no deseaba sufrir por el duelo de mis
palabras, pero cómo hacer para vivir en el silencio. Así que decidí morir poco a poco con dignidad, buscando otra
forma de comunicarme menos parecida al sonido de la palabra en la voz y más
semejante a la comprensión del silencio, hasta que encontré alternativa en un
tipo de lenguaje más certero y menos complicado, ese lenguaje a esta nueva eficaz
comunicación la denominaron el lenguaje de las miradas y del corazón.
IMPOSIBLE CONVERGENCIA
Él la perseguía, decía
estar enamorado, pero ella era tan ligera que fácilmente con el viento se
elevaba; no dejando siquiera aroma; pero él buscó la forma de atraparla y
sabiendo que sin agua no podía vivir; la esperó a la hora precisa en la que tenía
que beber agua del río; él llevó un frasco para –según– llenarlo con agua y
llamar su atención con el destello de intensa luz y color; la ligereza se acercó
y al dar el primer sorbo de agua, él sagaz la atrapó con el frasco y con
destreza lo tapó de inmediato.
Se
fue a su guarida y al llegar a la cueva, colocó una piedra en la entrada para
prevenir cualquier escape.
Entonces seguro de haber logrado tener a la ligereza en su poder,
destapó con frenesí el frasco; la ligereza estaba enfurecida y se volvió huracán
silbador; el amor se espantó y quitó la piedra de inmediato, salió corriendo
porque la ligereza ahora lo perseguía con encono, formando infernales
remolinos; y así pasó el amor de ser perseguidor a ser perseguido, no pudiendo
nunca converger en armonía con la ligereza.
EL HUECO DE SUS PALABRAS
Ella llega como es su
costumbre, sin previo aviso, sin invitación de por medio. Son las dos de la tarde y comienza a
arrojar el mar de palabrerías:
–Sabes…
–me dice entusiasmada– Recién vendí, mi departamento, ya ves que está bien
ubicado, sobre el eje 8. Sí, aja.
Los
ojos le brillan y se frota las manos al tiempo que ansiosa dice:
–Dinerito,
dinerito. Sí, aja. –Luego frota el
pulgar con el índice y se apresura a explicar:
–Fíjate
que con ese dinero y lo que me den de renta de la casa en Veracruz, voy a
comprar una residencia en la colonia Condesa, ya sabes que por ahí cuestan como
ocho millones, pero juntando todo lo que te digo y además mi aguinaldo de este
año. Sí, aja.
Bueno
apenas estamos en febrero, pero el tiempo vuela, y los aguinaldos de los próximos
cinco años, me parece que estaré en condiciones de comprarla, pero no creas que
soy ingrata y te dejaré aquí en esta pocilga donde vives, bueno eso dice la
familia eh, no yo, no, Sí, aja.
Te
digo que voy a dividir mi residencia en dos, para venderte la mitad, y podamos
estar juntas, ya ves que es bueno platicar y estar cerca por cualquier cosa; no
es por nada pero todos saben que soy buena en las
finanzas. Sí, aja ¿Tienes más
cafecito? Sí, aja.
Pasaron cuatro horas y ella siguió su verborrea; yo miré el reloj y
ella verbalizando sus finanzas;
–Con
lo que yo obtenga del traspaso de tu casa voy a juntarlo con un crédito que
pediré al banco y otro en mi trabajo para liquidar lo que reste de los ocho
millones. Sí, aja. Así que tú podrás pagarme la mitad de mi casa que te
venda, poco a poco, sin la presión que tienes ahora del banco; ¿verdad que es
una buena idea? Verdad que sí, Si aja. Sí,
si, si. –Sonreía y aplaudía simultáneamente, emocionada.
Fruncí el ceño y levanté los hombros,
porque tenía claro que no esperaba mi respuesta. Pasaron dos horas más y mi
cita de las nueve de la noche, estaba próxima; al ver que su palabrería no tenía
fin, decidí interrumpirla, después de los cinco cafés que se tomó –claro–,
acompañados con una caja de galletas y sus interminables “sí, aja”:
–¿.. Y en qué banco metiste lo de la venta de tu departamento,
mientras juntas lo demás?
Todavía no me dan el dinero, pero ya hicimos el trato por teléfono y
próximamente firmaremos el contrato de compra–venta. Si aja.
– ¡Ah!
Ya entiendo ¿…y ya hiciste habitable la casa de Veracruz, después de como quedó
del huracán, para venderla?
–No,
con lo de la venta del departamento la voy a reconstruir. Si aja.
–Ah,
es decir que todavía no tienes nada.
–Ay,
cómo serás de envidiosa y negativa, por eso nadie te soporta, ya mejor me voy
porque tengo mucho qué hacer, no como otras.
Si aja.
®Alma Rosa Tapia.
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