JOSÉ N. MENDEZ
COLIBRÍ AZUL
Azul, colibrí azul;
escuché a la oscuridad
parir un sonido:
en perlas de melancolía
estalló la corona celestial;
debe ser que mi ángel de la guarda
ha sido tan descuidado
como para hacer dueto con Ray
Charles
y ejecutar un blues
que huele a la tierra tantas veces
pisada
en esas caminatas infantiles
donde un charco se convierte en la
primera aventura.
Azul, colibrí azul;
ha caído la noche
en el frágil cuerpo de la tarde
como inesperada bienvenida
de quien estuvo esperando tu
arribo,
mansamente,
sin hacer preguntas,
mas siempre atento
a cambio de una caricia que llegaba
aún después de la involuntaria
embestida.
Azul, colibrí azul;
más allá de una ventana,
yace una flor de buganvilia
en la acera de mi casa,
como si durmiera,
como esperando que la cobije
en un improvisado suéter antiguo
y el “buenas noches” definitivo,
emane del risco de mi palabra;
como tantas veces fue,
como otras tantas no será;
tirita indefenso, diminuto,
con su corazón sintonizado
en frecuencia de amistad pulcra,
de un metal que se pule
obsesivamente,
no sabré cuánto amor le cabía en el
alma:
Azul, colibrí azul; lo veo
¿Lo ves?
Lo escucho pronunciarme
desde una enigmática cúpula
de su lenguaje
¿Lo oyes?.
Azul, colibrí azul;
el sereno es un ángel exterminador
de los hijos que Helios
ha dejado vagar en la tierra;
yo no sé cuál es el sabor de su
beso
y cuando me aproximó sus labios
recibí el tierno cobijo de mi
amigo:
del sereno y probablemente de la
vida, yo no sé nada;
pero sé que en otro cuerpo,
debió bailar un fantasma
que alevosamente
se disfrazó de grados bajo cero.
Azul, colibrí azul;
en algún momento
a todos los cuerpos
Thanatos les escribe su nombre en
la pupila;
hasta la noche lluviosa muere de a
poco,
en el Argos de la penumbra, las
estrellas son ojos cerrándose
con el filo de la espada temporal
que despeja el camino de la aurora;
y si no tuviste el infortunio de
ser ese
que se topó de frente con Judas
o tuvo por compañero a un
blandengue Pilatos;
llegarán todos
para sujetar tu mano
cuando partas.
Azul, colibrí azul;
al transitar esas calles
de casas como bestia inexplicable
que intenta caer sobre ti,
lo veía desvanecerse entre el
césped ajeno
al mismo ritmo en que la mano
paterna
tocaba mi hombro
para ejecutar un fallido intento
por sacar de la manga
el consuelo que no existía;
Azul, colibrí azul;
al abandonarlo en plena esclavitud
de la enfermedad,
me dijeron que no llorara
porque solamente, era un perro.
ÓSCULO PROCEDENTE DEL MAR
A Nelly Santiago Sosa
La
mariposa con alas de espada
sobrevuela
mi labio inferior
y
lo toca
en
acometidas precisas al emerger del azul,
fruto
de un árbol oceánico.
Ojos
de niña pícara
varados
en mí.
Olemos
a una triste efigie de sal
que
adornó las afueras de Sodoma y Gomorra,
en
tanto ella,
cincela
pasión a la usanza lobezna.
Da,
recibe, contraataca, nos rendimos;
pasión
extenuada,
en
el risco de mis palabras duerme la mariposa
que
amarme sabe,
que
a mar, me sabe.
IV
Corazón del Anáhuac
Primer año de la luz.
“El amor no sólo debe ser una llama, sino una luz.”
Henry David Thoreau
La firmeza del paso que a la aurora despierta.
El latido de todos los sabores nuevos.
Todos los amaneceres que habrán de venir.
Fernanda:
He aquí que vimos a los nuestros levantarse
de entre los abismos;
les tendimos la mano
y ahora estamos reunidos de nuevo:
montando el rabo del Halley.
¿Quién nos va a impedir hacerlo
a nosotros que fuimos a plantar girasoles en Antares
y salimos a jugar con sátiros?
¿Quién habrá de ralentizar la dinámica de los abrazos
mientras consumamos que ésta haga girar nuestra tierra,
la salvemos un minuto, una hora, un día, un mes, un año, siempre?
¿Y nos traguemos tanta bala
y escupamos semillas de sandía?
¿Quién habrá de decir que tu voz
no puede arrullar al grillo, a ti que
hiciste temblar al Tifón?
¿Quién emergerá de la parte inferior de la cama, intentará morder
e irse sin ser perseguido por dos ángeles?
Quiero saber quién se atreverá a tomar tantas espadas.
Porque entonces habremos de atravesar su párpado con una sonrisa.
Esta palabra que te ofrendo,
es lo poco que ha podido escucharse
entre las tormentas.
Ha sobrevivido a la intensidad de la marea;
es tu regalo.
Esta es la memoria
de todo lo que se inició cuando la luz
quiso venir a vivir a nuestra casa
y ya no se iría nunca.
Oh, fulgor al que veo cobrar fuerza.
Oh, Sol con la estatura con que quisieron describir a la hecatombe
y no pudieron
porque quienes te vemos
aún no sabemos describir la magnitud de la fe que repartiste
en cada corazón al que tuviste acceso.
Oh, grito de estrella
que se abre paso cada noche.
Tú: orilla de varios mundos.
A ti te hablo, con todo el amor que poseo.
Y sé que puedes escucharme.
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