CELENE GARCÍA
Algodón
moreno azúcar
ámbar
al atardecer altos
penachos
de magueyes
en
el monte humilde canta
la
lluvia sobre los perros encadenados
Miras
con tanta tristeza
que
no cabe este sitio ruinoso
se
enreda
como
una hiedra
Ay las entrañas tan blandas
tan ocultas tan sangrientas
tan a salvo tras los
huesos
tan frágiles
traicioneras
claveles carmesíes tibias se deshojan
Desciende la tormenta
hacia mis pies
Me oscurezco mar rojo
Muslos de miedo
Un diluvio de sangre
Un chorro de leche rompe
de
nácar los pezones
consuelo
blanco de la nieve
sueño
de cifras que esculpe al vuelo
la
gaviota sobre el puente
Soñé tres gotas de lava
sobre
la nieve
cada
una semilla de un árbol
Besos de sol
la
manzanilla
y
el toronjil
Las puntas de las hojas de palmera
las
cañas de bambú
los
arbustos
los
frutos del limonero
abanico
bicolor de primavera
Está tan florido el árbol
que incendia el cielo
¡Qué encendido vuelo
de
gaviotas dora los flancos
qué
fino resonar de arena
en
el oído íntimo donde se escucha
el
resuello rumor de río
bajo
la barranca verde!
Pasto
verde
tarde
verde
piel
verde nueva
verde
agitación de globos
en
la trampa
verde
de los árboles
redes
de aliento verde
espinas
verdes
hoja
verde gigante
verde
escarabajo suave
verde
luz
verde
el color de la tarde
verdes
los gusanos
verde
primavera que brota en los sauces
verde
licor del aire
verde
territorio de sueños
verde
beso convertido en caracol
como
verde esmeralda iluminando
el
agujero de la noche
verdes
rasguños y verdes gritos
niños
de verdes venas
tierra
verde que se enfanga
de
espejos y de ramas
y
de musgos
Tiemblo fantástica estrepitosa
súbitamente de mis manos
asciende
un sonido de maracas
un
anhelante ulular de semillas
que
revientan con el vaho cálido
de
mayo el té hirviente y acre
trae
el bosque aliento todo
incendiándose
a mi boca
solo
el aire pálido
y
nada más
Por
el rabo del ojo miro
los
brazos sobre la roca abierta
que
recibe en el pecho
los
efluvios de la aurora
Que la lentitud de las horas caiga sobre mis párpados
Que
el reloj sea luz y oscuridad ―y nada más―
y
nuestros dedos niños
pinceles
para las acuarelas
Que
el sol nos tueste la piel
Que
la niña germine sus rabietas
como lirios
sobre el lago
Que
la sal sea la sangre y el sudor
de nuestros
mares
(Azul
pálido sobre mi ombligo
―cúspide de la montaña―)
Que
siempre me hunda en la arena
siempre por
primera vez
Que
el mar suba a la montaña
y que
circule violento por la ciudad
que desplantó los árboles
Cuando
en las llanuras copulaban
los
bisontes los cielos rugían
se
amedrentaban las nubes
Qué
bello animal somos Amor
Uno
como en las fábulas
encontramos
la mitad perdida
que
se cuenta en El Banquete
Ya no lacera el viento de la helada
tu
húmeda voz de jade entierra
sus
tibias raíces en mi oído
Hay besos como caracoles
que
exploran los juncos
donde
llueve
Qué cerca están como frutos ardientes
bajo
el sol las manos que
me aman
En
este limbo no hay minutos
se
jadea dulcemente
no
hay día ni noche
solo
una tarde acezante
la
flecha se funde en la luna
y
la luna se abre líquida
Cuenco
de arena donde crece un castillo
las
adoradas manos se hinchan
en
la masa de maíz
jugo
de tuna y néctar de maguey
Los labios no son labios
son
auroras helechos de carne
tierra
que tiembla
sembradío
de papas
flores
blancas y amarillas
Tus
manos arrancan de cuajo
mis
hierbas de raíces delirantes
Los
labios no son labios
son
faros en la tormenta
Todo es húmedo adentro
la
sangre es un río tibio
y
elocuente el estómago
muere
de hambre o ira
de
amor o desventura
blando
y voluble
Todo
es húmedo adentro
el
manantial de lágrimas
se
alimenta de fados de
recuerdos
de
sueños que anidan en una hoja
abierta
toda a las estrellas
o
a las nubes y sus lluvias
Todo
es húmedo adentro
los
intestinos calleja ciega
de
los vahos y los humores de la materia
Somos
unas bestias que sufren
unas
bestias que gozan
y
a veces
los
charcos de una ciudad
que
ya no absorbe el agua
Todo
es húmedo adentro
ellos
se miran y se dicen y navegan
Todo
es húmedo
y
se tocan y se beben
®Celene García Ávila.
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