GERARDO ESCALANTE
epifonemas para
la temporada de lluvias
La muerte es
una isla, pensé.
Una isla idéntica a un cementerio.
Alrededor de ella flotamos algún tiempo y a eso llamamos vida.
Una isla idéntica a un cementerio.
Alrededor de ella flotamos algún tiempo y a eso llamamos vida.
Francisco Hernández
El suicida intenta dormir
En su búsqueda
cuenta mandriles salvajes
con ruta a un río de lagartos,
pero su mente se dirige al otro lado del desierto.
Los suicidas equivocan las cosas
—decía Anne Sexton—
dejan el pan que confundieron con un beso
el teléfono descolgado
las llaves del gas abiertas
-bueno, eso lo hacen a propósito de vez en cuando,
y sin embargo
terminan ese poema que habla
del engaño
Pocos saben de la asfixia que los inunda
hasta que tocamos el fondo
de una lágrima:
los suicidas sueñan
durante la lluvia
con el filo de una hoja
y su corpiño de gotas
rojas
Algunos roen el hueso de la muerte,
y al final otros confunden el hambre
sin saber cuál de los dos frutos morder,
la manzana o la serpiente
el pez
Hay un pez matinal que sale de entre los viejos libros y sus
tribus de polvo
que rompe la cristalería de las vitrinas,
desborda la rueca del cuarto de estudio,
rodea los muebles que flotan a la deriva en la humedad de las
habitaciones
y sube al ático.
El pez de los relojes ingiere todo lo que conservo en las copas
del sueño.
Una y otra vez jala para sí
todo aquello que he guardado durante
e s t a l a r g
a e s p e r a.
Mi tiempo de asfixia
es siempre para ese ser marinofórico.
Y cuando ve mis manos llenas
regresa el híbrido
y traga la placenta de los versos de un poema que ya no existe
dejándome la nada en su inadvertido retorno
ahora a través
de los surcos de mi cerebro
del que arranca la memoria y el olvido:
la criatura hipnótica arrastra consigo el recuento de mis días
para su invernadero de tormentas.
Incluso desde su aparición, los días son “antes y después del pez”.
Y le veo volver con la negra marea del sudor para deglutir
la poca luz que me queda
hasta abandonarme,
ciego,
en esta playa.
Mi querido
pez.
un origen menos
es probable que haya sido yo el último en ver
con vida a mi padre
tendido sobre sábanas que ya no daban flores
conectado a un estanque de vidrio con un
cultivo de algas
o composta de laguna
la cirugía, una pequeña reja de varillas
sobre el abdomen
un accidente en el pasado le dejó de recuerdo
una aneurisma en el meridiano del estómago
había perdido demasiada arena
dijeron los doctores
las palabras de Carlos eran tan secas como la manzana de azufre que
iluminaba la habitación
una enfermera autorizó acercar una esponja
con vinagre
a una boca que clamaba algo de dios,
aunque, en honor a la justicia cristiana,
sólo ofrecí una gasa de agua con mi mano a quien me había
traicionado por una moneda de plata
catorce años sin oírle decir una sola frase
una sola llamada -vaya ni una foto-
pero dejó una nota de ira en el camino
y una postal puntualmente dedicada
por la muerte
el brillo de sus ojos perdía la ruta
la larva del mediodía bajaba por los muros
las grapas metálicas sobre la piel dejaban
entrever
desde sus cavidades
una negrura perfecta
BLOQUE 2
después de la contienda (1)
ya
me estaba pasando de la hora de la comida en el patio de los sacrificios
de
mi sombra que aguarda fiel en el bocacalle
de
la sed
de
los días de deseo
del
otoño y la delicada hermosura de sus escalinatas
casi
me paso también de cerveza y de palabras
(Mientras
no rebase el nivel medio de la última
lluvia sobre el último valle
y
sus apasteladas configuraciones de asfixia civil…)
En
tanto no pasemos de largo el encuentro el amor inpuntual de los poetas
ni
su odio exacto
ni
desoigamos nuestra conquista
su radiación
nuestros
dos segundos de entropía histórica
ni
la palmera enferma traída por los antiguos tartesos
No
nos alejemos entonces de la puerta que nos parió y arrojó a la banqueta
A
beber un poco de luna durante la dolorosa conversión
de /cocodrilo
A
poeta/
el
que se arrastra para medir la pasión germinante
de
las jardineras de lo cotidiano
de
fobias y otras paranoias exquisitas
con la sensación de que alguien
te mira tras la ventana
saludas a la bella que anida en el espejo
Una página de Tolkien más tarde lo descubres
nadie te busca
en el monitor
como
a un ángel
de cuatro 5.8 siete 8 megas
y abres la cortina nanométrica
con un manotazo interior
como queriendo salir
de una pintura personal
a)
eres la muchacha con al arete de perla y
su dolor en el vientre
b)
eres Cecilia Bartolli atada al árbol de
la noche
c)
o la segadora que descansa en la
marialuisa del cuadro interrogando a la gente hasta que despierta en el campo
d)
eres Ofelia que ve el rostro de la
muerte hundiéndose en el río
Con la sensación de que alguien te
observa a lo lejos,
corres la persiana
buscando alrededor
“Se puede fundar una ciudad con los que me
han abandonado.”
Joseph Brodsky
Localizar a los amigos:
colgar de los dientes de la rueda de la
no coincidencia
cafés capuchino y cervezas
en el interior de las copas tiemblan
los rostros
Me ubico en el umbral sugerido por el brillo de la
cristalería
: entrar a algún lugar siempre secreta
una hipótesis
Dentro construiré una hipótesis sobre el afuera,
una que incluya la idea
de un cementerio ladino
Mientras tanto me decido por la hipótesis del afuera
Extiendo mis manos a la escuadra del sol
-es un rayo intenso aunque en la ciudad desolada
escurre como un hielo
la perturbación
la agorafobia
el síndrome de Stendhal
el odio
un aviso de bomba
las pistas indican una huida apresurada,
pero
todos las huellas terminan en la barra
el hombre que se oculta para olvidar la estación
y beber de más y
hablar de más
del
amor inexacto
del
rechazo fiel y sus plantas palidecientes
del
pentasílabo estrellaenalto:
Necesitaré más que la pérdida para robar poder del manto.
Pero si logro extraviar esta tarde
seré capaz de dejarlo todo
echar al hombre al pie de la puerta
acaparar al hastío brindar por el encierro
hundirme en las parcelas engrasadas de una mesa
y perder el grito
BLOQUE 3
sin nombre uno
A veces es necesario decirse
adiós por dentro
-Eugenio Montejo
Noviembre ha visto caer un árbol
la espuma de su sombra
como maldición endémica
en el agua
en la mesa
vino
y tela oscura
de esa sobre la que uno
está solo y se arrodilla
con la negrura del alma
y la sangre intoxicada
de neblina
bajo la piel
un peñasco abre el cráneo de las alondras durante la indecisión
del alba
facilitando
con sus ladridos
el trayecto de la noche
y la tormenta donde los navíos pasan de largo
y dejan a la deriva a sus amantes
En su rezo
el hombre espía lo que queda del mundo
y se arrastra
sobre la superficie
/inverso/
pero lo detiene de golpe la roca del frío
el árbol
única balsa
se hunde con la nieve
la poesía
En la programación de las actividades
culturales
el cartel de eventos para los
encuentros de poesía suelen ser “a deshoras”
Nada que no sepamos:
la poesía no tiene momento específico
de ser,
es como la ardilla del parque
no sabes cuándo bajará por algo de
fruta
o a
masticar la raíz de tus tardes
si permanecerá en su guarida de ardilla
durante el verano
o esperará a ver cómo el invierno rasga
su atuendo
entre las ramas de los árboles,
así que sé paciente
y cuando veas que se acerca a pedirte
un poco de alimento
arrójale avellanas del Paraíso
o semillas para el vuelo
desde la estrecha ventana de tu jaula
Hacia el poema
mueren el poeta y el loco
en el cenit de sus vidas
caen como ángeles prohibidos
sobre la calcinante loza de su sueño perdiendo el pulso suave
de las muchachas
y su órbita de bondad
y todos esos retratos de familia que desguarda
al mirarse los pies
la tristeza
la sequía
el tedio
la locura
: esas fieras
Sin embargo,
abotono con sangre la camisa del tiempo
durante la erosión del otoño.
Avanzo a través de su tormenta.
Decido no caminar más sobre las aguas de la ciudad,
deseo hundirme en su miedo
y retomar el canto:
las palabras recorren la ciudad perdida
recuperan la plaza
instauran la niebla
Estrello sobre la pared del alba el envase
del hastío
y rebautizo sus barcazas totémicas
Cada segundo son escritos mil versos
Nacen dioses
Las leyendas son silabascopios del sueño de Mahoma
Proezas míticas cuelgan de los postigos del templo
y yo las llevo con sencillez ante mi mujer y mi hija.
Pero no le digo nada a la poesía
porque para ella soy
la rama seca
el día de ruina
la estación violenta
la casa de aire
el
niño enfermo
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