LUCIA IZQUIERDO
A modo de epílogo
¿Por qué Nietzsche mataría a
Dios?
Por qué no pensó en la
posmodernidad
y en la necesidad de
simientos?
Hoy extraño la muleta
simbólica,
y me convierto en ala de
escarabajo atrapado en ámbar,
una luz me penetra críspida,
mordaz.
olor a magia mítica
comienza a hervir mi sangre
enlazadas
en las hadas
van tus vertiginosas miradas a
posarse
en un dios que no acaba de
morir
mientras yo, petrificada
observo tu iris como una
cascada de miel...
La naturalenza es un libro que
se debe leer
y los dioses su versión para
iluminar.
Anteros
Me enredo entre las zuelas de tus zapatos,
entre los desperdicios que se adhieren a ti
de congojas ajenas,
genocidios, jediondos de antiguos adeptos
remiten a un pasado que no quiero pensar.
Anteros,
También soy exiliada de mi familia,
también defiendo el amor indefendible,
también me duelo al entender
el paso de las hormigas,
También ahogo el grito
que desde nacer
ya estaba asfixiado.
Anteros,
me siento tarumba
en un mundo de autómatas
que entienden de todo
menos el concepto,
que dicen amor
cuando lo que les habita
es el estreñimiento.
I
Nunca entendí el músculo aortico de Timágoras,
¿será que la historia
o los vuelcos imperiales
nos hacen sentir más empatía con Meles?
Lo único por lo que damos la vida
ya no es el amor, sino el remordimiento.
Quizá el amor que me enseñaron a profesar
sea menos comprometido,
aunque también confieso
temo al exilio
más que a la frustración
y al amor más que a la muerte.
II
Supe Anteros de nuestra lucha común
en contra de aquél alado tira-flechas;
me enteré después de la última vez
que lo hube asesinado o eso
pensé
hasta que vi tus alas de mariposa
quebrando mi ánima y rompiendo la roca
que fue la armadura de mi aorta.
III
Pedí que me salvaran de la llorona
y no convertirme en una.
Por eso acudo a ti
vengador de las causas perdidas,
pues ya ni San Antonio
se ha dignado a escucharme.
me acusan de necia
porque no conocen el desasociego.
V
¿Conoces el dolor de sientir
que ajustas
culpas ajnas?
Si no es así, poeta
te falta mucho por
experimentar
antes de usar metáforas
que nadie entiende.
VI
El día que me enamoré de Anteros
La certeza que tengo de tu rostro:
Esa neurosis tan tuya,
esa mentalización profunda de todas tus acciones,
esa mirada tierna y escrupulosa,
esas patillas tan largas,
esas manos tan huesudas,
ese cezo incesante e inclemente con tu sueño,
esa migraña obtusa,
esas pláticas a oscuras,
esas desaveniencias en donde todo terminaba en "te
quiero",
ese dolor tan profundo,
esa incomprensión por las masas,
esos juegos tan perversos,
esa ternura con la que tocas mi rostro,
esa voz con la que dices que te abrumo,
esos tus labios tan tiernos que compartes verbal,
literal
y literariamente,
esa tu lengua certera y a veces tan rasposa,
esa barba que me hace sentir el ardor del sol en el rose,
eso, es todo eso lo que conozco
y no se compara con lo que te amo,
con lo que desconozco y amo de ti,
aunque a veces desee nunca haber
cruzado
la mirada contigo.
Aullar a
las manos de un poeta
De cara
al pavimento
abrí la
boca para paladear las ilusiones
que otros
han dejado abandonadas a su paso.
Como
llorar pa’elante y encontrarte con que escribes.
Escribes con ímpetu irrespetuoso,
escribes para no sentir,
escribes para sacar de tu sistema
laceraciones dejadas por los antiguos dioses,
escribes,
escribes para vomitar aquellas
angustias
como un acto de amor
y también de odio.
Yo escribo hoy
no buscando un poema entre mis
piernas,
escribo
porque he vuelto a soñar con tus
manos,
Poeta,
Escribo sientiendo el tacto del tiempo,
del encuentro
de las pérdidas y encuentros
desencontrados.
Escribo
porque palpo la ganancia.
Nunca pude aceptar
el exilio de tus brazos.
Escribo por soledad,
porque sentí
escurrirse mi infancia,
deslizarse indolora
incolora
insatisfecha
por entre mis piernas
ante los ojos de un perro
que hablaba de la soledad
reverenciada en viejas lenguas.
Escribo
Con las manos de ancestros
de los que he olvidado su nombre,
Escribo como un acto revolucionario,
porque alguna vez
quise aullar con los lobos
y me quedé
sangrando,
escurriendo
dilatando
estremeciendo
esta perra soledad.
Me preocupa más la muerte
"Espero que mi
determinación
permanezca firme
hasta que le plazca a la
parca inexorable
cortar el hilo de mi vida,
para un destino mejor o
peor."
Ludwing Van Bethoven
La cabeza taladra letras que no
escribiré,
aún mis piernas enyesadas hasta el
clítoris ajeno
gritan
por necesidad impropia de movimiento abrupto.
Es el olor del tiempo perdiéndose
en el talud del cadalso
el que realmente me llena de desconsuelo.
El verbo regresa en un ciclo
infinito
-me mantiene caminando.
El quebranto ya no está
justificado,
deambulo hacia lo escindido de mi
interior,
al lado oscuro de mi poética
con
la audacia -o estupidez-
de quien no le importa lo que
encontrará del otro lado.
"Voy caminando con un verso en
la mano"
y el mundo, las sensaciones y lo
que deparen mis letras
me tiene sin cuidado.
La matria
Hablamos del secuestro del tiempo
ensangrentado,
pide entonces el viento mi silencio,
que vuelva la luz,
para llenarnos de ausencia,
de ti.
Vivo en un delirio de miradas y
lenguas,
nado entre niebla numerada
por gritos que se ahogan,
se queman, me queman, me ahogan,
y mueren en el eco de 140
caracteres.
Me grita entonces el viento que me
calle,
que cese de sollozar la alegría
cual si fuera
páginas de libros que olvidé
o que debí olvidar desde hace
mucho.
Entonces deliramos con el tiempo
secuestrado,
sollozamos ante la sangre que se
derrama
pero cada 15 de septiembre,
en la hendidura que llega al 16
seguimos gritando ¡Viva México
Cabrones!
Aunque ya no recordemos lo que
significa.
Yorick
Besé a una mujer que miraba las
estrellas
dormía en el árbol de los lobos
y llevaba a mis miedos
atados del cuello
y mirando hacia abajo para que no
dañaran más.
No conozco otro mundo
que la guerra
ni otro modo de abrazar
que no tenga que ver con fuego,
pero tuve a Yorick
que me enseñó a reir aún de mis
desgracias,
que me enseñó a avanzar
aún a rastras,
que me enseñó
que lo único denigrante
es no ser lo que quieres ser,
no poder mirarte al espejo
porque eres los sueños realizados de otros,
los deseos de otros,
el reflejo de otros
que quizá ni conoces pero te han
determinado.
Fue la espada en la boca de los
encapuchados
la que extendió con fuerza la
pierna del omóplato,
la que cesó el reposo de las
lanzas,
me somete,
me hunde,
me veja,
me viola,
me invoca,
la que me escalviza,
es esa espada
la que arrebató la sonrisa a
Yorick,
la que esclavizó a Garrick,
la que destruyó a mi pueblo,
la que dice asesinó a mi Dios.
Alguien debería decirle que
no era él, que Dios tenía vientre,
Ella,
Se suicidó hace ya mucho
cuando oprimieron su pecho
desde adentro,
cuando se convirtió
en nieve de la cartera,
en papel hasta el borde de mierda,
reciclado,
símbolo del rehuso,
tatuaje eterno del sometimiento.
Mi diosa se suicidó
cuando la risa se volvió funesta
y la familia inventada
se renombró capital.
Fueron entonces las cascadas
en
las piedras de mi cara
las que me hicieron entender lo que
pasaba,
Yorick ha desistido,
ya no recuerda mi infancia
ni los cantos de guerra con los que
me arrullaba,
Yorick sólo quiere dormir,
reposar en la marea de la matanza
que lo vio hacerse viejo.
Por eso ahora que lo miro
como el trigo de los cisnes de
cuerpo rojo,
como el polvo en las alas de
gaviotas enlutadas,
como el rocío en el crisantemo
que se despetala,
se despetala,
se despetala
se despetala ante la mirada
indiferente
de los que me
escuchan,
de los que lo conocieron "sólo
de oídas"
de los que lo escucharon nombrar
e incluso de quienes sólo lo saben
un craneo.
Yo amé a ese tierno bufón
ese hartador de las gaviotas del
odio,
ese amigo que ahora derrama
la cerveza de los cuervos
Ese,
que me presentó a la mujer
que mira las estrellas
la que me ata y andando
se precipita al encuentro de las
fuentes
con una canción de lanzas,
no importa cuánto le insista,
me sigue tocando en teclas ajenas,
resquebrajándome el craneo
sin tocarme el alma.
Tras su lamento se esconde el
monstruo
que no conozco
pero pude ser yo misma.
Debí advertirle que por mirar la
tierra de las estrellas
nunca percibió al hijo devorador
que estaba a su lado.
Debí decirle que Amor
es una palabra demasiado frágil
para nombrar aquello que nos une.
® Lucía Izquierdo.
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