HUGO GARDUÑO
ACÁ EL LINK DE LA ENTREVISTA
http://www.codigoradio.cultura.df.gob.mx/index.php/palabras-urgentes/13859-hugo-garduno
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Espejo con botella y vértigo
De eso hoy me acuso.
Hoy que me he decidido a mirarte
en tu total
desnudez con tu abrazo.
Con tu abrazo a mitad de la desgracia
y la desfachatez recostada contigo
en mi cama
cómplice y así vuelta torva.
Ajada madre que con etílico semen
engendraste a este ser que me ha desgarrado
y soy, al estar en un casi privilegio.
Miembro de tu reino: Ese, de la algarabía, el devaneo.
Espejos etéreos de esperanza y sonrisa rota.
De la alcantarilla álgida de mi alma y mi pasado.
De mi futuro prematuramente rencoroso.
De
mi estandarte, mi deliciosa panacea.
De mi auto infringido derretimiento en burbujas
ácidas.
De
ese embrujo adolescente, ruin y cara dandi.
De ese elixir para restregarse la cara en las paredes de
lo real.
En este suelo donde una vez corrí ligero.
Con el mármol de mi salud inquebrantable
con la cual
tanto te he estrechado antes
de cada mil derrumbe.
Porque desde
hace mucho
contigo,
me acostumbré a vivir en la telaraña.
Me
acostumbré a sin remedio andar en el filo
aún con todas las cortadas y rasguños
que me provoqué al tropezarme.
Porque siempre me fueron abominables
los
pisos demasiado planos.
Por no ser yo
un bienvenido en el mundo.
Yo, un
catalizador
de lucidez de piedra.
Postal de invierno
No existe
el sosiego
cuando la
existencia se desholla.
Dejando la
carne inerte
enfebrecida
del dolor que regresa.
Y la mirada
puesta hacia su propio espectro
se ahoga en
la ciénaga de todas sus miserias.
Y los días
del presente, tienen un sol helado
crudo que no engaña, y por eso es enemigo.
Se curva la
aspereza para reencontrarnos
y abofetear
al sueño, con el imperio de las malas horas.
No hay
resguardo para adormecer la angustia
ni ilusión que se resista a ser
burlada.
El puñal
que a la calma ha desgarrado
al regresar
llega con la sangre que antes derramó.
El remolino
es adentro de un cuarto que se cae
y la
zozobra es por terminar totalmente a la intemperie.
Con el
estómago lleno de navajas
y el cuerpo despellejado ante una
helada.
No libera
ningún posible lazo hacia la infancia
pues ésta
es un pequeño monstruo que persigue.
Tiene un
rostro plañidero cínico
que la ropa nos arranca a trozos
para echarnos a
llorar afuera.
Antes no
hubo más que una tina con cloro
para retozar en
sombra.
Y hoy todos
esos escondrijos forman
una laberíntica
galería
en la que
se anda con el lodo hasta los muslos.
Cara gris
de invierno hermético
el panorama
es de nubes nuevas que no nos conocen
son altas y heladas, como océano que
amenaza.
Al caer la
noche es para salir a un desierto oscuro
donde todos los vivos han huido a su
refugio
y ahí, le eres un extraño a
todo.
Sólo eres
tú el que conoce ese deambular aislado
en la periferia de otros, y dentro de tu
pozo húmedo.
La mañana
nacerá de espalda a todas tus razones
y a todos tus
quebrantos enemigos.
Y el mundo
no habrá sido que cambió
seguirá
conformado ante todo, de aquello que se toca.
Quizá así
sea posible escapar de esa descomposición
de tu aura, haciendo
sólo
lo que es posible hacer.
La heredad
Cuando se
nace con el nulo cobijo
de girones de suerte
la
precariedad, el no tener
es un peso
enorme que a la vida amarra.
Para desde
temprano asumirse
resignada la condición de no poder.
Para mirar
desde lejos
las bondades
que alfombran el piso a otros;
y desde el
umbral de una inferioridad impuesta
arrancarle
a un día unas migajas, sólo un poco
como
condición única para seguir en el desahucio
permanente.
Para
alimentar en ese día un cuerpo abrumado.
Que parece a nadie importa, y no
sabe
más de
mañana, que la repetición avara tan sabida.
Y sólo
espera que no sea tan mísera como tantas anteriores.
Al perfil
del desheredado
lo ha
carcomido un sol ardiente
La suciedad
y grasa de aceras ruines.
La
ferocidad y desolación mezcladas en el gesto.
El
desgarbado andar de la vileza ingenua.
La
desnutrida talla de los siempre peones.
El peso
desbordado de la podredumbre de arriba.
Las íntimas
enemistades y zancadillas entre parias.
Los
pequeños crímenes de famélicos lobos
La violenta
y enemiga relación entre la misma sangre.
Las últimas
sobras para la jauría indolente.
Hay una
nube ácida de la que se bebe.
Los zapatos
antes de calzarse ya están rotos.
Desde una
ventana alguien mira lo que no quiere
mira a los
que están fuera de su cuadro.
Que hurgan
entre bolsillos ajenos una piedad
para matar
la inanición, sin esperanza ni arribo a nada
mas que el tratar de ser menos
machacados.
Para no
sucumbir en ese mar tortuoso
en el que con dificultad
respiran
sujetados a una pequeña tabla.
Nada más
para no perecer
en ese naufragio de desierto
su única heredad y panorama.
Ahí
Ahí, cuando
con el paso de mi tiempo lo deseaba todo.
Lo mismo el prodigio para mi desmesurado
sueño
que todas las aristas en el filo de
la vida abajo.
Una sola
senda es la que se tiene
y pobre de
aquel que la anda con los ojos bajos.
Que
de sí nada pide, y a la vida no pregunta.
Debía
llegar la consumación de mi ansia.
Sin embargo
para merecerla, antes al existir le necesitaba
conocer cada uno y todos sus rostros.
Y no
tardaron en caminarme enfrente,
como
multiplicación de naipes
todas las
posibles fracturas, de vidas que parecían no servir sino para eso.
Uno a uno,
mientras el tiempo transcurría todos iban cayendo
en cuentas de lógica, que únicamente
esperaban su hora.
Perder y
perderse no extraña, cuando en los ojos sólo está de no saber la nada.
Cuando la
chispa de la sangre cree poderlo todo.
Porque
tanto vale el riesgo, aunque no se sepa para qué lo sea.
La audacia es candorosa, cuando
apuesta por migajas.
Siempre en
la lumbre y su escozor conmigo cerca
yo observé,
y ya no me importaba tanto desbarrancadero y pifias.
Mucho
enfrente como carnaval fue mi habitual vista, y de él pude formar yo parte.
En medio
del temblor que produce la debilidad que cobran
los estallidos insensatos de
costumbre desquiciada.
Sobreviviendo anduve, para no
sucumbir del todo.
Y se hizo
una usanza que nada sorprendía
ese desfile
enfrente de la desgracia repetida de conocidos rostros.
Ahí nunca
me pregunté, si sólo veía eso: porque estaba dentro de ese pozo.
Quién sabe
cuánto puede saberse en un puro remolino.
En un mareo
prolongado que termina atrapando puramente aire.
En una vorágine de vida, que nada más sobre
sí se convulsiona.
En el
remolino de un tiempo laxo, yermo.
Donde el descalabro
es familiar de suerte ordinaria.
Y todo,
como el tiempo y la existencia parece no caminar nunca.
Sin embargo
el tiempo apresurado casi con saña avanza.
Y en un
pasmo ahí fui sorprendido, sin ya en mis ojos sorpresa a nada.
Con el estandarte de mi ensueño, a
un paso de tenerlo muerto.
Alrededor
de la roca
En una nube
de cloro.
Olor
extraño de medicamento envenenado.
Sabor sintético de fino carburante.
Se nubla la
vista entre las paredes
se enturbia
el aire que muy lento circula
se contrae la realidad temerosa.
Fulguran
las rabiosas ansias
por una
quimera inaprensible de sulfuro
que embruja pero no se alcanza.
El temor se
acerca a la ventana
en una
mirada paranoica hacia afuera.
Se
desconfía de la realidad del mundo
que adentro se
aniquila.
Al sumirse
en el pozo blanco de la bruja roca.
El breve
éxtasis: demonio paraíso en un punto
que se confunde con cada partícula blanca
cuando la necesidad es un
arrebato.
El tiempo y
las noches no son más que sirvientes
a los que
se les destaza el cuerpo para el banquete
de las ansias.
Y se les desecha en una cámara de limbo
torvo.
Alrededor
de la roca, la cofradía de los fantasmas
que ya
poseen su color, olor, y ese humo en las venas.
Enardecidos por ese tizne blanco
que les flota
al
arrebato para poseerles.
Desde
adentro con inusitada fuerza que se obtiene
y se
desvanece en un segundo pulverizando a las vértebras.
Dejando ahí mismo ese hueco
enorme que exige
más de ese sutil gas que nunca
sacia.
Y fuera de
esa hambre todo lo que existe es nada.
El piso siempre caminado se podrá
romper
se podrá volver sólo escollos sin que
importe.
La ventana
del porvenir habrá de tapiarse
se procurará ignorar como mal presagio:
Burla
adelantada, nubarrón o lastre impertinente.
Enfebrecidos
en las tinieblas de la calle
o al digitar un número para obtener el
papelito
para
regresar a la mudez apretando las quijadas.
Para volver al éxtasis, de ese demonio
paraíso.
® Hugo Garduño.
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