Mónica Soto Icaza
Aquí el link de la entrevista completa:
HOY ME PIDES
VOLVER a ser trapo de cocina
cuando de nuevo
soy vestido de noche,
quieres de
vuelta mi sonrisa cotidiana
cuando disfruto
convertirme de nuevo en
endorfinas.
Sí, extraño ser
la esposa del prominente
empresario
el ama de casa
que conoce de ligueros
pero también
remienda calcetines,
la
profesionista que la gente envidia
por lo resuelta
que tiene la vida.
Hoy ya no estoy
segura
de que seas el
último en penetrarme,
ni de hacerte
la cena cada noche
como si fueras
a morir mañana.
Hoy sé que
otros hombres son capaces
de apreciar el
brillo de mis ojos,
de hacer poesía
con el largo de mi pelo,
de provocar eco
en mis suspiros.
Hoy sé que con
un orgasmo
no se escurre
la existencia.
Hoy sé que un
orgasmo
en la persona
equivocada,
diluye familias
enteras
y hace escapar
la dignidad.
MIS MARTES
SOLICITAN dueño:
busco a un
compañero para practicar
la danza del
vientre en su cadera.
Deberá ser un
hombre que crea en la magia
para comprender
a mis dedos
cuando se
multipliquen por cinco.
Otro requisito
es que sepa jugar al mudo
no me importa
ser la primera, décima
o su mujer
número 60,
quiero creer
que mis caricias
son las mejores
de su vida.
Mi
hombre/compañero será halcón,
aroma de café
tostado,
cama recién
tendida
y silencio
listo para tocar una primera nota.
Se reciben
candidatos
los martes de
nueve a una,
los demás días
de la semana
seré artífice
de mis propias historias,
mi propio
colibrí.
RÓBAME ESE BESO
que me he negado a darte
arráncame el
vestido como si fuera un accidente
succióname cual
helado al fondo del cono
provócame esos
tres orgasmos que me debes.
Vamos a
escribir juntos crónicas secretas
donde el héroe
termine siendo siempre un delicioso infarto.
Vamos a
inventar un código secreto para amarnos
donde beso,
abrazo y hacer el amor signifiquen lo que nunca imaginamos.
Yo no necesito
promesas de eternidad.
Lo que yo
quiero es una cama temporal,
un lugar para
soñar mientras todavía haya sol,
entre semana y
en horas hábiles.
UNO DE ESTOS DÍAS EMPEZARÁS a extrañarme
te arrepentirás de errores
despertarás en las madrugadas con la almohada empapada en llanto.
Uno de estos días
vas a amanecer con la imagen de mi mirada
te levantarás de tu cama y me verás en todos los reflejos
mientras te lavas los dientes
mientras conduces hacia casa de tus padres
mientras buscas en otros ojos el amor que era para ti.
Entonces te darás cuenta,
y rogarás al cielo que esto no sea un conjuro
porque sabes de la fuerza con que invoco
pero en mis ojos ya no cabe la inocencia.
Ama y
Dueña de Mí
Desde
hoy, me doy cuenta que así como me pertenecen mis tristezas,
también
me pertenecen mis bendiciones.
Desde
hoy, decidiré cuándo llorar por ti,
sabiendo
que puedo disfrutar de mi tristeza
sin remordimientos.
sin remordimientos.
Desde
hoy, decidiré cuándo reír por mí,
sabiendo
que puedo disfrutar de mi alegría,
también sin remordimientos.
también sin remordimientos.
Desde
hoy, viviré mis días como dueña de mis emociones, abandonaré el traje de víctima.
Desde
hoy, regaré mis momentos con agua de belleza y lluvia de gotas mágicas.
Desde
hoy, soy Ama de mis circunstancias
y Dueña de mis pensamientos.
y Dueña de mis pensamientos.
Desde
este momento, Soy Ama y Dueña de Mí.
Desde hoy y para siempre.
Desde hoy y para siempre.
VESTIDO DE NOVIA
A los 21 años imaginaba el día de mi boda. Siempre que veía un vestido
de novia en los aparadores de las tiendas mi mente volaba hacia el futuro día
más feliz de mi vida. Me encantaba contemplarlos y escoger uno. En diversas ocasiones
decidía cuál me gustaría usar pero cambié de idea muchas veces. Un día tuve que elegir al fin uno de ellos:
era el vestido de novia de mis sueños: blanco, entallado, con una crinolina
enorme y hermosas flores bordadas a mano. No recuerdo bien la cara de mi novio,
creo que mi único recuerdo de esa boda es mi preciosísimo vestido blanco. Me ha
sucedido lo mismo nueve veces.
Supongo que he desarrollado una manía por
los vestidos de novia.
CRISTINA
Quería
escribirte un cuento, pero recordé la imagen de ustedes dos en un porta
retratos de tu recámara. Llevábamos tres días de novios y todavía estaba ahí:
restregándome en la cara su relación de tanto tiempo. Una hora busqué
inspiración, caminé, escuché música, leí poemas de amor. Al fin mi pluma te escupió
una mentada de madre.
¿MANDE?
Un viaje largo en taxi con los hijos pequeños de su hermana. Después de
dos horas de regaños, gritos y peleas a ella le sorprende cómo el conductor
maneja con toda tranquilidad, incluso hasta le sonríe por el espejo retrovisor
cada cierta distancia. Cuando Raquel ya no puede soportar un segundo más el
escándalo, toda la tensión acumulada durante el camino sale disparada en forma
de carcajadas: detrás de la oreja del taxista se asoma un pequeño aparato de
sordera.
EL
DIARIO
Escribo esta noche para conciliar el sueño, pero en vez de lograrlo, mi
mente inventa palabras nuevas para narrar experiencias viejas. Ahora entiendo
por qué algunas personas escriben un diario, es cansado recordar los días
cuando ya hay un humo de años sobre ellos, las experiencias acumuladas van
haciendo insignificante a la cotidianeidad. Cuando escucho hablar a una persona
mayor me doy cuenta cabal de eso, para ellos treinta años se resumen en unas
cuantas palabras, pero en este momento yo misma no los tengo, ¿quiere decir que
cuando tenga 70 mi vida hasta ahora va a ser un resumen de tres o cuatro cosas
importantes?
Desde mañana empezaré a escribir un diario.
VOYEUR
Mi casa es
luminosa como ojos de mujer enamorada. Tiene un ventanal con vista al cielo y
una jacaranda de flores traviesas, testigos de cómo mi cuerpo tiembla con el
recuerdo de ayer.
Tú me miras desde el vértice de mis piernas,
justo a esa hora del día en que el blanco brilla y el negro parece vacío. Me
saboreas, buscas en bordes y hendiduras provocar la marejada que me hará
gritarte “te amo” mientras entierro las uñas en tu pelo. Intento mantenerme en
silencio para escuchar la danza de tu lengua; haces que mi pubis se levante de
la cama y succionas hasta que no puedo contenerme y te empapo la sonrisa.
Despierto. El cierre abierto del pantalón y los
dedos metidos en mi ropa interior me delatan.
Estoy lista para continuar la fantasía cuando
miro hacia la calle y mi vecino aplaude desde su ventana. Cierro las cortinas,
pero me arrepiento y vuelvo a abrirlas: esta vez con una reverencia exagerada y
besos al aire.
Tacones grises:
Fausto
hizo una fogata con mis tacones cuando se encontró mi colección de condones.
No, no es un verso sin esfuerzo, fue una verdadera tragedia.
Tacones negros.
1.
Fui
una mujer doble. Poco tiempo disfruté mi condición de bien casada, hasta que el
trancazo de saberme tan común y corriente me decidió a cambiar el rumbo.
Todo
empezó cuando me enteré de la infidelidad de mi marido. Teníamos apenas unos
meses de matrimonio. Mi intuición fue la primera en decírmelo, después las
llegadas de madrugada con el pretexto del trabajo, el cuidado excesivo del
sitio donde colocaba su teléfono celular, las contradicciones. Pero lo que me
confirmó sin sospechas, fue su rechazo a mi negligé negro aquella noche de
abril.
Era
una mujer muy enamorada, vivía la fantasía con la que todas las niñas crecemos:
encontré al príncipe azul, me casé y parecía que viviría feliz por siempre.
Pero él no tenía los mismos planes que yo. Se fue tras la primera rubia que
apareció en su camino. Yo pude haberme quedado en casa como todas y como todos
los días, con mi cara de estúpida y mis recuerdos embarrados con estiércol.
Tacones
rojos:
¿Quién
nos dio a las mujeres el papel de mártir? ¿Por qué una buena mujer es aquella
que se traga el coraje y convierte el dolor emocional en dolencias físicas?
¿Por qué una mujer joven perdona al marido muchas veces, y cuando él se hace
viejo se consigue a una joven de la misma edad que tenía su esposa la primera
vez que le puso el cuerno?
Podía entender
las razones de Fausto, pero no perdonar al punto de volver a amarlo, no me iba
a convertir en una de esas santas que terminan con cáncer, mal queridas y para
colmo, mal cogidas. Yo no me iba a arrepentir dentro de 20 años.
Tacones
violeta:
El
cofre era equivalente a los seis orgasmos de un alemán altísimo. Los asientos
los patrocinó el chaparrito moreno claro de imaginación extra-ordinaria. Los
espejos retrovisores fueron de un escritor que me fascinaba y por eso le hice
un descuento. Adquirí la cajuela con el dinero de un comerciante viejo y feo
que dudé en aceptar. La capota especial la pagó mi querido Ramiro, nos volvimos
buenos amigos. Las llantas las compré con el consolador de Daniela. El motor le
salió carísimo al único que me hace sonrojar al recordar lo que pasó esa mañana
en su jet privado hacia Las Vegas. Mis ahorros los patrocinaron todos los
demás.
No
era una mujer ambiciosa, por eso tenía máximo un cliente al día. Lo mejor del
caso era que a Fausto no le parecía raro el deportivo blanco estacionado en el
garage; él creía que lo había comprado con el dinero de la casa. Pobre iluso,
si con su quincena sólo alcanzaba para caprichos pequeños, como los tacones que
siempre utilicé para engañarlo.
®Mónica Soto Icaza
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