Alba Silente
Andrés Márquez
“La verdadera vejez del hombre empieza
el día de la muerte de su madre”
José Lezama Lima
A mi madre*
I- Al toser
De pronto todo se te nubla,
tu mirada se aletarga para observar
el interior de tu dolor incontenible,
estiras las manos para asirte del aire,
aprietas el cráneo para contener la convulsión,
el tosido que arremete en los oídos.
Tu cuerpo se cimbra en segundos infinitos.
Abres los ojos:
–|Ya estoy bien!- dices,
nadie lo creemos,
pero hay mentiras hermosas.
II- Imploración
Suspende la fragancia del ronquido,
no acometas el silencio de la casa
con el rumor de crotalillos en tu almohada,
-bengala taciturna
que aumenta la inquietud de la vigilia.
Muéstrame el paraje donde el dolor redime,
donde la tierra sirve
para alimentar plantas,
nunca para contener tu cuerpo.
III- Setenta veces
Ayer tosiste setenta veces.
Setenta veces recé por ti.
Setenta veces quise cercenarme el cuello.
IV Hospital
Mientras espero a que regreses
de los estudios que dictaminarán tu muerte,
a que la visitas nos devuelvan el tiempo
de estar juntos,
a que tus mirada haga ligeros los silencios,
veo como, junto a tu cama,
una chica llora porque un ojo
le ha quedado mudo.
Entras temblando,
te recuestas en la cama ortopédica
y me observas callada
para decirme
lo que yo juego a no entender.
Beso tu frente,
te digo que has mejorado.
Luego me vuelvo llorando a la ventana.
Desde aquí miro
como los autos
atropellan mi alma.
V- Regreso
Al salir del hospital
los huecos de las paredes de la casa
se rellenaron con tu sombra,
la maceta mostró su canto violeta
y se abrió el alba de tu salud.
Dijeron los médicos:
"No es nada,
una simple cefalea incurable,
un nervio inflamado,
una parálisis que roe la garganta,
un áspid enroscada en su gemido"
VI- Lenta angustia
El dolor es una muerte lenta
-gota que cae
y toca tu cráneo.
¿Cómo conseguir el sueño
si tu cuerpo te asfixia
como un dogal dictaminado?
(de súbito despiertas,
otra vez alucinaste el hospital,
y el ojo de esa chica que ha quedado inútil)
La angustia del desahucio,
es un dolor lento, que ataca silente,
como la muerte.
VII- Cuerpo presente
Es un amanecer oscuro
en el que hablas de lo efímero
con tu cuerpo,
es una aurora perpetua en la que duermes
y que yo niego.
De cera
una voz escurre
en las paredes,
sopla el balido de una tromba.
Al centro
un cuerpo piedra
que no puede ser el tuyo.
Ahora dime:
¿con qué manos se arroja la tierra
a la tumba,
con qué ojos se lee tu epitafio?
VIII- Incienso
Lo último que puse en el cuenco de su mano
fue una pira de copal encendido.
El patio amaneció con horror sonámbulo,
la luz concluyó con el resguardo de cenizas;
y no he de decir que mi corazón palidecía,
que los jardines flotaban en la marchitez del espacio,
ni que me afilaba las uñas con los dientes
porque no importa la monserga de mi historia
sino el zumbido silente del alba.
Extendió sus palmas
-cavidad limítrofe del tacto,
oscuridad blandiendo preguntas y misterios.
Extendió sus palmas.
Para cuando tocó mi cuerpo,
la memoria
me arrojaba en un canasto sobre el agua.
IX- Sonidos
Soñé con el día
en que escuchábamos el mar en caracoles.
Al despertar,
pongo tu vaso en mi oído:
se oye un tosido que se aleja.
X - Eternidad
Será mi corazón tu último aposento
–canasta, cofre, pesebre o túmulo–
donde contenga el marisma
y la flor turquesa de tu cuerpo.
Allí transitarás todas tus vidas,
dormida
en archipiélagos de aire.
Ahora un santuario de mutismo.
Tu cuerpo es la forma de mi dolor:
mi sabor desconocido,
falacia incandescente,
mi desahucio.
*Concepción murió el 13 de enero de 2002, amaneció asfixiada por una tos que le provocó infartos cerebrales. Ese día nevó en los montes y el cielo regaló un arcoiris.
Andrés Márquez
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