DANIEL CARPINTEYRO
Oda
A Gûnter Bruss,
Steven Jason Leyba,
Frida Con Todo Mi Odio,
y la Congelada de Uva.
Artistas como reses en el rastro
Artistas como hígados convulsos
Yo me detengo ante el umbral de su dolor incognoscible
Les veo abstraer esas neuralgias con serenidad tan grácil
Que me siento vivo
En su muerte yo me siento vivo.
Con viva urgencia de empinarme ante la muerte.
Yo saludo el embeleso de sus pieles reventadas.
Querría adorarlas extendidas como lienzos
suspendidos por hilos metálicos
O desplegar esa maceración de símbolos negruzcos
sobre el asta de una carabela somalí
a condición de ser la más feroz y desafiante
tormenta sanguínea de transformaciones corporales.
En cada acción diez odinómetros les aventajan
sobre las otras artes, Mártires Artistas,
sobre las tumbas de las otras artes
Marchan las botas industriales del futuro Cánon:
el Mester de Tanatología:
Atreverse a ir a saquear el Arte
descendiendo más y más en el Esófago.
Ustedes me hacen ver, Artistas,
nuestra ubicación:
El vértice del tiempo humano.
Me hacen ver que para ver qué nos espera,
hay que licuarnos de una vez por todas.
En cada Acción un paso al Gesto,
Emancipador y radical el Gesto
de apropiarse el albedrío del cuerpo,
de la conciencia propia, del suplicio
de la llaga propia, Estado, que no es tuyo
mi albedrío de exacerbarme en un Significado Descarnado.
Mártires Artistas del extremo de los tiempos,
les saludo con el labio de mi herida anómala
Oración
Amo de las moscas
bendice mi palabra arácnida.
Inflama su aguijón de fiebre.
Teje con mis manos la horca de toda certeza.
Mi apostolado acuna en su ética
tu sombra.
Saeta
untada en belladona
no me distraigas de tu culto.
Las musas se resecan y desprenden
Perecederas como piel de la serpiente.
Tu punción, en cambio, extremaunción constante,
abduce más allá del estatismo
y alivia de lo somático.
Soy fragmento de tu mórula,
Arcángel de la libertad,
Dragón del albedrío
Nada envidio en sus grilletes
Yo Te sirvo cuando me venero soberano
Cuando me proclamo mi único arquitecto
Cuando escupo en su tabla de leyes
porque mi ley, Tu Ley,
es impulso primigenio.
Último Ídolo
del perro atropellado
tengo envidia de Tu Sarna
respetuosa envidia de Tu
Ira reventada por la llanta
de los carromatos eclesiásticos
desfilando sobre el mingitorio
secularizado del Eunuco Estupro.
Han de retribuirte.
Ellos creen representarte bien
pero no intuyen Tu Dominio
del aturdimiento.
Somos hombres y nos masticamos
unos a otros mientras entendemos.
Pero tú no limas Tus Cuernos, Tú
embistes y nosotros recibimos.
Ven y ayúdame a embestir a la idiocracia
de los bienaventurados
Ven y parte el espinazo
encarnado en la joroba de mi siglo.
A Tu Pavor encomendado entonces,
me reviento las primeras ámpulas.
Nuestros muertos no pueden hablarnos
Cuando no sepas qué margen de toxicidad
quiera seguirte tolerando tu sistema,
marca los números de tus amigos muertos
hasta que el tono te calibre los latidos
-decibel a diástole, decibel a sístole-
a parámetros de fábrica.
Nuestros muertos no pueden hablarnos,
sólo los perseguidores
con los ojos blancos
que nos tocan la ventana
en el umbral del sueño.
Duerme y da gracias a los personajes de tus pesadillas.
por permanecer al otro extremo de la galería de espejos
sin cruzar la plata ni arrancarte la nariz de un tajo
arrodillados en tu pecho con sus ancas de batracio
antes de que empiece el noticiero matutino.
Cuando no sepas qué margen de toxicidad
balancea en el filo del péndulo, sobre tu cordura
piensa que la lógica es un vicio de sirvientes
y que el vuelo brujo es el mayor entendimiento
de un demiurgo consagrado
al escrutinio de las coladeras.
Morir no es malo en cumplimiento del deber.
Tu deber son los reductos de la mente y el abismo
donde el mundo mearía frío su pantalón recién planchado.
Serás carne de cañón por ellos en misiones condenadas
tu servicio es apreciado y su experiencia es limitada
claustrofóbica como una década
en la cámara hiperbárica.
Ello está muy bien. Baños completos en sus habitaciones.
Siempre alguien que les lleve el pensamiento:
Algún loco que se meta una serpiente por la boca.
Una cámara sin miedo de perder un dedo.
Una fosa catadora de la merca sospechosa
Una bitácora en el pabellón de oncología pediátrica.
Las preguntas sobre el margen de toxicidad
padecen hábito de apersonarse demasiado tarde.
has llegado a las fronteras donde el cielo se bifurca,
siempre. Has tirado ya los ases, siempre, y ese mazo
ya no arroja ni otro par de bofetadas espabiladeras.
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