ALEJANDRA LÓPEZ SILVA
BESOS DE CANELA
En nuestros labios dejamos besos de canela
inventados por nosotros. Recuerdos nuevos sembramos en cada uno sobre los
surcos del pensamiento, simiente tierna que el tiempo hace crecer. Recuerdos
que insisten en quedarse al echar raíces en mi cerebro.
Tocó al umbral de mi vida, solitaria como estaba
atendí a su llamada. Abrí, le dejé entrar sin pensar en lo que pasaría. Llegó, alejó los espectros que no me permitían vivir. Le conté
secretos, hablé de mi soledad, del hueco interno que cada día como una mancha
negra se extendía en mis entrañas, corrosiva, causándome mucho daño, llenando
mis lagrimales, desparramando mi alma a cada momento.
Escuchó atento, enjugó mis lágrimas, me brindó
consuelo: dijo se encargaría de alejar
a los fantasmas, a crear nuevos recuerdos, a darme la oportunidad de
sentirme viva otra vez. Haría limpieza en el baúl de mi vida dando espacio a
esta aventura de la que seríamos protagonistas.
Creí sus palabras haciéndolas mías ya que dijo ser
el ángel que yo merecía. Acepté su oferta; recorrí las cortinas, abrí las
ventanas, la luz de un sol radiante llenó mi habitación, sentí el calor en mi
cuerpo, se derritió el hielo que lo envolvía.
Abrí mis entumecidos brazos, me bañé con la tibieza
que el monarca me regalaba. Mi corazón comenzó a latir con gran festejo, despertó,
salió de su prisión. La sonrisa borrada de mis labios resurgió entre las arenas
movedizas que la ahogaban. Un brillo nuevo se instaló en mis ojos, cristalino,
refulgente mirando hacia un nuevo horizonte.
Las mañanas se tornaron luminosas pintándose de
colores naranja y rosa. Terminaron los días plomizos, todo renacía otra vez.
Comenzó a visitar mis sueños, las noches ya no eran un tormento pues él me
cuidaba vigilando mi descanso. Mis labios apagados bebieron el agua limpia que
ofreció de los suyos, calmé mi sed, sacié la larga espera por hallar un oasis en medio de mi
desierto.
Una chica alegre de nombre Esperanza visitó mi
hogar. Le di la bienvenida dejé se quedara compartimos habitación, tejimos
entre las dos una gran cobija llena de color.
Pero la vida envidiosa no soportó mi alegría; con
una gran bofetada me despertó. Todo fue un sueño, una mala racha. Obtuvo lo que
deseaba exprimió mis sentimientos largándose sin decir nada.
Salí de mi quimera, abandoné el bello mundo creado
para los dos. El ángel era humano. Se despojó la túnica, cortó sus alas y de
paso arrancó mi corazón arrojándolo a esta oscura caverna en la que ahora,
hundida en el silencio, en la humedad de este lugar veo las nubes gordas, grises que se posan en la azotea.
Estrené lágrimas, mi amiga Esperanza se marchó, ocupó su lugar otra llamada
Desolación; regresaron con ella los fantasmas y un nuevo inquilino. Duplicó la
tristeza, las noches de insomnio se llenan con monstruos terribles que se
escabullen en mis sueños cuando logro dormir.
Mi corazón embarrado en estas frías paredes late
despacito como queriendo dejar de hacerlo, apenas se escucha su latir mientras
mi ángel humano se perdió en la muchedumbre alejándose de mí, entre otros
demonios debe ser feliz.
Cerraré las ventanas, correré las cortinas, el sol
no alumbra más, ya no siento su calor.
Se terminaron los besos de canela, quedó solo el recuerdo de ese
agradable sabor. La nevada nuevamente me cubre de hielo, ya nada existe para
mí.
SGUNDO BLOQUE
EL SABOR DEL
DESEO
Despójate la ropa, desnuda tu cuerpo. Apaga la luz,
permite que la oscuridad envuelva este momento; entra en mi cama deslízate bajo
las sábanas que ansiosas te aguardan. Aquí estoy esperándote desnuda también.
Rodéame con tus brazos comparte conmigo el calor de tu piel. Atrapa con tu boca
la ansiedad de mis labios, obséquiame la miel de los tuyos.
Bésame toda, recórreme de la cabeza hasta los pies, no dejes nada sin reconocer.
Bebe la humedad que de mí fluye como agua tibia de manantial, refréscate en
ella, nada a tu antojo, deja jugar a tu lengua con libertad.
Sacia sereno tu sed lujuriosa, ¿qué diablos nos
importa el tiempo?, hagamos estos instantes perpetuos, inmortales para llenar
el baúl de los recuerdos. Cuando hayas terminado retorna a mis labios, comparte
conmigo el sabor del deseo, que la lujuria que nos acompaña deguste este
manjar.
Con tus manos reconoce mis senos. Estrújalos.
Bésalos. Absorbe como si fueses un bebé. Siente como se erigen a tu tacto,
despiertan excitados por tenerte aquí. Me abro en silencio. Preparada estoy
para recibirte. Hazlo despacio, sin prisas quiero sentir cada movimiento tuyo
dentro de mí. Te regalo estos
gemidos nacientes al peso de tu cuerpo, al ritmo de tus caderas; los susurros,
cada beso, tus caricias, tu aroma excitante, tu sudor caliente quiero grabar en
mi mente. Guardar cada detalle, absolutamente todo esto que sostendrá mi vida
por largo tiempo porque sé que después de esta tarde no volveremos a vernos.
TERCER BLOQUE
CIEN AÑOS
Al fin me decidí, esto es lo que haré, no intentaré
más olvidarte. Permitiré que con libertad habites en mi memoria, dejaré vivas
ahí todo el tiempo que quieras. No te echaré, quédate en ella y amuéblala como
te dé la gana, coloca adornitos, alfombras y cortinas para que te sientas
cómodo, como en casa. Pon flores, lámparas, algunos de nuestros retratos para
embellecerla.
Te obsequio todo ese espacio, mi memoria es muy
amplia. Quizá una pequeña sala, una mesita de centro, un espejo o un rústico
comedor; elige tú el color de la pintura, algo que luzca íntimo para que cada
vez que te recuerde parezca como un sueño el estar contigo. No te cobraré
renta, puedes morar ahí con plena confianza y, cuando estés completamente
instalado, visita con calma nuestros recuerdos o invítales y platica con ellos;
solamente llámalos, en algún lugar deben estar, acudirán prestos. Verás que
agradable es su compañía, viven holgadamente conmigo, nunca los desprecio
siempre son bienvenidos aunque en ocasiones logran hacerme llorar los ingratos
cuando hablan de nuestra historia, pero a pesar de todo aquí viven, están
contentos y agradecidos porque no los dejo morir.
Me alegra tenerte como un huésped permanente. Compartiremos
el desayuno, comida y cena, nos arrellanaremos en el silloncito marrón y
veremos tu programa favorito, hojearemos revistas de autos y perros, tus
predilectas. De vez en cuando, al recordarte en las noches, te invitaré a mi
sueño, verás qué bien la pasamos.
En serio, extiendo mi invitación para que, si lo
deseas, acarres contigo las memorias tuyas ¡hay espacio para todos!
Trasnocharemos, tendremos noches de bohemia,
beberemos un vinito, una cerveza o un café. No deberás preocuparte por la hora,
no mirarás el reloj ni pedirás un taxi, al fin y al cabo vives en mi memoria.
Leeremos poesía, opinaremos, amaneceremos con el
alba mirando al sol; por las noches escucharemos a los perros romper el
silencio o los maullidos de los gatos y les aventaremos un zapato.
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