ISRAEL GONZÁLEZ
Dicha tuerta
Si
hubiera un dulce de la felicidad,
un dulce
que pudiera adquirirse
en
cualquier tienda,
en
cualquier puesto ambulante
de esos
que abundan
en todas
las ciudades
y en
todos los pueblos
a falta
de un trabajo mejor remunerado,
con días
de descanso obligatorio
y
vacaciones pagadas
y un
posible retiro casi digno;
si
hubiera un dulce o un perfume
o un
reloj o una prenda de vestir
de
cualquier marca
o una
flor o un muñeco de peluche
de la
gran felicidad inalcanzable,
alcanzable
sólo para unos cuantos,
de esa
felicidad que sale en la televisión
muy bien
alimentada
e
inmejorablemente vestida
y siempre
con una gran sonrisa,
sonrisa
de plástico, se entiende,
blanquísima
y radiante,
sonrisa
de político al que no le duele nada
y que lo
tiene todo
con sólo
estirar la mano
y
hundirla en el erario,
su gran cartera
eterna,
su gran
tarjeta interminable,
su enorme
casa donde no cabe nadie,
donde no
entra nadie sino él
y toda su
familia y sus amigos y el narco
y la
muralla verde y azul
que lo
protege de los gritos
y de las
patadas de los menesterosos
cada vez
más menesterosos,
cada vez
más desvalidos
y cada
vez más hartos;
si
hubiera un dulce de la felicidad,
un dulce
que se repartiera
de este a
oeste,
de norte
a sur,
como se
distribuyen despensas
al por
mayor
en épocas
de elecciones,
de ésas
que dicen los políticos
y sus
voceros y sus cómplices,
con el
hocico lleno de humo,
con el
hocico babeante y sediento,
“son
justas”, “son democráticas”,
aunque
todo el mundo sabe
que es
mentira, puras mentiras;
si
hubiera un dulce de la felicidad
ya lo
habrían saboreado
los
obreros, los campesinos,
los
indígenas a los que se quiere
quitar
hasta el agua,
las
grandes olas de muchachos
que no
estudian ni trabajan
porque a
los falsos políticos
lo único
que les preocupa
es el
bienestar de sus familias;
si
hubiera un dulce de la felicidad,
digo,
repito, grito a voz en cuello,
ya lo
habrían saboreado
los niños
que no tienen
por qué
ser de la calle
o “en
situación de calle”
como
ahora los llaman eufemísticamente
los que
nunca han leído
a E. M.
Cioran;
si
hubiera un dulce de la felicidad,
en fin,
ya lo habrían saboreado
los
policías y los soldados
que no
saben para quien trabajan
y no
andarían por allí
tantos
niños desnudos y sin techo
vendiendo
chicles,
lustrando
–su futuro- zapatos…
Maleza
El
gato azul entre la vegetación de la pequeña sala
mira
pasar el tiempo en mi mano que escribe
sobre
el gato azul con girasoles en la piel
que
no giran ni se marchitan.
Su
boca de palomas nunca maullará
ni
ronroneará en mi regazo.
Los
peces de sus ojos jamás navegarán otras aguas
como
no sean las de su gesto azul
que
observa eternamente entre la maleza
húmeda
de las horas.
Su
abrazo no saldrá a encontrarme
cuando
abra la puerta de llegada
y
la vegetación voraz se me eche encima.
Apacible
En
el cuarto de hotel
la
luna alumbra
y
los zancudos
esconden
la cabeza
entre
la ropa
que
cuelga de los ganchos
En
el techo
las
aspas del ventilador
hacen
girar
el
pequeño universo
En
la televisión
se
ensayan otros mundos
Por
la ventana entreabierta
se
cuela –leve- el viento
Amenaza
llover
aunque
es abril
de
sol y de calor y muchedumbre.
Pasatiempo
( 1 )
*
La
cursilería
de
caminar
tomados
de la mano
como
si el otro
-o
la otra-
fuera
a salir corriendo
*
No
me estreso
No
me enojo
No
despotrico
Algún
día
lograré
atravesar la avenida
*
La
luna,
junto
al farol
de
la calle,
muestra
su dulce
cara
sin maquillaje,
naturalita,
triunfante
*
Esta
luna
de
enero:
un
pellizco
en
la cara
redonda
de
la noche.
La
noche
Las
galletas de animalito
circulan
en la mesa
del
café
El
quinqué
en
el adobe
consume
poco a poco
la
noche
húmeda
y oscura
de
sapos
que
croan
y
amenazan colarse
entre
papá y mamá
y
hermanas y hermanos
que
llueven en silencio
como
en un largo rezo
nocturno
interminable
Salitre
El
salitre
está
invadiendo
las
paredes de la casa
dice
mi madre
que
quiere todo limpio
y
en orden
Con
mi hermana mayor
jugamos
a que soy un vampiro
y
extraigo la deliciosa sangre
de
la yugular excitante
En
las noches
nos
juntamos a contar
tenebrosas
historias de espanto
y
nos acostamos temblando de miedo
No
sea que el Sombrerón
toque
a la puerta
No
sea que algún duende malvado
se
meta entre las sábanas
No
vaya a ser que la Malamujer
nos
lleve a vivir con ella eternamente.
Sapoeta
De
niño tenías miedo a los sapos
y
terminaste uno de ellos
La
época de secas es la peor para ti
El
día y sus espejos
te
obligan a ocultar la cabeza
Amas
a la tierra
y
sin embargo sólo en tiempo de agua
recorres
el mundo
La
noche, las piedras, los rincones,
todo
lo que es envés, son tu refugio
Tu
aspecto atemoriza, repugna
Nadie
en su sano juicio
te
adoptaría como mascota
Nadie
que no seas tú
te
invitaría a pasar una noche a su lado.
Pasatiempo
( 2 )
*
Serpiente
del
calor
se
enrolla
deliciosamente
mi
cuerpo
Acaricia
mi
cuello
Succiona
mis
pezones
Lame
mi
sexo
erecto
*
Soy
el jazmín
del
patio
en
que llovió
esta
tarde
Cuando
anochezca
las
arrieras
se
llevarán
mis
hojas.
La
tertulia
Para Lupita Albores Y Astrid Pinto Durán
Bajo
los flamboyanes la tertulia se anima
con
las risas, los recuerdos, las confidencias.
Debajo
del mantel los pájaros dialogan en su lengua de alas.
Y
un gato imaginario ronronea su azul en nuestras piernas.
El
árbol de la tarde huele a jazmín. Y parpadea.
Mientras
se peina, sus cabellos nos cubren con su rumor de selva.
Se
acerca ya el final de este fraterno viaje.
Oímos
cómo el agua, otrora cristalina, esconde la cabeza y se cubre de luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario