LILIANA QUIJANO
Lo difícil de hombres como tú es
que eres de esos que valen la pena, de esos por los que te avientas de bruces
al precipicio, de esos que sabes que no se posan dos veces en tu vida y que
nunca se van con las manos vacías y si no se quedan, seguro dejan huellas
indelebles, que no regalan besos por barata ni van incendiando cualquier cama,
lo difícil de mujeres como yo es que no tenemos en la enciclopedia de actitudes
la timidez ni el miedo, que provocamos deseo aún sin quererlo, que vestidas de
cinismo caminamos firmes y sin tacones por las aceras de los días, que
disfrutamos las noches con estrellas o lluvias torrenciales, que mirando a los
ojos dejamos libres al deseo y los besos que por ser primeros son prohibidos
para mujeres decentes, que por vivir y no jugar a la vida con casita y mandil,
con cantos de cuna que confundan maternidad con sacrificio, con sonrisas que
escondan rutinas pesadas, grises y cansadas pero dignas y prudentes; nos llaman
indignas y nos quieren adjudicar culpas que les matan de envidia, cambiando con
gusto silencioso el alma por un día de nuestra vida, por un día sin poses, sin
esas normas impuestas que nunca entienden pero jamás transgreden... lo peor de
hombres como tú y mujeres como yo es que escandalizan si se les ven juntos, y
en nombre de un dios (que pregonan es amor) suplican no se permita tal
aberración, y no imaginan ni por error lo bien que luces sobre mi cuerpo, lo
bien que lucimos haciendo el amor o cogiendo como bestias sobre el suelo o
algún colchón, sobre paredes baratas o sábanas caras, sobre momentos que nos
enredan beso a beso el alma, uniendo sin tiempo ni promesas bajo leyes
inventadas un hombre como tú y una mujer como yo...
Tal vez sea verdad, te mereces
una mujer sin ayer, con más placer por descubrir que por reinventar sobre tu
cuerpo, con medias decentes y el liguero oculto bajo la falda, con tacones
femeninos y una sonrisa no tan gastada, con pudor en las palabras, con el
vientre plano y los pechos frescos, con las alas nuevas y no remendadas, con
apetito de aprender el mundo a partir de ti en vez de discutirlo contigo, una
mujer de mirada clara y no peligrosa, que espere tus rosas, la cena y el primer
te quiero en la silla de un parque o un bistro de esquina y no bajo tus sábanas
te escriba con la lengua que te ama, con modales de princesa y vestidos
prudentes que no muestren las piernas, una mujer de libros y mención honorífica
que sirva de algo (la mía es souvenir de la universidad), una mujer que no
llore por nada ni sienta miedos apretando sus entrañas, que se duerma a las 10
y no tome cerveza, que no viva en andenes y de todos sea el orgullo, una mujer
como yo nunca podría ser, pero tus ojos me miraron y decidieron amar una mujer
de verdad…
Me encanta, así, natural, sin
poses, sintiéndose grande entre mis manos o mi lengua, incluso engreído, con el
ego alzado y su porte altivo, desbordando deseo sobre sus venas, buscando
escondites en mi cuerpo, besando con su roce mi espalda, mis muslos, mi sexo...
me gusta entero y en tus dedos, amargo y dulce, vibrante, henchido, desbordado,
y sobre todo tuyo, tuyo, tuyo mi hermoso amante, mi bello verso de carne y
hueso, mi engreído dueño del más perfecto miembro...
Quién te dijo que era sólo carne,
quién te habló de mi piel y olvidó nombrar que debajo late un jodido corazón,
quién te crees que eres para besarme de esa forma y no pensar en consecuencias,
quién coños crees que eres para traer fuego a mi templo de hielo, para
confundir una mujer con princesas plastificadas para tu colección abaratada de
huellas en la cama, quién te creíste para pretender que tenerme a mi era tener
a cualquiera y vestirte con el alma entera, con las ganas nuevas, con mi nombre
listo para desechar en tu trastera...
No somos Romeo y Julieta, ni
Paris y Helena, somos de carne y de sangre, no somos Frida y Diego, ni eres
Jesús ni yo Magdalena, somos dos simples mortales con las venas ardiendo, somos
tú y yo, arte hurtando besos al destino, macho y hembra devorando sus
colmillos, enterrándose las uñas para no arrancarse el corazón, el rumor de un
mito que queremos llamar amor...
Tengo miedo, tiemblo y me besas,
tengo miedo, gimo y me besas, tengo miedo, grito y me besas, tengo miedo, callo
y me besas... yo siempre tengo miedo y tú siempre, siempre me besas...
Te invito a mis labios, a su textura,
sus mordidas, sus besos indecentes, su miel inagotable, su adicción a tu
lengua, tu sexo, tus dedos, tu piel, mis labios hambrientos, mudos, suaves, con
sentido de grandeza entre tu lengua, mis labios de princesa a cortesana bajo tu
mirada, con sabor a hembra, con su averno ardiendo cuando los abre tu
boca, la guarida preferida de tu
miembro erecto...
Pensando en los besos que no
vieron luz, en tanto orgasmo caducado sin usar, en todo el deseo que me llevo
sin estrenar, me sentí miserable, tan egoísta, tan banal ante los ojos de
Matilde, una niña que la ignorancia bajo el supuesto manto del amor, quiso que
jugara a esposa y mamá desde lo 13, que con menos años que los míos triplicaba
el número de partos que mi vientre colecciona, una Matilde tan acabada, con
algunas reminiscencia de belleza aún entre los ojos y los labios cansados, una
marioneta con pretensiones de mujer, que no amaba a sus hijos por amor, los
amaba como la tarea retrógrada de vivir cada año embarazada porque un Dios que
nunca ha visto así lo deseaba, y su voluntad como la vida es sagrada, una
maternidad obligada que no sabe de primeras sonrisas o de pasos con ayuda,
porque cuando empezaba a gozarlos se dio cuenta que no había tiempo para
desperdiciarlo, que tenía que aprender a dejarlos libres como animales salvajes
para crecer a como ese mismo Dios les de a entender, una Matilde que se está
secando con un cuerpo joven que luce avejentado, una piel que no ha sabido de
besos, que nunca ha sentido deseo, que abre las piernas siempre por obligación,
por imposición, porque tiene que, una Matilde que me acaricia la ropa y me dice
"no señorita, yo que sé de esas cosas, eso es del diablo, eso es malo... y
de verdad puede ser así, como bonito, como bueno?" mientras baja la voz y
escupe una risita rojiza que me salpica un poco de su vergüenza, y le respondo
un " a veces" que me sale melancólico de alguna parte del cuerpo, que
me arruga las entrañas pensando en las Matildes que marchitan sus ganas en
rutinas de copulación sin vestigios de placer, de tantas Matildes violadas por
machos bajo el seudonimo de esposos, de Matildes que no saben de orgasmos, de
caricias post sexo acurrucadas en el pecho amado, de Matildes que mueren sin
rastros de placer sobre los pechos, con los sexos masacrados y secos, Matildes
que viven tan lejos de plegarias porque vuelva una mirada a ser testigo de tus
mejores gemidos, de un por qué no me besa con este ahínco que mi boca implora,
porque ni siquiera imaginan como es que un simple beso se goza, por eso hoy
cuelgo tu recuerdo sin pinzas para que se pierda en las ráfagas de viento, hoy
renuncio a este dolor materialista de exiliar tu cuerpo de mi boca, hoy voy a
sonreír por todas las Matildes que nunca han sabido de miradas dulces mientras
hacen lo que es sólo su deber y algunas más o menos afortunadas apodamos
amor...
Siempre me enseñaron que las
niñas deben ser delicadas, que tienen prohibido el primer beso, que se duermen
temprano y no aceptan salir con extraños, mucho menos desperar a su lado, que
las niñas deben ser tímidas y muñecas de cristal en la cama, que para sudor y
gemidos existen las putas ( y yo muriendo por ser la tuya), que en la mesa no
hacemos ruidos y la sonrisa es el mejor accesorio aunque estés en brazos de la
tan visitada chingada (a la cual nunca vamos ni enviamos a nadie), siempre me
enseñaron que las niñas deben callar, que el príncipe azul nos va a rescatar...
y entonces yo caí en cuenta que soy un error genético, una aberración de la
naturaleza, una niña que nació para gritar, para rescatarme sola sin príncipes
azules o verdes que me duermen en la primer hora, que prefiero al vagabundo, al
rebelde, al que según mi madre no me conviene, que la timidez y yo nos
agarramos de las greñas desde el preescolar y aprendió que conmigo no debe
meterse, que sonrío cuando es mi gana y no a cualquiera que me mire las tetas o
las piernas, que vivo de noche y de vez en cuando despierto en alguna cama que
no es mía con el corazón acuñado en su cancel... por eso hoy sé que no me gusta
ser niña, que prefiero ser mujer y cuando nadie nos ve, cuando sólo tus ojos me
fotografían y tu boca me respira, ser la hembra que aún ni siquiera tú
dominas...
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