Alina Hernández presenta en
CADA QUIEN SU BOCA
DÍAS FELICES
Es que me siento sola. Madre me abandonó cuando tomábamos el autobús. Los pasajeros traían una sonrisa que el agua de la tormenta no borraba. Mis ojitos se caían y rodaban por la calle cuando me obligó a subir sin ella. Se despidió, clavó sus uñas en limones y los puso en los agujeros de mis ojos.
He llegado a este país pero me olvidé con ella y sólo traje el cuerpo.
Los hombres-sonrisas vieron la piel verde de mis párpados y me regalaron una máscara – ¡Qué bonita máscara!- decían con sus bocas deformes y sus arrugas en la frente – ¡Pero qué bonita máscara!- repetían todos a carcajadas, con las orillitas de la boca pegadas a las orejas.
Sí, me la puse para jamás quitármela, vendí el cabello rizado de Madre en las esquinas y tuve dinero y me compré muchas máscaras de colores, de muchas formas y tamaños. Bailaba, sí. Me disfrazaba con trajes de bailarina y cantaba con voz prestada por sonrisas extranjeras.
Pero no, yo no soy feliz, es que me siento sola sin mamá. Es feliz la carita de sonrisa indeleble que cuelga de mi pelo, yo no.
Me da miedo llorar, es que si lo hago, las lágrimas romperán el rostro contento que compré con sus rizos y aunque me cosa los párpados, los limoncitos no dejan de sangrar entonces mi cuerpo grita hasta astillar las comisuras que me hacen ver sonriente.
Por eso no lloro.
Textos de Alina Hernández
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