martes, 28 de septiembre de 2010

Video Palabras Urgentes "Samuel Lagunas" (30 de septiembre 2010)

Samuel Lagunas presenta en "Cada quien su boca" de Palabras Urgentes



Samuel Lagunas

Poeta del siglo veintiuno

“Help, I need somebody”

John Lennon

Como la difuminada sombra en el alba

el poeta se desperdiga en el blanco del mundo,

es una rara canción, un cuadro momentáneo,

una fotografía desechable.

Su estilo es como el unicornio,

invisible a algunos ojos, inexistente,

inquilino de su mente, de la mente suya, inconexa,

abnegada, poeta, suya al fin y al cabo.

Sus palabras no son palabras,

se disfrazan de palabras, de ideas,

de personas que viven, se desviven

y mueren en un mundo que se llama REALIDAD.

Antes había Poetas, hoy hay gente, individuos,

que escriben a renglón cortado como

yo o como alguien, como algunos.

¿Poesía? Esto no es poesía, es un experimento, una vida diferente.

El siglo veintiuno es un experimento;

ha de ser de Dios; no hay coherencia,

sólo hay, hay tanto algo que quién sabe qué es,

que se parece a la vida, a vivir y la muerte, se parece…,

sólo se parece. Así como esto intenta

ser poesía, sólo lo intenta, no lo logra;

tal vez no quiere el poeta ser poeta,

sólo lo es, por instinto y por deber,

así como este nuevo siglo es, contra su voluntad,

un nuevo siglo que después será viejo, historia, pasado, olvido,

quizá poesía.

Samuel Lagunas Cerda

Conocernos

Conocerte,

así,

desde tu nombre

hasta la manera de rascarte el muslo

mientras duermes

esa cosquilla en el borde de tu cuello

y esa caricia

menismeante

de tus uñas.

Conocerte la vida

centímetro a centímetro

su olor a leche

a tierra

y al tan esperado olvido,

a noches enteras

bajo el manto

de las luciérnagas

porque no hay más estrella

que la palma de tu mano.

Conocerte en tu placer y en tu desdicha

ese jadeo zumbante,

flexible,

de tu beso,

riendo,

llorando,

bostezando,

leona,

olfateando el mundo

con tu nariz

de esfinge.

Irrumpir

en la liviana intimidad

de tu espíritu corpóreo,

bañarme en tu vestido de primavera,

en ese fresco virginal

que estimula

frenéticamente

a las nubes…

y llueve,

llueve amor

del paraíso

y nos humedece

el escenario de la lánguida

estrechez

de los cuerpos

comenzando,

así,

el bíblico conocimiento.

Samuel Lagunas Cerda

IV

Sí, me duele este atardecer,

esta boca de sol y de verano.

José Carlos Becerra

Esta ciudad se ha convertido en una tragedia griega

con los panfletos revolando en el desierto,

carroñosos,

altruistas,

basta saber que es bueno que nos enmienden los huecos,

las grietas que nos ha dejado el desconcierto,

y el rescoldo púrpura que agusana la memoria.

Esta ciudad, ciudad invencible,

titán,

titán que duele en cada exhalación,

titán que calla y se aleja,

titán escondido en las piernas de la tierra,

titán fálico,

titán que zangolotea en el pantano,

titán humilde, belicoso,

insurrecto,

titán mío,

titán anárquico,

titán de hielo,

titán que guarda a Homero en una uña,

titán que olvidó Rabelais en su búsqueda,

titán que atormentaba el sueño de Cervantes,

titán paréntesis de Shandy,

titán satírico,

titán utópico,

titán mío,

titán,

titán que duerme en la espalda de las interrogaciones,

titán científico,

titán poético,

titán cinematográfico,

hálito de titán

espéculo de titán,

espéculo de Balzac,

espéculo mío,

titán mío,

desierto mío,

polvo mío,

la poesía no da ninguna respuesta satisfactoria a la catástrofe,

guardémosla en el libro menos importante de una biblioteca privada

y que allí permanezca,

silente,

pasajera,

enigmática,

borgiana,

A

S

Í

O

P

E

sueño de ángel,

vaticinio incomprensible,

los ángeles matarían por tenerla,

poseer la poesía es estar cerca de la muerte,

la muerte es sinónimo del conocimiento,

¡vaya analogía fantástica!

Hay que tomarla en cuenta

con sus salvedades:

¿dios?

Samuel Lagunas Cerda. De Instrucciones para la elaboración de un dios moderno

Acercamiento previo

¿No eras tú, mujer,

el primer indicio de deidad en esta tierra?

Partamos de ti, entonces,

de tu naturaleza de cuerpo desnudo

sin oscuro ropaje de ideología falsa,

de falsa artillería.

Qué mejor arma que tus senos

para taladrar mi alma

cálido

pétalo

insondable.

Hay que vernos en el pozo tus ojos,

espiar allí el alma de las palabras

y extraer el alba a este mundo,

extender el alba sobre el cuerpo,

absorber su esencia de misterio

y comernos el polvo de la vida.

Quiero recoger mi alma en tus cabellos,

tú puedes deshelar mis entrañas

con la lámpara de tu boca,

sólo tu boca puede iluminar las tinieblas

y disipar la bruma de las grutas.

Tu corazón configura las nubes

con decoración de almanaque viejo.

Ve pensando en que cuando te ríes se va a cobijar el cielo

bajo tu lengua,

si hay que sacarlo de ahí,

ha de ser con extremo cuidado,

ha de ser ahogados en un beso tuyo,

que nos funda

a la víspera de tu divinidad.

Porque has venido.

Has venido y no hay que olvidar

que te fuiste

para ordenar la aritmética del silencio

reconfigurar el vuelo del aire

y el pigmento formal de las azucenas

del cual te desprendiste,

lasciva,

lúdica,

dadivosa,

tu cuerpo cedió al mundo sus semillas de candela,

hay que abrasarnos en tu fuego

mujer,

a donde quiera que vayas,

te persigue el ser santuario,

el esperar en tus puertas a tu siervo

y tú de espaldas,

oculta el rostro en las cortinas,

inasible, gota de aire.

Si te vemos, morimos, medusa,

morimos en el lecho conyugal

de tu abrazo,

cuán dulce es la muerte en tal manera,

cuán dulce el expirar al conocerte.

Samuel Lagunas Cerda. De Instrucciones para la elaboración de un dios moderno

Duda agónica

El problema es

en manos de quién dejar la muerte

(o lo que queda después de haber vivido).

¿Bastarán acaso las ganas,

la locura,

el empeño?

Debe de existir un lapso de sonambulismo

donde sentarnos a la mesa

y trazar el pormorir,

el futuro diciembre del enero,

la pasmosa manía de la subsistencia

y las técnicas para evitar

el acumulamiento del tiempo.

Caso contrario,

un dios habrá de dibujarnos

algún boceto de universo

donde seremos la sombra

de alguna noche blanca,

o el simple canto viejo

de hojas olvidadas.

O acaso nuestra llegada sea

meramente el punto insumiso.

Y ya, después de poco,

se calle todo finalmente.

Samuel Lagunas Cerda. De Instrucciones para la elaboración de un dios moderno

lunes, 27 de septiembre de 2010

30 de septiembre en Palabras Urgentes: Samuel Lagunas

Jueves 30 de septiembre a las 17 horas en:
por
www.codigoradio.cultura.df.gob.mx
SAMUEL LAGUNAS
Samuel Lagunas, poeta urbano nos grita en su poesía lo que es el “poeta del siglo XXI” además de compartir sus palabras urgentes,

También es el turno de las Notas de Rigor de la poetisa nicaragüense Gioconda Belli y en la Ciudad en su tinta algo del maestro Sabines.

sigue y comenta el programa en directo por el CHAT de Código DF

Twitter @purgentes /Facebook Palabras Urgentes Codigo Df/messenger palabrasurgentes@hotmail.com


lunes, 20 de septiembre de 2010

Andrés Cisneros presenta en Cada quien su boca de PALABRAS URGENTES (23'09'10)


Cántica para enfrentar la noche

I have seven days to live my live

and seven ways to day

David Bowie

Hay que tener siempre un arma bajo la almohada

nunca sabes en qué momento llega la muerte.

Asear la cama y estar listo

para entregar Cuentas

en la mañana.

No hay que confiarse al azar de las moscas

a la selección natural del insecto.

Hay que ejercer la riesgosa práctica,

el riguroso vuelco de vivir

seis veces diez, seis veces diez, seis veces la noche,

cavar, profundo clavar

la uña, el rotomartillo para devastar la piedra, romper el cuarzo

del cráneo, el Lumen (1 cd.sr = 1 lx·m2) de la fosa común

para entrar así en el fango

en la arena decantada del agua bruta

—amargo licor para limpiar el aire frío del jardín,

la psique, la palabra antropomórfica

que nos conduce al Hades.

(Estribillo mutado)

Hay que tener siempre un arma bajo la almohada.

Estereorradiar,

llegar a la raíz (a la fuente isotrópica)

a la violenta oxidación

de la cabeza, de la cabellera ceniza

vuelta follaje rojo

llevar agua, y sofocar ese incendio

ir empapados hasta el tope del ojo

de pensamientos agua, de cubetas colmadas

de palabras para domar la lumbre

y hacerla danzar el Vals nocturno

de los que placen la carne al margen del día,

y ven cómo se ilumina la noche con el discurso de los astros,

y desbaratan el rompecabezas del Destino para los Otros.

Qué destino,

qué maldita palaba solar

intentará preñarnos (?)

No el agua O la muerte.

No el tiempo, no hay sombra confiable,

mejor hay que estar preparado, y tener siempre afilado,

cubierto de abundante hierba, un libro

o una cisterna

estar siempre listo para jalar del gatillo,

listo siempre para usar esa arma cargada de mente.

(Estribillo a manera de coro o atmósfera)

Hay que tener siempre un arma bajo la almohada.

Sobre todas las cosas, recuérdenlo

tenerla siempre, sea marea o palabra,

metralla, cisterna o daga para la venganza,

pero hay que tenerla siempre lista bajo la almohada.



Ejercicio para demostrar de diversas formas la inexistencia de la locura

II

E infinitos son los ojos que delinean al círculo.

Sus párpados dan noche a la mirada, y la mirada apariencia de noche a las cosas.

Soy más o menos loco, pensó Pessoa,

y el cuajo envolvió al ojo, y se abrió la puerta ¾hacia la cuenca del miedo.

Alcanzar a percibir (¿esto?) es dejar de caminar en

esta calle con piedras cuadradas(?)

flechas que avanzan arriba-abajo. ↔ Roturas

De qué admirable criptografía nació este vicio

de vivir en ciudades, de medir la vida en metros cuadros,

meterla en cubos de diez por diez, en la coladera que ahí enfrente está

succionante: extractor de pensamientos que todo lo convierte en tierra.

Así,

el hombre que (duerme? en la barra) extiende su brazo

y me enrolla la mano, me saluda con un espira que forman nuestras manos (lalpuléahuli ¾dijo)

es un gesto de igualdad trata de explicarme

¿y es igualdad lo que me enseña?

(entonces)

es mandala

om dice

om naciente

Estoy en la ventana para ver lo que vive en penumbras antes del amanecer.

Aunque resulta siempre es a mí a quien miran sedentario esos nómadas

que caminan hacia la muerte.

Pero al final ellos entran y toman asiento, trabajan.

Luego toman un descanso. Y salgo a caminar ─hacia el nicho.

Al mismo punto del que ahora parto. Y trabajosamente aprendo

a entender que un día no volveré a este sitio.

Ese mundo (no luz/ no tiempo/ no materia)

que vemos cuando dormimos es la Casa eterna de nuestro reposo.

Lo demás continúa infinito su camino.

III

Hay quienes piensan en la Locura e incluso se asumen locos.

O locos piensan al kamikaze que se colocó 10kg de explosivo

y se repartió como pan en boca de los escépticos.

O (loco) también al de lenta mente

con daño cerebral

porque (simplemente) nació para morir

sin posibilidad de evitarlo (es tan dura la vida para quien lucha contra la muerte)

Santa Locura

¾que nos salvas de un mundo peor¾

rezan los padres-hijos

estos exhibicionistas que copulan en el metro

o aquellos que toman sólo el alimento si ha sido cocido

o prefieren degustar muertos frescos, vegetales

a cadáveres de carnosos mamíferos.

Cuán locos están todos.

Los acaparadores del poder

paranoicos de que un día volteemos

a verlos, y decidamos que son unos pobres dementes.

Se enferman pensando en qué habrá de sucederles si la locura

se apodera de este mundo.

Y lo salvan incluso ¾una y otra vez¾ seguros

destrozan a los niños esquizoides de países iracundos

incapaces de sanarse con la risa

y todo por culpa de los excéntricos, no parafílicos, que vienen a destruir el mundo.

También están los que comen insectos, piel de sombra

o que empeñan su vida en salmos para ser consentidos por la mano

que les acaricia el lomo:

los que dejan de comer para ser un Tigre.

Qué felicidad la de los cuerdos

desnudos todos en el tranvía riéndose, con tabaco en mano,

de todos los locos que afuera se agarran a golpes con cerdos de botas.

Es tan graciosa esta función donde los desequilibrados

son incapaces de amar, tenderle la mano al Misterio

o recibir, puño con puño, la gracia de los desconocidos,

maniáticos incapaces de dar un beso

por el miedo a ensuciarse la boca con el labial de la vida.

Andrés Cisneros de la Cruz